Recomiendo:
3

La ola postdemocrática de las derechas

Fuentes: Rebelión

En comparación con otros países europeos, en España se da una doble excepcionalidad respecto de sus principales agentes sociopolíticos e institucionales, las derechas y las izquierdas, con sus correspondientes bases socio-electorales y grupos de presión.

Aquí, analizo la actitud ante la incertidumbre del final de ciclo progresista, el marco internacional, con fuertes tendencias ultraderechistas, que condiciona el sistema político y la propia sociedad española, y el carácter antipluralista en las derechas, con sus ventajas estratégicas y sus debilidades políticas. En una segunda parte, abordaré la estrategia de las izquierdas.

Ante la incertidumbre del final de ciclo progresista

Conviene analizar sus rasgos específicos, que explican su mutua relación y las características del particular proceso sociopolítico e institucional, para valorar el alcance de este ciclo de progreso y prever su prolongación renovada o su cierre, según las diferentes apuestas estratégicas. Avanzo unas definiciones básicas de esa singularidad política: el carácter antipluralista de las derechas, y la potencial capacidad democrática de las izquierdas y fuerzas progresistas.

Es pertinente un análisis realista y abierto que responda al interrogante vital a medio plazo -las elecciones generales próximas- sobre la posibilidad de que las derechas estatales (PP y Vox) derroten a las fuerzas progresistas e impongan un ciclo regresivo y autoritario hacia una democracia iliberal.

La respuesta prudente, desde la incertidumbre de cierto escepticismo analítico, es que no lo sabemos con certeza. La valoración justa, sin embargo, es que las fuerzas progresistas pueden ganar a las derechas autoritarias, lo que conlleva una subjetividad activa de compromiso democrático y por la justicia social y la igualdad. Se trata de combatir cierto fatalismo o resignación.

Existe un panorama exterior desfavorable, con un fuerte empuje imperialista y una ola derechista también en Europa. Es pertinente una respuesta realista y abierta al interrogante vital a medio plazo -las elecciones generales próximas- sobre si las derechas estatales (PP y Vox) van a derrotar a las fuerzas progresistas y se van a imponer en España con un ciclo regresivo y autoritario hacia una democracia iliberal.

En los dos próximos años se pueden introducir diversas variables. Las estrategias y actuaciones de las respetivas representaciones políticas van a tener un papel importante en la consolidación (o no) de sus respectivos campos sociales y electorales y su reflejo institucional. Pero, más allá de cada coyuntura, podemos avanzar el análisis de la trayectoria y el carácter específicos de cada bloque social y político que están configurando su interacción y su conflicto estratégico.

Se ventila la culminación de la actual etapa y el sentido de la nueva respecto de la gobernabilidad en España y la recomposición de los liderazgos progresistas. Pero, especialmente, se decide el alcance del bienestar social y democrático de la población y el modelo de país que está en entredicho. Se trata de partir de la realidad de las tendencias sociales y culturales, en este contexto económico-político, estimular un horizonte o unas aspiraciones de progreso, en contraposición de una perspectiva reaccionaria, y favorecer una dinámica transformadora progresista.

La amenaza de la ola postdemocrática

La ola postdemocrática se ha impuesto en el Gobierno de EE.UU. Con Trump se refuerza una etapa de imperialismo expansionista e iliberal. Junto con el prepotente proteccionismo económico del ‘América Primero’, trata de imponer su hegemonismo oligárquico y autoritario en el mundo, acompañado de un militarismo creciente. El apoyo al genocidio y la limpieza étnica en Gaza muestra su extremismo y el total desprecio por los derechos humanos y el derecho internacional. Sus políticas internas, con abundante ofensiva mediática, van sobre todo contra la población inmigrante, los derechos feministas y LGTBIQ+, los mecanismos públicos protectores y redistribuidores y los propios derechos civiles, medioambientales y democráticos.

En particular, el trumpismo busca la subordinación geoestratégica de Europa y su creciente militarización, lo que puede conseguir, con la colaboración de unas élites europeas acomodaticias, que renuncian a una defensa firme del modelo social y los valores democráticos y a ser un referente autónomo de cooperación en el concierto internacional y de defensa de la convivencia pacífica y el derecho humanitario.

Ese influjo derechista refuerza la dinámica ya presente en la Unión Europea, en la que hay un continuado ascenso de las ultraderechas que ya participan en la gobernabilidad de media docena de Estados -el último, Bélgica-, en alianza con las derechas tradicionales, así como en la propia Comisión Europea.

Mientras tanto, la socialdemocracia está en una posición subalterna, sin suficiente perfil propio y con acomodo seguidista al centroderecha liberal-conservador, cuya orientación dominante va girando cada vez más hacia la derecha extrema y la cooperación con la ultraderecha.

En los dos países cruciales, Francia y Alemania, ante sus crisis políticas, la amenaza ultra es evidente, con sus mayores expectativas electorales y de influencia. Se va rompiendo el cordón sanitario de carácter democrático, heredero de la construcción institucional antifascista de la segunda posguerra mundial por parte de las fuerzas aliadas contra el nazi-fascismo. En las filas liberal-conservadoras, solo algunas voces disienten, como la democristiana Ángela Merkel, a diferencia de la mayoría de la dirección de su partido la CDU/CSU y del grupo popular europeo, que ha demostrado cierta cultura democrática básica frente al colaboracionismo dominante con las ultraderechas y la involución postdemocrática.

El carácter antipluralista en las derechas

A diferencia de las derechas europeas que, con la victoria aliada, tuvieron que asumir una ruptura política e ideológica con el nazi-fascismo, el grueso de las derechas estatales españolas son herederas de la estructura de poder del franquismo, que fue levemente modificado por la reforma política.

La transición política, en el sentido de reforma y cambio institucional, se produjo entre 1975 con la muerte del dictador Franco y finales de 1978, con la aprobación de la Constitución. En un sentido sociopolítico más amplio, el de la configuración del cambio democrático y sus fuerzas promotoras, incluida la coordinación de la oposición democrática y la aceleración del amplio y heterogéneo movimiento popular antifranquista, el proceso de la transición democrática abarca, al menos, desde 1973/74 y hasta 1979, con las elecciones municipales y generales, el inicio de la conformación de las autonomías territoriales y la nueva normativa laboral, en el nuevo marco democrático. Incluso, tras el intento de golpe de Estado del 23-F-1981, se podría alargar hasta la victoria socialista y la alternancia gubernamental de la izquierda, en 1982, en que se asienta el sistema democrático y se consolida cierta modernización controvertida.

Se instauraron las libertades democráticas, las elecciones libres y representativas del pluralismo político y un régimen institucional homologable a las democracias liberales europeas. No obstante, hay que remarcar dos debilidades democráticas que van a condicionar toda la trayectoria institucional.

Una es el continuismo postfranquista, con una reforma formal, de distintos grupos de poder, principalmente los núcleos oligárquicos de la economía, las finanzas y la propia organización patronal, con su control de los principales medios de comunicación y de la enseñanza (privada/concertada, con primacía de la Iglesia católica). Han mantenido sus privilegios de poder, propiedad y riqueza, levemente regulados, a los que añadir la inercia del propio aparato del Estado, con la alta burocracia y, sobre todo, el aval de la Corona y el poder judicial.

Así, en convergencia con la derecha política y junto con su altavoz mediático, una parte de la judicatura es irrespetuosa con el Estado de derecho, no reconoce la legitimidad del legislativo y el Ejecutivo -contra la ley de Amnistía han sido rotundos-, y ha llegado a la guerra jurídica contra sectores progresistas -independentistas, dirigentes de Podemos y activistas sociales- y el propio presidente socialista del Gobierno y su entorno.

Especial problema es la composición derechista de las fuerzas armadas y de seguridad. Es preocupante el último dato del CIS, en relación con las pasadas elecciones generales del 23J: votan a Vox en torno al 40% y al PP, el 20%, cuando la media poblacional fue del 12% y 33%, respectivamente. Por poner un ejemplo ilustrativo, es significativo el contrato de formación a la policía nacional del líder ultraderechista de ‘Desokupa’, sin una contundente reacción oficial.

Asistimos a la instrumentalización por las derechas políticas de estas instituciones del Estado que, combinados con la otra debilidad, la escasa cultura democrática de las direcciones del Partido Popular y, especialmente, del ultraderechista VOX, nos ofrecen un relevante riesgo de involución iliberal.

Su carácter antipluralista es evidente: apropiación del poder del Estado, al creer que las instituciones son suyas, y ofensiva mediática descalificadora, con la acusación de ilegitimidad del Partido Socialista y las formaciones progresistas, sobre todo, cuando, contra su previsión, consiguen gobernar con mayoría parlamentaria y tener una influencia institucional significativa.

Ventajas y debilidades de las derechas

Esa tendencia iliberal hunde sus raíces en la propia fundación del Partido Popular que integra sectores franquistas y ultraderechistas hasta que una parte se escinde en VOX; continuó con la prepotencia del presidente Aznar, y se ha recrudecido con especial virulencia estos años de resistencias cívicas, emplazamientos democratizadores, reforma sociolaboral y Gobiernos de coalición progresista.

Pero esta composición y tradición iliberal converge ahora con la nueva ola postdemocrática frente a la crisis múltiple: socioeconómica, institucional, geopolítica, ambiental, sociocultural… Se refuerza la amenaza a los fundamentos democráticos, de igualdad y cohesión social y territorial, desde un nacionalismo centralista y prepotente, junto con el neoliberalismo regresivo y el conservadurismo sociocultural.

En ese sentido, es completamente distinta la trayectoria y las características de las derechas nacionalistas (PNV y Junts). Se puedan denominar ‘derechas’, o sea, con un compromiso con el poder económico, una política neoliberal y cierto conservadurismo social e ideológico, incluso, a veces, cierto etnicismo excluyente, especialmente frente a la inmigración. Pero tienen la virtud de su identidad nacionalista periférica contra el centralismo y una experiencia democrática desde la época franquista. Además, comparten mayores condicionamientos por la fuerte presencia de las izquierdas en sus respectivos territorios. Esas características democráticas expresan las dificultades para una alianza duradera y profunda con las derechas estatales, y posibilitan la negociación de acuerdos democratizadores y de refuerzo autonómico con las izquierdas.

Por tanto, las derechas estatales tienen una ventaja estructural derivada de la ausencia de una ruptura democrática en sus inicios o de reformas profundas posteriores que democratizasen suficientemente esos aparatos de poder, funcionales para su preeminencia política. Y utilizan abiertamente ese control o convergencia con grupos de poder económico, institucional y mediático, condicionando los propios mecanismos democráticos y representativos. La tentación hacia una democracia vaciada e iliberal, a través de medios ilegítimos, está servida: acoso al gobierno progresista… sea como sea y hasta su desalojo final… para imponer su proyecto regresivo y autoritario.

Sin embargo, esa prepotencia derechista también constituye su punto débil: va en contra de los intereses de la mayoría social y de la masiva cultura democrática y solidaria de la ciudadanía, que constituyen la base sociohistórica y estructural para impedir una involución reaccionaria. Su peso se determinará por el comportamiento y la orientación de las fuerzas progresistas. En una segunda parte, analizaré la respuesta estratégica de las izquierdas y su capacidad democrática.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.