En los últimos años, los artistas del ligue, los influencers “incels” y las políticas de extrema derecha han encontrado en el insulto a las mujeres una fuente de ingresos, bien sea a través de talleres y venta de libros, suscriptores a su canal o haciendo carrera política en partidos masculinizados.
El pasado mes de noviembre asistimos, estupefactas, a un nuevo episodio bochornoso dentro de la política de nuestro país: el insulto por el insulto de una concejala de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Zaragoza y de una diputada de Vox en el Congreso a la ministra de Igualdad Irene Montero. La política de Ciudadanos, Carmen Herrarte, durante una comisión de Hacienda celebrada en su ayuntamiento, escupía sin venir a cuento que Irene Montero “está donde está porque la ha fecundado el macho alfa”. Por su parte, la diputada de Vox, Carla Toscano, en el pleno del debate presupuestario, vomitaba que “el único mérito que tiene usted es haber estudiado en profundidad a Pablo Iglesias”, refiriéndose también a la ministra.
Podríamos reflexionar sobre la fijación que tiene la extrema derecha (en estos momentos, Ciudadanos es un partido que ha virado sus posiciones hacia este punto del tablero, apoyando una y otra vez gobiernos del PP junto a Vox y, sus integrantes parecen abrazar ya estas posiciones) con insultar en Irene Montero en cualquier situación o debate, y atacarla siempre por su vida privada, pero la cortina de humo del griterío y la ofensa oculta unas cuantas verdades incómodas.
La extrema derecha predica volver a la sociedad tradicional basada en los valores familiares que implica un recorte de los derechos alcanzados para las mujeres como los derechos reproductivos o, incluso, el condicionamiento del divorcio bajo una serie de supuestos y para la que el ideal social sería el devolver a la mujer al seno del hogar y encerrarla en los cuidados gratuitos. Entonces, ¿cómo es posible que veamos rostros femeninos en sus formaciones? ¿Por qué está creciendo su base de votantes entre las mujeres jóvenes con estudios?
En primer lugar, las políticas de derecha han encontrado un filón en estos partidos masculinizados: ellos necesitan integrarlas en sus filas para dar una imagen moderna y de apertura. Ellas hacen carrera política aprovechándose de esta situación. Son un porcentaje pequeño dentro del partido y tienen posiciones poco relevantes en la toma de decisiones pero, siendo la excepción, tanto ellos como ellas salen ganando.
Que el discurso de extrema derecha haya calado más o menos en mujeres jóvenes y universitarias supone que prefieren defender unos valores tradicionales en la sociedad. Esto quiere decir que prefieren anteponer sus posiciones racistas, islamófobas y patrioteras frente a sus propios intereses de género. Los enemigos son (somos) las feministas que buscamos destruir el país (el que sea porque este discurso es transnacional) con la “ideología de género”, que implica la destrucción de la familia tradicional y la caída de occidente. Creemos en el matrimonio igualitario, buscamos la igualdad de género y defendemos los derechos de las minorías. Según la extrema derecha, las feministas y el movimiento LGTBIQ destruimos la patria y propiciamos que otras culturas invadan la nuestra y nos arrebaten derechos (puestos de trabajo o derechos sociales) e impongan sus costumbres .
Este discurso encuentra suelo fértil en la sociedad actual, donde el empleo precario está estructuralmente instalado y las jóvenes que apoyan estas posiciones lo hacen desde la tranquilidad de disfrutar de una serie de derechos que hemos conseguido para todas las feministas: derechos políticos y civiles como el divorcio, derechos reproductivos, igualdad salarial y en el empleo y sobre los que seguimos trabajando. Las influencers tradwifes (esposas tradicionales) rentabilizan sus seguidoras y seguidores desde el privilegio blanco, occidental y de clase media, sus redes sociales que cuentan con una cuidada y estilizada imagen soporte perfecto para marcas publicitarias de productos cosméticos, gastronómicos o accesorios de lujo.
Dejando todo esto a un lado, ¿por qué esa fijación en mentir sobre el currículo académico de la ministra y afirmar que no tiene ninguna cualificación cuando está licenciada en Psicología y tiene un máster en esta materia, todo ello con altas calificaciones?
Ahí es donde la extrema derecha se coge de la mano con los artistas del ligue (supuestos gurús del ligue que imparten talleres sobre técnicas de conquista y seducción), los incel (celibato involuntario, del inglés, involuntarily celibate) y los caballeros supremos (aquellos incels que pasan a la acción violenta y llevan a cabo su ideario machista).
Steve Bannon, ex estratega jefe en la Casa Blanca durante la administración de Donald Trump, diseñó una campaña de ascenso de la ultraderecha a nivel global que implicaba tanto a EEUU como a Europa. Esta, aparte de incluir fake news, anuncios personalizados en las redes sociales que apuntaban directamente a los votantes potenciales y a la manipulación de la opinión pública próxima a las elecciones, pasa por el ataque personal y sistemático contra los miembros de la oposición. El ataque a las feministas se escribe solo.
Para escribir este artículo pensé en zambullirme en la deep web (todo el contenido online que no está indexado en buscadores, por lo que no está disponible a simple vista) pero, ¿para qué? El discurso de odio a las mujeres está frente a nuestras pantallas, explícitamente expresado en foros como Reddit o 4chan, hilos de Twitter (con el beneplácito de su nuevo dueño Elon Musk) o en vídeos de Youtube. Preferí consultar Odio a las mujeres. Inceles, malfollaos y machistas modernos, de Susanne Kaiser, publicado este mismo año por la editorial Katakrak y traducido por Gema Facal Lozano. En él, la autora hace una exhaustiva investigación sobre este movimiento, apoyándose en las tesis de Michael Kimmel expuestas en Hombres (blancos) cabreados, publicado por la editorial Barlin en 2020 y con traducción de Daniel Esteban Sanzol.
El marco teórico principal que defiende el discurso de los autodenominados incel es que la sociedad está adormecida por el discurso y las políticas progresistas que la han ido feminizando y que han ido “afeminando” a los hombres. Haciendo referencia a la película Matrix hay quienes han aceptado la píldora azul y viven anestesiados, pero otros han tomado la píldora roja y han despertado para ver la realidad, una en la que las mujeres odian a los hombres y buscan someterlos a sus deseos y aprovecharse económica y socialmente de ellos. Aplican la ley de Pareto para afirmar que el 20 por ciento de los hombres bien parecidos, los machos alfa, tienen acceso al 80 por ciento de las mujeres sexualmente atractivas. Abogan por volver a una sociedad patriarcal (primera noticia de que no vivamos en una de ellas) en la que las mujeres ocupen el lugar que les corresponde, sometidas a los hombres. Los hombres tienen que recuperar su masculinidad violenta y agresiva, perdida por la educación actual, y alcanzar el puesto que les corresponde como caballeros supremos, ostentando el poder sobre los considerados normies (personas físicamente normativas) y acaparando las relaciones sexuales con las mujeres que consideren más apetecibles Los artistas del ligue utilizan esta frustración de los considerados a sí mismos como machos beta para venderles cursos y libros supuestamente infalibles para ligar con mujeres. Las tácticas se basan en la violencia verbal, la humillación y el acoso hacia ellas. Los autoconsiderados “machos beta” también tienen sus propias estrellas de internet, con miles de seguidores que rentablizan cada suscripción a su canal o cada reproducción de uno de sus vídeos.
Llevado a posiciones extremas, este discurso plagado de machismo, misoginia, racismo y homofobia ha sido el que ha impregnado los últimos atentados y tiroteos masivos de hombres (blancos y cabreados) contra multitudes y colegios en Estados Unidos y Europa. Sí, en los han ocurrido durante los últimos 20 años, casi siempre había un vídeo, una carta o un manifiesto en internet de odio contra las mujeres. Y pocas veces los medios de comunicación en España hablan de ello.
El pasado 20 de agosto, Juan Soto Ivars escribió una columna de opinión en El Confidencial donde defendía a los incel del supuesto menosprecio e insulto progre porque, al fin y al cabo, son hombres que no han tenido suerte en el amor o son unos fracasado en sus relaciones afectivosexuales. Y no se puede afirmar que sean unos terroristas y que vayan a hacer un ataque masivo. No Juan, en eso te equivocas, la propia definición de incel implica un discurso político de extrema derecha. No son corazones rotos, son la ultra derecha y están organizados. A todo el mundo nos han roto el corazón y no por eso odiamos a la mitad de la población y fantaseamos con una masacre o con esclavizar a nadie.
Fuente: https://www.pikaramagazine.com/2023/01/la-monetizacion-del-odio-a-las-mujeres/