Vicenç Navarro finalizaba un artículo reciente -«Los jueces y las víctimas» [1]- con las siguientes palabras: «[..] Tales jueces deberían saber que en Alemania, que sufrió un régimen parecido [al franquismo], la Falange estaría prohibida y los jueces del TOP habrían terminado en la cárcel. Y que algunos de los jueces del Tribunal Supremo, que […]
Vicenç Navarro finalizaba un artículo reciente -«Los jueces y las víctimas» [1]- con las siguientes palabras: «[..] Tales jueces deberían saber que en Alemania, que sufrió un régimen parecido [al franquismo], la Falange estaría prohibida y los jueces del TOP habrían terminado en la cárcel. Y que algunos de los jueces del Tribunal Supremo, que han declarado su simpatía y comprensión hacia el golpe militar, promoviendo los trabajos del mayor apologista de aquel golpe [2], serían expulsados del cuerpo judicial».
En España, en cambio, no. Nada de eso. Ninguna arista ha quedado suprimida. ¿Por qué? Las razones son conocidas pero las consecuencias de ello no siempre son tenidas en cuenta. El nazismo fue vencido política y militarmente. No es necesario insistir en la decisiva importancia del combate de la ciudadanía de la URSS y del Ejército Rojo en la derrota de la Alemania hitleriana. Por el contrario, Francisco Franco, el dictador y general golpista amigo de Hitler, murió enfermo en la cama. La diferencia es esencial.
Luego, tras la muerte de aquel Jefe del estado que tenía la desfachatez y cinismo de decir que él no se metía en política, vino lo que vino. Una transición dirigida de arriba a abajo, de izquierda a derecha, por las mismas clases (y grupos y Estados internacionales) que se habían beneficiado en exclusiva durante los cuarenta años de aquel Régimen infame, corrupto y criminal.
La oposición antifranquista, y muchos grupos recién llegados (el PSOE, aunque no sólo, es un ejemplo de esto último, no de lo primero) pactaron, con la presión de una pistola no disimulada en la sien y lista para su uso, con los, como entonces se solía decir, evolucionistas del Régimen [3].
No era fácil ni cómoda la situación. No se tenían grandes fuerzas acumuladas a pesar de la lucha antifranquista y de las huelgas y manifestaciones políticas que irrumpieron en en algunas zonas del Estado en aquellos años. El adversario era un elefante y la ciudadanía rebelde no era una pulga pero la correlación de fuerzas no estaba a su favor. La OTAN, por ejemplo, estaba atenta en el puerto lisboeta a la evolución política portuguesa. La CIA campaba a sus anchas por el país y en el interior del Estado. Los gladiadores italianos prestaban servicios parapoliciales con enorme eficacia. Montejurra y los asesinatos de los abogados laboralistas en Madrid son dos ejemplos conocidos.
No hubo ruptura ni hubo ruptura pactada. El Estado se organizó para impedir toda presencia real de la izquierda mínimamente transformadora. Herero del Miñón lo confesó tranquilamente años más tarde. Con suma evidencia y tranquilidad, como el que comenta que el siguiente del 7 es par. Nadie pasó cuenta de años de tortura y persecución, y, desde luego, los poderes centrales, básicos, quedaron en las mismas manos de siempre.
¿Pudo haberse seguido otro camino? La pregunta tiene ahora escaso interés y es fácil responder alocadamente y con olvidos básicos. La memoria no acuña bien sus monedas y la imaginación y el deseo pueden ocasionar distorsiones. Pero no parece de recibo, ni incluso pragmáticamente positivo, todo lo que el PCE y partidos hermanos dejaron en su mochila para alcanzar su legalización. Entre otras infamias digeridas, la Monarquía borbónica y los símbolos del franquismo.
¿Riesgos de su no aceptación? Muchos sin duda. Ofensiva desbrindada de la extrema derecha, persecución de la militancia del PCE, cansancio de la ciudadanía, un Ejército muy mayoritariamente franquista y un PSOE dispuesto a aceptar lo que fuera necesario para entrar por la puerta grande en las contiendas electorales y en «responsabilidades de gobierno». Los marcos alemanes y los dólares usamericanos no llegaban para pagar sólo sueldos, estancias en hoteles y comidas en restaurantes de lujo.
El resultado es conocido: una derecha neofranquista más organizada que nunca, una derechización del país poco imaginable hace un cuarto siglo y un PSOE cada vez más envuelto en atmósferas neoliberales y en comportamientos poco afables con las cosmovisiones de izquieda. Basta mirar y analizar el actual gobierno para admitir que el comentario no es un desvarío. Saber que Miguel Boyer y Pedro Solbes han sido los grandes ministros de economía de los gobiernos PSOE lo dice casi todo. No parece que Miguel Sebastián se aleje de ese escenario.
Los jueces desde luego no fueron ningún grupo aparte de la operación diseñada. La lucha de clases, los enfrentamientos sociales y políticos, no se quedan en la puerta de la independendencia judicial.
La pequeña gran diferencia ha marcado la evolución política en nuestro país. Falange esta permitida, los jueces actúan como actúan, los grandes empresarios siguen pensando en el país como un cortijo, la mayor terrateniente de España es condecorada por la Junta «socialista» de Andalucía y así siguiendo porque en España no hubo ni ruptura ni pacto para conseguirla sino una estafa política dirigida por los poderes de siempre, con la aquiescencia de fuerzas políticas que nunca debieron tener ese comportamiento o cuando menos no tenían que haber dado gato por liebre. Se llegó a decir que los Pactos de la Monclea representaban un novedoso camino para acercanos al socialismo.
Una situación que da cuenta de muchas cosas que hemos tragado y vomitado. En la fiesta de Treball de finales de los setenta, militantes del PSUC que llevaban banderas republicanas eran perseguidos a boinazos y estacadas por servicios de orden que no eran precisamente de la Policia Armada neofranquista sino miembros convencidos del glorioso partido que organizaba aquel encuentro que, por cierto, movilizaba a media Barcelona activa que no quería ser radiactiva.
PS: Un magnífico artículo de Ignacio Romo publicado el jueves (22 de abril) en Público [4] viene acompañado de una foto que ilustra lo que ha sido nuestra transición política. Cinco personas en la fotografía. Presto la atención en sólo dos de ellas. La tercera ha fallecido recientemente; mejor no comentar. La segunda por la derecha, con la mano levantada en saludo fascista, y con indumentaria falangista es Martín Villa. Es conocido su historial posterior. Gobernador civil de Barcelona, poderoso ministro con la UCD, mandatario de la multinacional ENDESA (o afín) si no ando errado, con actuaciones chulestas y prepotentes en Chile y, finalmente, no sé si sigue siéndolo, presidente de Sogecable, un de las empresas del grupo PRISA. Ni que decir tiene que no ha tenido que pasar cuentas por nada. El 14 de abril, según varias informaciones, almorzó en el reservado de un conocido restaurante madrileño. Estuvo acompañado por Santiago Carrillo, un viejo y sabio periodista, afiliado o simpartizante del PSOE, que hace más de 35 años jugó un papel decisivo en los Pactos de la transición.
Notas:
[1] V. Navarro, «Los jueves y las víctimas». Público, 22 de abril de 2010, p. 7
[2] Acaso Navarro se refiera aquí a Pío Moa.
[3] Creo que la desafortunada expresión, enormemente eficaz propagandísticamente y ocultadora de las intenciones reales, fue acuñada por Santiago Carrillo.
[4] Ignacio Romo, «Un maestro en la mezcla de política negocio y deporte». Público, p. 53.
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