«¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helenadel huevo azul de Leda brotó de gracia llena,siendo la de la Hermosura la princesa inmortal,bajo tus blancas alas a la nueva Poesíaconcibe en una gloria de luz y de armoníala Helena eterna y pura que encarna el ideal.» Rubén Darío Introducción Desde el momento […]
«¡Oh Cisne! ¡Oh sacro pájaro! Si antes la blanca Helena
del huevo azul de Leda brotó de gracia llena,
siendo la de la Hermosura la princesa inmortal,
bajo tus blancas alas a la nueva Poesía
concibe en una gloria de luz y de armonía
la Helena eterna y pura que encarna el ideal.»
Rubén Darío
Introducción
Desde el momento en el cual Zeus, convertido en cisne, amara a Leda y ésta, reina de Esparta, diera a luz a quien sería la bella princesa de Troya, el cisne ha sido adorado, admirado e inspirador de mitos y poemas.
El cisne habita lagos y lagunas desde Karelia, en la frontera ruso-finlandesa, -donde reina el sagrado Cygnus cygnus, imponente con su blancura inmaculada- hasta la Patagonia donde su majestad Cygnus melancoryphus exhibe, esbelto, su interrogante cuello negro.
Asi es, cuentan los tehuelches, que cuando sus tierras eran sólo hielo y nieve, llegó Kellfü (cisne) volando desde más allá del mar. Trajo en su lomo, protegido entre las plumas, a Elal, quien, desde la cima del Chalten, donde lo había dejado Kellfü, descendió para, finalmente, comenzar la creación de la Mapu y sus habitantes.
La presente es una breve historia ocurrida en tierra mapuche, mucho tiempo después de la llegada de Elal.
El lago de los cisnes
Era un río pequeño, rodeado de bosques y campos, a cuyas orillas se cultivaba y criaba ganado. Por entonces, pequeñas embarcaciones, y hasta un vapor, recorrían sus aguas y transportaban a los habitantes de los pueblos surgidos a la vera del río Cruces. Aquel que, después de juntarse con otros, se convierte en el Valdivia quién, finalmente, mezcla las aguas dulces, extraídas a los Andes, con las del mar Pacífico.
En mayo de 1960, la tierra se sacudió furiosa durante dos días. El terremoto más grande del mundo arrasó la península de Arauco. Dos maremotos completaron la obra de destrucción. Las ciudades de Valdivia y Puerto Mont fueron borradas del mapa. Miles murieron. La topografía del área cambió para siempre. Las tierras aledañas al río Cruces se hundieron y se inundaron.
Así nació el lago de los cisnes, el humedal de Valdivia. Sin duda, un doloroso alumbramiento que Ortega y Gasset apreció al decir: …..»tiene este Chile florido algo de Sísifo, ya que como él, vive junto a una alta serranía y, como él, parece condenado a que se le venga abajo cien veces lo que con su esfuerzo cien veces creó«. Valdivia fue reconstruida, y es hoy una de las ciudades más lindas de Chile.
Por otra parte, un buen día llegaron los cisnes al humedal, y con ellos vino la Egeria densa (el luchecillo), planta acuática que se convertiría en su principal alimento, dentro del Santuario.
Torciéndole el cuello al cisne.
«Tuércele el cuello al cisne de engañoso plumaje
Que da su nota blanca al azul de la fuente;
él pasea su gracia no más, pero no siente
el alma de las cosas ni la voz del paisaje»
Enrique González Martínez
En febrero de 2004, 30km aguas arriba del Santuario de la Naturaleza, inicia sus actividades una gran fábrica de pulpa de celulosa. La compañía había iniciado un programa de plantaciones forestales allá por el 80. Un proyecto que culminaba, casi 25 años después, con la puesta en marcha de la pastera. Una moderna planta, con blanqueado ECF, y en la cual se destacaba el tratamiento de los efluentes líquidos (vertidos al río Cruces) realizado en tres etapas (física, biológica y química).
Se resalta tal hecho porque la mayor parte de las pasteras tratan los efluentes líquidos en un proceso de dos etapas. Vale recordar que Greenpeace argentina exigía aquel procedimiento, de tres etapas, para las plantas de Fray Bentos. Ese año, en los meses de febrero y marzo, la población de cisnes alcanzó uno de sus máximos históricos, con 8.000 ejemplares poblando el interior del Santuario y otro par de miles en áreas adyacentes. En el mes de julio de 2004 la población de cisnes había descendido bien por debajo del promedio de los últimos tres años (alrededor de 6.000). Y, hacia fines del año ,la cantidad de ejemplares se había reducido a unos pocos cientos. El Cygnus melancoryphus abandonaba su lago y algunos ejemplares, demasiado débiles para volar, se dejaban morir en sus aguas (el total de cisnes muertos estuvo entre 150 y 300 individuos). ¿Qué había pasado?. La respuesta fue obvia para algunos.
Quizás tanto como lo fuera, en la Europa de la Edad Obscura, cuando la Peste Negra asesinaba sin piedad. Como estos, aquellos llevados por los prejuicios, la ignorancia, el miedo y el fanatismo rápidamente concluyeron que la Peste venía de la mano de los Judíos.
En el Arauco pronto encontraron al asesino. ¡Quien le había torcido el cuello al cisne era la pastera del rio Cruces!
Buscando al asesino
La Comisión Nacional del Medio Ambiente de la Región X (CONAMA) solicitó una investigación a la Universidad Austral de Chile (UACH). Esta presentó un primer Informe de Avance en diciembre de 2004, el segundo en febrero de 2005 y el Informe final en abril de ese año. Para esa época una Misión Consultiva Ramsar (solicitada por el gobierno chileno), formada por un eco-toxicólogo argentino y un especialista en ecología inglés, también presentó sus conclusiones.
Además, hubo un análisis crítico del informe de la UACH, realizado por el Centro de Estudios Avanzados en Ecología y Biodiversidad (CASEB) de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Aunque esa información ocupa centenares de páginas he creído necesario exhibir la imprudencia de un resumen extremo.
«Los hallazgos clínicos, dice la UACH, en la mayoría de los cisnes se relacionan con el bajo peso corporal, lo cual fue refrendado por el examen anatomopatológico, en el que se observó marcada emaciación (adelgazamiento extremo) con ausencia de tejido adiposo». ¡Los cisnes habían muerto de hambre!
Sin embargo, continúa el informe, «los órganos examinados revelaron acumulación de hierro en hígado y en menor medida en riñones». No obstante, en ningún momento se afirma que el hierro fuera causante de la muerte de las aves.
Por otra parte, se encontró que las concentraciones de hierro en los sedimentos del Santuario fueron elevadas. Asimismo, se observaron acumulaciones de hierro sobre los tejidos de las plantas de Egeria densa, alimento de los cisnes.
En realidad, la observación fundamental fue que la hierba acuática había, prácticamente, desaparecido. Los cisnes emigraron, para no morir de hambre, ante la eliminación de su fuente principal de alimentación. Pero, ¿ Por qué se había perdido el Luchecillo?
Fue conveniente pensar que este había enfermado por la contaminación de las aguas. En particular, debida al «exceso de hierro». Así, se insinuó, que la pastera era la proveedora del hierro.
Cuando la Universidad de Concepción (por pedido de la empresa, porque la UACH sólo midió hierro en el seno del estuario) examinó la cantidad de hierro que había en las aguas que ingresan a la planta y las que emergen con el efluente, se observó que había mayor cantidad de hierro en el ingreso que en el egreso. En conclusión y
En definitiva, no fue posible asegurar que la causa de la desaparición del luchecillo pudiera atribuirse a la fábrica de celulosa. Tampoco se confirmó que el hierro (de origen desconocido, por ahora) hubiese sido la causa de tan rápida desaparición de la Egeria densa.
No es posible descartar que el hierro, en altas concentraciones, sea tóxico para la Egeria. Son conocidos los efectos nocivos del hierro, cuando se acumula en las tierras bajas, sobre el arroz que se cultiva en el centro-oeste africano (WARDA Annual Report 2001-02).
Notablemente, la supuesta contaminación sólo habría afectado al luchecillo y no a otros vegetales del humedal. Y, a su vez, sólo sufrieron el problema las comunidades que se alimentan de la Egeria: cisnes y taguas (Fúlica leucoptera y Fúlica rufifrons). Es muy curioso que un contaminante inespecífico (hierro) afecte tan selectivamente la biota.
En realidad, la respuesta tal vez se encuentra en el mismo informe de la UACH cuando comunica: «La dinámica poblacional del Cisne de cuello negro ha presentado fuertes oscilaciones en la cantidad de ejemplares, durante el período 1988-2005. Las más fuertes se observaron a mediados de los noventa cuando el aumento casi explosivo de individuos estuvo por sobre los 10.000 mil, seguido de drásticas caídas. Estas caídas, fueron similares, en intensidad y dinámica, a la caída registrada durante 2004. Sin embargo, las caídas observadas a mediados de la década del noventa nunca llegaron a valores tan bajos como los medidos a fines del 2004.»
Probablemente la respuesta sea elementalmente maltusiana. Aumenta la población se agotan los cultivos, sobreviene la hambruna.
El encanto de la Princesa Odette
Un vecino del valle del Contulmo celebraba la llegada de los cisnes al Lago Lanalhue y se asombraba, a su vez, de la proliferación del luchecillo, inexistente antes del arribo del elegante Cygnus «sembrador». En su cuerpo, el cisne, trae trozos de Egeria que se multiplican vegetativamente en forma muy agresiva.
El hombre, un romántico sin dudas, reclamaba rebautizar el Lanalhue y llamarlo El Lago de los Cisnes (Diario Electrónico de Cañete).
No todos en la comarca pensaban igual. Otro paisano, afirmaba en el mismo medio que, «aparentemente estamos llenos de grandes románticos que no han logrado visualizar la catástrofe ambiental, ecológica y económica local que esta planta acuática (se refiere al manjar de los cisnes) esta produciendo en nuestro Lago Lanalhue». Y, después de enumerar las posibles pérdidas económicas para la comunidad, finalizaba: «Nadie quiere veranear con malos olores, mosquitos, y la imposibilidad de efectuar deportes náuticos». ¡Similares inconvenientes a los enumerados por los empresarios turísticos de Gualeguaychú!
¡Esperemos que el principe Siegfried rescate a Odette! y la libere, con su amor, del encanto que la convirtiera en cisne. Si el Príncipe se demorara, sería aconsejable que ella regresara al Santuario del rio Cruces, tan rápido como pudiera.
Mientras tanto, allí la población de Cisnes se recupera (Corporación Nacional Forestal, Informe marzo/2006), en algunos lugares del estuario la Egeria densa vuelve a la vida. En tanto su plato preferido se recupera, los cisnes se alimentan de algas del género Spirogyra que se han desarrollado en abundancia, sin la competencia del agresivo Luchecillo y con una disminución de sus depredadores.
«El cisne antes cantaba sólo para morir
Cuando se oyó el acento del Cisne wagneriano
fue en medio de una aurora, fue para revivir.
Sobre las tempestades del humano océano
se oye elcanto del Cisne; no se cesa de oir
dominando el martillo del viejo Thor germano
o las trompas que cantan la espada de Argantir.
Rubén Darío.
Sinceramente,
Dr.Mario R.Féliz
Prof Titular
INIFTA-UNLP
[email protected]