Hay asuntos que parecen haber llegado a nuestras vidas para instalarse cómodamente en el sofá, poner los pies sobre la mesa, y dormitar. ¿Se acuerdan del aceite de colza, en los años 80? Hubo más de tres mil muertos y 60.000 intoxicados que arrastraron su enfermedad durante años. La Justicia tardó dieciséis años en dictar una condena leva que en ningún caso reparó las graves secuelas de familias enteras, ahora agrupadas en la plataforma Seguimos Viviendo.
La sociedad indefensa necesita una Ley integral del amianto y un Plan estatal de residuos y erradicación del asbesto
Algo similar ocurre con el amianto, una sustancia tóxica, venenosa, de la que todos hemos oído hablar, como un run run lejano, como quien oye llover. El amianto, o asbesto, es un mineral compuesto por silicatos de magnesio, cobre o hierro, usado en la construcción en tuberías, depósitos de agua y las famosas planchas de Uralita. ¿Quién no tiene alguna en el tejado?
Pues bien, el amianto fue catalogado como producto cancerígeno del grupo 1 en 1977 por la Organización Mundial de la Salud, según la cual, “todos los tipos de amianto causan cáncer de pulmón, mesotelioma, cáncer de laringe y de ovario, y asbestosis (fibrosis de los pulmones)”.
El amianto fue prohibido por el Parlamento Europeo en 1979 —¡hace cuarenta años!— y unas cuantas veces después, en resoluciones olímpicamente ignoradas; y ahí sigue —tras haber finalizado su vida útil, estimada en 30 años— intoxicando millones de viviendas, escuelas o pabellones deportivos.
Ahí sigue esta “telaraña global, presente en vertidos ilegales urbanos y rurales, fibrocemento por doquier, en tejados de viviendas y naves industriales, en tuberías de abastecimiento de agua; proyectados de amianto en estructuras; y miles de edificaciones públicas y privadas: un volumen estimado de dos mil seiscientas toneladas de amianto en toda España”, según los promotores de la Ley integral del amianto.
Seguir respirando amianto no es una opción en un país que se proclama a la vanguardia de la Transición Verde. Estamos ante un “desastre global”, una pandemia ecológica que ha costado miles de vidas y prevé un horizonte de 130.000 muertes en España antes de 2050, y casi 90.000 muertes en Europa cada año.
Ante esta situación no podemos seguir en el sofá, con los pies sobre la mesa, oyendo llover: la sociedad indefensa ante la pandemia del amianto necesita una solución, una respuesta integral, moderna y eficaz. Una Ley integral del amianto capaz de la detección activa y precoz de mesoteliomas y cáncer bronco-pulmonar; un Plan estatal de erradicación segura del asbesto y un plan estatal de gestión y control de residuos con amianto, cuya huella peligrosa persiste durante muchos años.
Y una reflexión final: la necesidad de cuestionar una industria (construcción, nuclear, farmacéutica, cementera, alimentaria y otras) que, demasiadas veces, juega a vivir peligrosamente: juega con nuestra salud presente y futura. A pesar de todo, la primavera avanza.