La Comandanta Ramona fue una de las únicas dos mujeres que integraron el Comité Clandestino Revolucionario Indígena del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Murió el 6 de enero después de pelear la misma cantidad de años por la revolución y por su vida.
La comandanta Ramona, líder del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y referente del histórico levantamiento del 1° de enero de 1994 en San Cristóbal de las Casas, estado de Chiapas, falleció el pasado 6 de enero a los 46 años.
Justamente, desde 1994, la revolucionaria padecía una enfermedad renal. En 1995 le hicieron el transplante de un riñón y con eso le robó 10 años a la muerte, pero la mañana del 6 de enero de 2006 la encontró con un estado de salud delicado. Mientras la trasladaban de Oventic a San Cristóbal de Las Casas, dejó de existir.
«Les puedo decir que el mundo perdió una de esas mujeres que hacen falta; México perdió una de esas luchadoras que hacen falta y a nosotros nos arrancaron un pedazo de corazón», anunció el subcomandante Marcos esa tarde cuando se enteró.
Allí, frente a integrantes de organizaciones sociales de Tonalá, Chiapas, el Delegado Zero, como se hace llamar ahora el líder rebelde, comunicó la suspensión de las actividades de La Otra Campaña -en contraposición a los actos políticos con vista a las elecciones presidenciales y legislativas en México de julio de este año- durante los días 6 y 7 de enero y se dirigió hacia Los Altos para participar en los funerales de Ramona.
La última vez que había aparecido en público fue en la plenaria de las reuniones preparatorias de La Otra Campaña, el 16 de septiembre de 2005, en el Caracol de La Garrucha, municipio de Francisco Gómez. En tal ocasión se pudo ver a esta mujer indígena tzotzil de cuerpo y estatura pequeña pero de un espíritu enorme en forma deslucida y debilitada.
Ramona era una de las dos mujeres, junto con la comandanta Esther, que integraban el Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI), del EZLN. Construyeron comunidad por comunidad, en el estado de Chiapas, la Ley Revolucionaria de las Mujeres, y juntas lucharon desde mediados de la década pasada por la defensa de los derechos de las mujeres indígenas y de las artesanas (primera profesión de esta pasional guerrillera). Y cuando comenzaron las acciones revolucionarias, presentó un extenso pliego de demandas en materia de igualdad, justicia, salud, educación y vivienda.
Muchos la recordarán en su país y en el mundo con un rifle colgado al hombro, usando pasamontañas y aclamando frases como «nunca más un México sin nosotros».