Se trata de un negocio millonario con algunos beneficiados y un sin número de damnificados, entre ellos uno de los recursos naturales más importantes del planeta y propio de América Latina: el Río Paraná. Comienza en el estado de São Paulo de la confluencia del río Grande y el río Paranaíba. Desciende para marcar el […]
Se trata de un negocio millonario con algunos beneficiados y un sin número de damnificados, entre ellos uno de los recursos naturales más importantes del planeta y propio de América Latina: el Río Paraná.
Comienza en el estado de São Paulo de la confluencia del río Grande y el río Paranaíba. Desciende para marcar el límite fronterizo entre Paraguay y Brasil. Recibe las aguas del Río Iguazú y traza el límite entre Argentina y Paraguay. Desde allí, sigue bajando hasta llegar al sur y desembocar en el Río de la Plata.
Son kilómetros y kilómetros de agua que atraviesan diferentes países, que atraviesan al Mercado Común del Sur (Mercosur). Trayectos que no sólo configuran paisajes inolvidables sino que también cumplen un rol específico en el equilibrio natural de cada espacio.
En medio de esto, el hombre realiza múltiples actividades que no dañan este recurso y que forman parte de las diferentes culturas.
Sin embargo, actualmente la precipitada explotación pesquera del sábalo en el Río Paraná es un hecho concreto que provoca un daño irreversible al medio ambiente. En este contexto, aquellos que pescan sin límites y se enriquecen con el comercio de esta especie, no parecen preocuparse por lo que implica su accionar, estando resguardados por los vacíos legales propios de nuestro sistema.
Carentes de políticas que resguarden al Río Paraná, este abuso continúa y se lo conoce como «El gran negocio del Sábalo». Los medios de comunicación originarios de las provincias de Santa Fe y Entre Ríos evidencian que se comercializan alrededor de 80 mil toneladas de pescado de río, la mitad de ellas, en negro, evadiendo controles e impuestos. Tales cantidades de pescado se exportan principalmente a Brasil, Colombia y Nigeria.
René R. Marconi, en una nota titulada «El papel de sábalo en el ecosistema del Paraná», hace referencia de forma directa a este conflicto y a una publicación de un periodista de la CNN, quien dio a conocer la ruta del negocio del sábalo. «La sorpresa estaba en que los cargamentos de pescado aparecían en Italia y Bélgica a un precio al público de hasta 6 dólares el kg, por lo que se piensa que el país africano y buena parte del que va a Brasil, es sólo una etapa de una fabulosa triangulación que rinde enormes dividendos a un pequeño grupo de empresas, algunas de ellas con viejos antecedentes en negocios que supieron estar considerados como non sanctos, tales como el contrabando y el narcotráfico. Mientras tanto, al pescador se le sigue pagando los exiguos 20 a 50 centavos por kg y aún menos».
Esta circunstancia no puede analizarse sin contemplar la importancia que tiene esta especie dentro del ecosistema del Paraná. El sábalo es un actor destacado y estructural en el funcionamiento del río, es quien procesa sus aguas para garantizar su calidad y a la vez, permite la presencia de vida en ellas mientras que se convierte en el alimento de otros peces.
El sitio MAINUMBI (www.alertaverde.com) explica que «esta especie íctica juega un papel clave en el sostén del ecosistema del Paraná. Si no existiera un agente que procese todo este caudal de materia, el río vería literalmente pudrirse sus aguas, y por consiguiente se asemejaría al Riachuelo, es decir, no habría oxígeno suficiente para que pueda nadar ninguna especie por sus aguas. Para dar una solución a este problema, el ecosistema cuenta con el sábalo, que por su gran número, y por servirse del alimento que se halla en el barro del fondo al que literalmente procesa, evita la contaminación que se produciría de no existir esta especie».
Asimismo sus crías sirven como alimento a los peces que ocupan los lugares más altos de la cadena alimentaria del río, los pequeños juveniles de sábalo son el sustento de más de veinte especies, como pueden ser el Dorado y el Surubí. A su vez, los que viajan río abajo son los consumidores de los huevos que han depositado las hembras.
Son estas razones las que permiten afirmar que el principal damnificado por este «abuso pesquero» es el Río Paraná. Un recurso que pierde su principal agente de mantenimiento y junto con ello, siente la amenaza inminente de desaparecer como recurso natural.
La inmediatez de esta problemática también involucra a los miles de pescadores de subsistencia y sus familias que vuelven de pescar con las canoas vacías hasta los pequeños y medianos comerciantes de pescado y operadores turísticos que poco y nada tienen que ofrecer a sus tradicionales clientes. Dentro de este conjunto de actores perjudicados no puede dejar de mencionarse a los pescadores indígenas quienes de la pesca se alimentan y mantienen diferentes actividades de los beneficios y posibilidades que brinda este recurso natural.
Por otra parte, el director general del portal PROTEGER. S.O.S Río Paraná, Jorge Cappato hizo mención directa de este caso en el Foro del Agua del Defensor del Pueblo de la Nación, explicando que «hoy el sábalo es el pescado más exportado de la Argentina después de la merluza, un pescado de mar. Pero el río Paraná no es un mar y la extracción de pescados para exportación a una tasa insostenible conduce al inevitable colapso de la principal pesquería continental del país».
En esta cadena de actores, los responsables del daño provocado son los frigoríficos de Entre Ríos y Santa Fe. Dentro de los nombres dados a conocer se encuentran: Epuyen S.A del Sr. Poletti, Pescanor, Fish Cong de los Zapallos, El Timón, Don Quito y Mar-Fig de Gaboto.
Un informe publicado por el Diario El Litoral de la ciudad argentina de Santa Fe daba cuenta de algunos detalles de cómo se desarrolla este millonario negocio, especificando que «los cargamentos de pescado salen, en su gran mayoría, de las orillas de San Javier, Cayastá, Santa Fe, Puerto Aragón, Gaboto y Rosario. En la vecina Entre Ríos, los principales puntos son Victoria, Rincón del Nogoyá, Diamante y Paraná. El cargamento de pescado es trasladado en camiones refrigerados pertenecientes -en su mayoría- a infractores reiterados, que compran piezas de tamaño menor a la talla reproductiva. Una vez en la ruta, esos transportes pasan los controles sin demasiados inconvenientes, y tienen como destino, frigoríficos del sur de Santa Fe y de Entre Ríos que exportan a otros países».
En este contexto, los hechos y medidas no son consecuentes con la complejidad del problema. Frente al creciente conocimiento de tal alarmante situación y el accionar de ambientalistas y periodistas, se logró que en enero de 2007 el gobernador de Santa Fe, Jorge Obeid, autorizara la veda total de la captura pesquera por tres meses. Se formó una mesa de acuerdo con Entre Ríos y se pidió la suspensión de las exportaciones vinculadas a la pesca de río por ocho meses, presentando así un aparente intento por la recuperación del recurso.
Sin embargo, sería cuestión de tiempo para que el levantamiento de la suspensión de las exportaciones de sábalo se convirtiera en un hecho. «Sorprendentemente menos de seis meses más tarde, que según expertos es un período insuficiente en vistas de alcanzar el objetivo de la veda, el Ministerio de Economía de la Nación autorizó la reapertura de la exportación de sábalos, fijando un cupo máximo de 8000 toneladas para lo que queda del 2007», informó Greenpeace.
Para Carlos Pecorari, representante de los clubes de Pesca, «Se ha violado la Ley de Pesca 12.212, que en el artículo 36 dice que la provincia puede hacer convenios pero con una previa consulta al Consejo Provincial Pesquero».
En «La Codicia que seca el río», Jorge Riani mediante las palabras de especialistas e implicados en el tema indica que «la situación de sobreexplotación lleva a un estado de alerta. Es por eso que investigadores del Conicet apuntan, sin dudas, que la falta de responsabilidad ante las pesquerías del Paraná conduce al colapso. Biólogos y proteccionistas consultados coincidieron en señalar que, según las versiones circulantes, la suma de los frigoríficos está bajo las mismas manos. El negocio está concentrado y las riquezas son tan voluminosas que logran frenar cualquier tipo de accionar estatal que las amenace».
Por su parte, el director de la Fundación PROTEGER, coordinador nacional del Comité Argentino de la Unión Mundial para la Naturaleza (UICN) y Punto Focal para la Argentina de la Convención Ramsar , Jorge Capatto expresó en una de sus notas de opinión que «el Sr. Poletti , dueño de Epuyen, sigue matando los sábalos del Paraná porque el Sr. Busti (Gobernador de Entre Ríos) decidió dar marcha atrás con el cese de la exportación de Entre Ríos y desoír al gobierno nacional, noticia que no ocupa ni dos renglones de la prensa nacional…».
Esta ausencia de la problemática en los medios nacionales resulta significativa y poco casual. Pareciera encubrir la falta de medidas que preserven el ambiente y los recursos naturales, permitiendo el abuso y la explotación en manos de unos pocos.
Idea que no puede dejar de contemplarse, más aún teniendo en cuenta el artículo 41 de la Constitución Nacional donde se especifica y resguarda que «El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de recomponer, según lo establezca la ley. Las autoridades proveerán a la protección de este derecho, a la utilización racional de los recursos naturales, a la preservación del patrimonio natural y cultural y de la diversidad biológica, y a la información y educación ambientales».
Se está frente a una situación que implica un accionar rápido y consistente, que por sobre todo, logre colocar como tema de agenda la precipitada explotación pesquera del sábalo en el Río Paraná. Se trata tanto del abuso por parte de los frigoríficos como del daño creciente y constante que se efectúa sobre uno de los recursos más importantes del planeta. En pocos años, se terminará con todo tipo de emprendimientos dependientes del río, la desaparición de las especies será un hecho concreto y el deterioro ecológico irreversible. Será un río sin vida, con agua muerta.