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La partida de Madrid

Fuentes: Rebelión

Los resultados del 10-N dieron a los partidos independentistas la llave de la investidura de un Pedro Sánchez como presidente del primer gobierno de coalición del Estado español. Del éxito de las negociaciones multilaterales depende la conformación de un gobierno progresista y la nueva oportunidad para abordar políticamente la cuestión catalana. De su fracaso, facilitar […]

Los resultados del 10-N dieron a los partidos independentistas la llave de la investidura de un Pedro Sánchez como presidente del primer gobierno de coalición del Estado español. Del éxito de las negociaciones multilaterales depende la conformación de un gobierno progresista y la nueva oportunidad para abordar políticamente la cuestión catalana. De su fracaso, facilitar el camino a la gran coalición o a la convocatoria de unas terceras elecciones con la extrema derecha disparada.

ERC es el socio preferente para la investidura. En este sentido, PSOE y UP presionan a los republicanos para tener un acuerdo lo más pronto posible; pero ERC no tiene prisa, quiere garantías para el cumplimiento de los pactos y, además, se encuentra en un proceso de deliberación interna camino de su Congreso Nacional. Los republicanos lideran las negociaciones desde Cataluña y se sitúan como el partido útil para la gobernabilidad del futuro ejecutivo español pero, también, para intentar resolver políticamente el laberinto catalán. En este sentido, en un primer momento JxCat quedó fuera de juego para, después, sumarse a las conversaciones con el PSOE y, así, poder tener algún relato más allá de la defensa de un «No» que lidera la CUP. Una izquierda anticapitalista que continúa su propia campaña de hacer «ingobernable» el Estado -sin explicar cómo-, más allá de la retórica y la gesticulación. El «cuanto peor mejor» no es una opción y, incluso, el ex diputado David Fernández apunta que hay que intentar la vía de la negociación porque representa una oportunidad inesperada, matizando que si se cierra la puerta a la misma habrá que volver a desobedecer. Palabras similares a las de algunos líderes republicanos que, no obstante, son atacados públicamente en una serie de movimientos de desgaste para intentar evitar que ERC gane la Generalitat.

Una investidura en la que se juega también la partida de ajedrez entre republicanos y postconvergentes por la hegemonía en la política catalana. Unos movimientos que se entrelazan con las negociaciones con los Comuns por los presupuestos y con el calendario judicial para la posible inhabilitación por desobediencia del presidente, Quim Torra, y sus consecuencias. Para facilitar la investidura ERC y JxCat reclaman volver a la declaración de Pedralbes, es decir, a crear una tabla de diálogo entre gobiernos, sin líneas rojas y con algún tipo de mediación, y a tratar la cuestión como un problema político y no de convivencia -compromiso que ERC ya ha arrancado de los socialistas-. No obstante, cualquier tipo de negociación seria necesita un formato, un contenido y un calendario concreto para evitar que quede en papel mojado o en un nuevo cambio de guion interesado de Sánchez una vez obtenga la investidura. Una partida que continúa después de que la mayoría en el Parlamento -de ERC, JxCat y CUP- maniobrara para que la respuesta a la sentencia del Supremo esquivara el veto del Constitucional. Una respuesta tardía que -después de muchos tira y afloja- rechaza la sentencia y denuncia la censura del TC a la autodeterminación. Una demostración más de la mínima unidad de acción entre los partidos independentistas y de las divergencias entre los socios del Govern que no se resolverá hasta unas próximas elecciones catalanas.

Superar el bloqueo de la investidura es el primer paso para ver cuál es el margen de maniobra de UP desde el gobierno hacia Cataluña y, también, para explorar hasta dónde puede llegar el diálogo.

Jesús Gellida, politólogo e investigador social

@jesusgellida

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