Los del global no paran, lo tienen entre ceja y ceja… y cuenta de resultados. El futuro está abierto y hay que batallar por él. Debe seguir siendo suyo. No hay día en el que no nos regalen un editorial, tres páginas, alguna portada y cuatro artículos de fondo. ¿La temática y sus tesis? Las […]
Los del global no paran, lo tienen entre ceja y ceja… y cuenta de resultados. El futuro está abierto y hay que batallar por él. Debe seguir siendo suyo. No hay día en el que no nos regalen un editorial, tres páginas, alguna portada y cuatro artículos de fondo. ¿La temática y sus tesis? Las esperables: los de Podemos son también parte de la casta, no se libran de corrupciones y delirios de poder y grandeza, y, cuando no toca esa tecla por cansina, vista y agotada, toca la de quiméricos, desinformados, irrealistas, teóricos sin solidez práctica, gentes irresponsables que nos van a conducir al desastre en ausencia de programa e ideas económicas a pesar de que incluso columnistas del Financial Times sostienen que propuestas económicas de la nueva formación como la reestructuración de la deuda y la reactivación de la inversión pública no sólo no son una peligrosa utopía sino una alternativa de sentido común.
El pasado lunes intervino en «la faena» uno de los intelectuales orgánicos del Régimen en descomposición, Santos Julià [SJ]. El título de su artículo: «Mucha frase, ningún discurso» [1]. ¿Hablaba del PSOE, del PP, del Felipe VI, de don Cebrián «el jefe», de don Felipe- ex Gas-Natural-me-aburro [2]? No, nada de eso. Pablo Iglesias es quien está en el centro de su diana. Miremos como construye su sutil, profunda y educada aproximación.
¡Qué gran ocasión perdida! ¡Cuánto capital dilapidado!, así abre SJ. Y eso, prosigue, dándoselas de enterado, «que todo se había preparado minuciosamente para marcar con piedra blanca el momento inaugural de un mandato arrasador». Debe ser que piensa en algún discurso de los 80 de su amigo don Felipe.
Cierto es, prosigue, «que algunas prácticas políticas muy recientes no presagiaban nada bueno». ¿Qué prácticas? Estas: «la autoselección de los mejores como núcleo fuerte de poder bajo la apariencia de equipo técnico; la elaboración de las ponencias por una vanguardia sólidamente establecida en la cumbre de la organización al más puro estilo bolchevique; el sistema de votación de las tres ponencias en bloque, sin resquicio para la discusión o la enmienda de sus contenidos ni para dar el voto a una y negarlo a otra». Y no sólo eso: también «el ostracismo de los perdedores, empujados a los márgenes por el elocuente mandato de echarse a un lado.» ¿Ostracismo? ¿Empujados a los márgenes? ¿Mandato de echarse a un lado? ¿De qué estará hablando realmente don SJ? ¿De algún congreso del PSOE de los años setenta y ochenta?
Para dárselas de comentarista agudo y crítico al que no se le escapa ni una añade: «Incluso la composición de las fotos, con el secretario general rodeado en semicírculo por la elite dirigente, bien ordenada según el rango jerárquico previamente establecido, con indicios ya de algún codazo para no perder la primera posición a derecha e izquierda del líder». Vómitos mad n SJ. Piensan algunos que todos son de su condición.
En definitiva, concluye satisfecho de conocerse a sí mismo y de su inmensa lucidez teórica y su saber inigualable, «una mezcla de asambleas, consejos y vanguardia que recuerdan por igual el asambleísmo universitario, los sóviets o consejos de soldados, obreros y campesinos, y el centralismo democrático del socialismo real», eso sí, añade, «con las novedades de un uso masivo de la Red, la activa presencia en tertulias de televisión, cuanto más vociferantes, mejor, y la empalagosa cursilería de las llamadas a la ilusión, la alegría y la felicidad». Dos, tres, cien, mil en uno, como el misterio renovado de la ST (o de SJ). ¡Mezcla todo que algo queda siempre! Asambleismo, soviets, centralismo democrático, socialismo real, red, tertulias, intervenciones vociferantes, cursilería… ¡Manolo, otra de bravas por favor! ¡Maríta una de patatas fritas!
Quedaba, prosigue SJ, la gran asamblea inaugural, que alguien le habrá contado seguramente. Con la consagración, afirma, «del líder como secretario general» y añade «curioso que en este punto no hayan encontrado algún eufemismo que apague los ecos más bien siniestros de tal denominación, grado supremo de las castas políticas que en el mundo son, han sido y serán». ¿Lo dice él, don SJ? ¿Hablaría en estos términos de algún secretario general del PSOE por ejemplo? ¿Qué hubiera dicho si hubieran usado otros términos? Efectivamente, lo mismo o algo parecido.
Luego llegó, afirma, «el discurso anunciando la nueva política, sus contenidos y sus formas». Su afable y cinematográfico análisis:
«El recién ungido avanzó hacia el estrado en medio del aplauso general, se situó tras el atril inclinando el cuerpo ligeramente adelante y sujetando bien los estribos, y después de un largo y algo tedioso turno de agradecimientos a los ¿camaradas? ¿compañeros? llegados de otras partes del mundo o de otros horizontes políticos», y, después de ello, «se dispuso a tomar la palabra anunciando ese nuevo tiempo en el que ya no vale identificarse como de izquierda ni de derecha, sino como lo contrario de la casta que se perpetua a derecha e izquierda». ¿Habla SJ de compañeros, de camaradas? ¿Estamos soñando o despiertos y en manos del genio maléfico y omnipotente cartesiano? ¿Qué puede reprochar él sobre el uso o no uso de esos términos? Y en cuanto a la izquierda o derecha, ¿aún no se ha enterado don SJ que para muchos ciudadanos y ciudadanas el PSOE, sus prácticas políticas, no son percibidas como representativas de ninguna concepción de izquierda, que no pueden serlo?
Sobre su análisis del discurso, ya podemos imaginarnos algunos de los referentes y nombres: «¿Un discurso populista, al modo de Chávez o Maduro? ¿Un discurso bolchevique, en las variedades de Lenin o de Trotski? ¿Un discurso republicano, al estilo de Azaña o de Prieto?» No, señala, nada de eso, como si no pudieran existir otro tipo de aproximaciones y discursos. «Ni populista, ni bolchevique, ni republicano» afirma. Añade: «por no ser, el discurso no fue siquiera discurso». No, ¿qué fue entonces? «Una yuxtaposición desordenada de frases, leídas de carrerilla con la entonación y pausas bien medidas tras repetidas aceleraciones, signo inequívoco de que el hablante esperaba recibir al final de cada una de ellas la ovación de los asistentes a una asamblea presuntamente participativa». ¡Ni siquiera un discurso! ¿Lo habrá escuchado realmente don SJ? ¿Yuxtaposición desordenada de frases? ¿Estaría pensando en el artículo que estaba escribiendo y que aquí estamos comentamos? Por cierto, ¿qué opinará entonces, que debería opinar don SJ del discurso del pasado martes 24 de noviembre de don Artur Mas?
Y vaya si obtuvo la ovación comenta SJ: «en una intervención de apenas 20 minutos, el orador arrancó en más de 30 ocasiones el aplauso de los representantes de esta original democracia de asambleas y consejos, que celebraban con entusiasmo bien una muestra de firmeza frente al enemigo». ¿Sabrá contar en base decimal don SJ o utiliza otra base numérica? ¿Habrá contado de hecho? No fueron más de 30, no fueron 20 minutos pero… ¡eso qué importa! Escribe, denuncia, tergiversa, acumula adjetivos e insultos, que algo queda. Hay que batir al enemigo sea como sea. Ese es el punto y la diana
Luego vienen sus sarcasmos desde una posición política, la suya, donde sólo existe lo de siempre, la subordinación y el Régimen de la Restauración: «no tenemos miedo, es JP Morgan quien debe tenerlo; bien una ocurrencia verbal: los emprendedores cargados de deuda serán desde ahora emprendeudores; bien una propuesta inédita de rigor fiscal: que paguen los ricos; o una originalísima aportación teórica para poner fin al debate sobre Cataluña: España como país de países, o mejor país de naciones», extremo, añade con una descalificación ad hominem que para sí quisieran gentes de derecha extrema, «sobre el que todavía no lo tiene del todo claro este ocurrente muñidor de frases sonoras, pronunciadas con el ceño fruncido para mejor subrayar su seriedad y trascendencia». Está hablando aunque no lo parezca de PI, no habla de él mismo, de Santos Julià, de don Cebrián fondo-buitre o de don Felipe-me-aburro-en-Gas-Natural
Es evidente, va concluyendo, que el nuevo secretario general, «a la espera de asaltar los cielos para conquistar la tierra, ha subvertido la oratoria política». ¡Qué sabrá o qué recordará don SJ de asaltar los cielos! Más aún, no es suficiente con lo anterior. «Fuera la estructura y las figuras del discurso, fuera el análisis de una situación y los concretos contenidos de una política, fuera la palabra que suscita una adhesión de la voluntad como resultado de una iluminación de la razón, fuera en resumen, el discurso mismo». Es poco, es muy flojo, hay que dar más duro, esto va de machos formados en el combate: «Frases, solo frases, escritas de antemano y leídas de corrido, una detrás de otra, con el único propósito de cosechar el aplauso, suprema manifestación de una ciudadanía participativa». De paso, bazofia contra los asistentes al encuentro. Gentes como don SJ no se mueven y actúan de forma tan pueblerina.
El punto final, por si quedara algo pendiente: «Frases cortas, que son las únicas que soportan telespectadores y tuiteros; frases contundentes, que ponen de los nervios a los contrincantes de las tertulias; frases a modo de consignas, muy eficaces para entusiasmar a un público que toma por agudeza de ingenio o por receta infalible lo que no es más que fuego de artificio», no como sus sesudos, razonables y medidos argumentos. «Frases, en fin, que suministran titulares a mansalva para los diarios digitales de esa misma tarde. Estragos producidos en el discurso político por la televisión y los tuits». ¿Qué tendrá este hombre contra los diarios digitales, los tuits y los discursos políticos, si son discursos y son políticos, en televisión? La Academia, sólo la Academia pasada por su bisturí. Lo demás es populacho.
Si ese es el mañana prometido -¿ése es el mañana prometido?, ¿por quién?, ¿de qué mañana habla don SJ?- «no cabe duda de que pertenece a Pablo Iglesias, un secretario general maestro, hasta hoy, en el arte de soltar frases sin pronunciar discurso alguno». No creo que sea el caso de PI pero me da que en lugar de hablar de él, don SJ está hablando de sí mismo y de sus interesantísimos y profundos artículos. Los intelectuales orgánicos son así, en general, están hechos de esa pasta innoble.
En definitiva: falsean, argumentan falazmente, les preocupan. Podemos, sea cual sea nuestra opinión y posición respecto a la nueva formación política, no debe estar haciéndolo muy mal. Van a por ellos… pero no podrán. Detrás de esa formación y de otras formaciones de izquierda como IU estamos muchos millones de ciudadanos y ciudadanas.
PS1. Un texto de Manuel Sacristán de 1976 puede ayudarnos a ubicarnos:
» El sociólogo Helmut Schelsky ha afirmado que la FER se proponía implantar una «tiranía profética» en cuya preparación Meinhof desempeñaba el papel de «sacerdotisa de la violencia». Seguramente la lectura de las pocas páginas de esta antología [ Pequeña Antología ] bastará para mostrar la implausibilidad de esa interpretación, la incoherencia entre la figura que él dibuja y las raíces filosóficas de Ulrike Meinhof. (Otros pensamos dicho sea de paso, que los catedráticos reaccionarios son levitas de una hierocracia parasitaria de letratenientes.)»
PS2. ¿Se acuerdan de los términos usados? Bolchevismo, centralismo democrático, jerarquía, secretario general con mando en plaza, la ortodoxia de siempre, etc. Pues bien, el martes ya no tocaba eso. La melodía, en portada, era otra: «Círculos que crecen sobre emociones. Podemos se expande de forma etérea por España, con una estructura tan heterodoxa como indefinida… No hay requisitos para participar, ni cuotas, ni inscripción. Basta con presentarse y hablar». ¿Todo vale? Efectivamente, todo vale.
Notas:
[1] http://elpais.com/elpais/2014/11/21/opinion/1416562246_648699.html
[2] Es imprescindible ver o volver a ver la forma en que Gerardo Iglesias habló del exsecretario general del PSOE en la entrevista de «Salvados» del pasado domingo 23 de noviembre.