La mujer no es responsable; es uno de los argumentos esgrimidos por Gallardón en el Senado para defender su reforma de la ley sobre derechos sexuales y reproductivos. Efectivamente ministro, he ahí el quid de la cuestión y he ahí el destape de sus verdaderas intenciones: situar a las mujeres en la obediencia, a las […]
La mujer no es responsable; es uno de los argumentos esgrimidos por Gallardón en el Senado para defender su reforma de la ley sobre derechos sexuales y reproductivos. Efectivamente ministro, he ahí el quid de la cuestión y he ahí el destape de sus verdaderas intenciones: situar a las mujeres en la obediencia, a las mujeres como menores de edad, como incapaces de decidir sobre sí mismas, las mujeres debiendo ser castigadas o enfrentándose a riesgos graves para su salud por practicarse abortos clandestinos.
Dice usted que el dilema está en coordinar el derecho al proyecto de vida de las mujeres con el derecho a la vida del «no nacido». No señor Gallardón y séquito ultraconservador del Partido Popular, no se vayan por las ramas con argumentos moralistas. Podrán llenar los comités de bioética de militantes de los Kikos, del Opus Dei o Legionarios de Cristo, que ninguno podrá discernir con mayor razón que nadie cuando empieza o termina una vida, por mucho que quieran imponer su moralina católica al mundo entero. No son más que soldados de la ideología conservadora que se pasan por el forro de sus genitales masculinos un principio fundamental en bioética: reconocer que la moral es personal e intransferible.
¿Cómo conseguir situar la importante lucha que se va a dar, la de los que claman y predican por las mujeres obedientes y sumisas, útiles al sistema y quienes clamamos por las mujeres libres e irreverentes, luchando por la emancipación del sistema múltiple de dominación que nos atenaza en lo cotidiano? Y es que nos enfrentamos a un futuro mediático en torno al aborto que va a tener a dos protagonistas: por una parte al PSOE, partido que ayer mantenía el acuerdo con la iglesia católica pese a que Rouco siempre se mostró ingerente en los asuntos de Estado; partido que nunca defendió con plenitud el derecho de las mujeres a decidir libremente sobre sus vidas, su sexualidad y maternidad poniendo plazos, tutelas y periodos obligatorios de reflexión ridículos a los derechos. Y por otra al PP actuando como palmero de la ideología más conservadora y reaccionaria dentro de la España más retrógrada y espeluznante. Ambos utilizándonos nuevamente a nosotras las mujeres y nuestra libertad como potencial caladero de los tan anhelados votos para dos entes en declive electoral; por otra parte, su único fin y razón de ser.
Sin embargo, el debate es para nosotras las mujeres y para el feminismo anticapitalista mucho más que discusiones sobre supuestos y plazos, no traten de marear la perdiz, patriarcales declarados o neomachistas políticamente correctos. La lucha por el derecho al aborto es la lucha contra la crisis, vieja conocida para las mujeres del mundo porque nos mantiene en un estado de precariedad y vulnerabilidad perpetuo, y no es de antes de ayer.
Porque si nos imponen pedir permiso para abortar, el patriarcado nos está imponiendo la obediencia debida en todo, ya que no nos considera personas autónomas para decidir sobre cuestiones tan básicas como el cuerpo, la vida, la sexualidad y la maternidad. Porque si somos insumisas a la futura ley la violencia vendrá en forma de castigo en el Código Penal y en abortos clandestinos que pondrán en grave riesgo nuestra salud y nuestra vida. Porque si la ley sale adelante las ricas seguirán teniendo ese derecho reconocido aunque sea con la discreción propia de la clase alta y las pobres no lo tendrán ni mucho menos garantizado. Porque el capitalismo saldrá ganando abriendo un nuevo negocio con el aborto, ya que no será una intervención de salud pública hecha consecuentemente en el sistema público de salud. Porque si no podemos abortar, nos dicen que debemos seguir pariendo hijos e hijas y cuidándolos para mantener esta rueda infernal del producir para el capital, y estar contentas con sus migajas que ya no sostendrán ni un mediocre estado de bienestar. Porque si no podemos abortar la maternidad y el cuidado seguirá siendo nuestro destino, y se desarrollará en los hogares donde amortiguaremos las embestidas de recortes como el de la Ley de Dependencia con nuestro trabajo silencioso, gratuito e invisibilizado. Porque si no podemos decidir sobre abortar o no ¿quién nos dice que somos las mismas que podemos decidir sobre el sistema de organización social que deseamos, queremos y necesitamos?
No tenemos esperanzas en esta pelea que se librará en los sillones de cuero y dorados con roble del Congreso de los Diputados, tampoco en conseguir que UPN o PNV sean insumisos a nada llegado del Reino, mucho menos con la amplia tradición e inmersión católica de su ADN. Pero sí que albergamos una esperanza, e incluso profesamos una fe: la firme creencia en el poder de las mujeres para desobedecer y empoderarnos colectivamente en contra de este monstruo capitalista y patriarcal de varias cabezas.
Diana Urrea y Carmen García – Mesa Feminista de Alternatiba
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