Con el recurso de la tecnología y las redes, Sociedad Futura pudo entrevistar Nicolás González Varela, filósofo argentino radicado en Sevilla. A lo largo de una interesante charla recuerda su formación en la izquierda argentina de los años ochenta, sus comienzos en la investigación y también reflexiona sobre las consecuencias políticas de la posmodernidad. Sociedad […]
Con el recurso de la tecnología y las redes, Sociedad Futura pudo entrevistar Nicolás González Varela, filósofo argentino radicado en Sevilla. A lo largo de una interesante charla recuerda su formación en la izquierda argentina de los años ochenta, sus comienzos en la investigación y también reflexiona sobre las consecuencias políticas de la posmodernidad.
Sociedad Futura: Antes que nada, Nicolás queremos agradecerte por este tiempo para respondernos tan amablemente. Comencemos la entrevista por una contextualización de tu formación en Argentina.
Nicolás González Varela: Mi formación básicamente la puedo pensar como extrainstitucional y como político-filosófica antes que filosófica-política. Formalmente estudié filosofía en la Universidad de Morón. Mi secundario, paradójicamente, es industrial y aeronáutico. Mientras estudiaba, militaba. Eran épocas de la dictadura, donde la militancia le podía costar a uno la vida.
También hacíamos política universitaria. Luego seguí la formación en la Universidad de Buenos Aires. En esta tuve la oportunidad de ser docente del Ciclo Básico Común, en la materia de Pensamiento Científico y Ciencia Política. También hice bastantes cursos de extensión universitaria en la Facultad de Filosofía de la UBA. Luego fui editor en la editorial universitaria EUDEBA, también trabajé para la CONABIP que regula las bibliotecas populares y en la Secretaría de Comunicación, en un área de publicaciones, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Después en la parte de escritura y publicaciones, mis comienzos fueron como crítico literario y cultural.Empecé muy jovencito en la revista Babel. También escribí para Crisis, Cuadernos del Sur y, finalmente, en el Diario Perfil, en la primera y en la segunda época.
Mi militancia política empezó en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), yo luchaba contra la dictadura en el año 1981-82. En el 83 fui candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires por el Movimiento al Socialismo (MAS), continuador del PST. Creo que fui el candidato más joven de esas elecciones, tenía 23. Estuve en la comisión de economía del comité central del MAS. Después me alejé, en los años 86-87. Y después hice un recorrido más independiente de izquierda.
Tuve la oportunidad de conocer ese maravilloso laboratorio político que fue el complejo Gandhi, la revista Ciudad Futura y el Club de Cultura Socialista. Todos esos intelectuales, te diría, no conformistas, que buscaban ese espacio entre el PC y el peronismo. Hay un nicho ideológico que en muchos casos no había sido tomado en cuenta. Ahí tuve la oportunidad de conocer Aricó, Portantiero, De Ipola, Nun, la gente que traía el club de Italia, Marramao, a Paramio, del ala izquierda del primer PSOE. Fue una época dorada de la intelectualidad de la izquierda argentina.
SF: Este vínculo con el Club de Cultura Socialista, Aricó y una constelación de ideas de izquierda, ¿cuán ligado está al concepto de lo extrainstitucional, en las fronteras de la academia, en la búsqueda de conocimiento?
NGV: Si, realmente, el universo, esa herradura de pensamiento socialista, que incluía el club, la revista, el foro de Gandhi, que tenía contacto con la fundación Ebert, con la revista Nueva Sociedad, era una especie de universo que funcionaba efectivamente como una cátedra universitaria paralela. Seguramente Aricó y todos los componentes, habían encontrado una forma de hacer alta teoría con un curriculum y con unas finalidades que no dependían de una institución universitaria. Además al estar tan cercanos al campo político, eran enormemente productivos y complementamente autónomos de cualquier instinto corporativos. Aunque nunca lo explicitaron, funcionaron como una auténtica cátedra paralela. A mi me hacían acordar, con todas las distancias de la época, a los jóvenes hegelianos. Esta especie de universidad paralela ligada a la política
SF: Podríamos hacer un paralelo con la experiencia extra institucional, no conformista, del complejo Gandhi y el Club de Cultura Socialista con tu forma de trabajo teórico.
NGV: Tenés que pensar que yo vengo de la praxis política, no tanto de la academia o el olimpo teórico. Yo comprobaba en la práctica, en el diseño institucional de la izquierda que necesitábamos una crítica de la ideología, uno de los frentes de cualquier pensamiento crítico, casi decisivo y sincrónico de los frentes que tiene el propio Marx. Y la crítica a la ideología implicaba dos cosas: Combatir la colonización del pensamiento emancipatorio por, lo que podríamos llamar, el universo posmoderno. Esta colonización, invasión capilar, híbrida, entre las sombras, del principio esperanza, era sintomático de otra carencia que era similar y que necesitaba un trabajo paralelo: qué pasaba con la recepción defectuosa, oblicua, del pensamiento de Marx y, en general, del pensamiento liberado.
SF: En relación a la pregunta anterior, veo una crítica a la academia y una relación de esta con lecturas «inocentes» de filósofos reaccionarios. ¿Cuánto colabora la academia en la lectura ingenua de autores como Nietzsche y Heidegger?
NGV: Por eso, una de mis principales tareas, ya entrado el siglo XXI, fue combatir los fundamentos teóricos, muchas veces no explícitos, de la posmodernidad. Básicamente son dos pilares, Nietzsche y Heidegger. Empecé por Nietzsche porque me parecía que era un autor en el cual la hermenéutica de la inocencia o la leyenda rosa o la lectura acrítica era más grave en la izquierda posmoderno. Y en segundo lugar, aunque es un autor más difícil y está más limitado a la academia, aunque también tiene gran implicancia en el posmodernismo, avancé con Heidegger.
Paralelo a este trabajo de zapa, de crítica a la ideología, de teoría crítica en el sentido de la escuela de Frankfurt, traté de hacer una relectura, o de comprobar que desconociamos a Marx. En esta tarea intenté, estoy intentando, descubrir un Marx diferente. He traducido textos como el cuaderno Spinoza. En ese combate con Spinoza, implica también a la izquierda posmoderna. Ha sido utilizado un Spinoza, digamos, vitalista, para complementar a Marx o hacer un by pass con la dialéctica de Hegel y Marx. También edité por primera vez al castellano los textos sobre el suicidio de Marx que son de 1840-1846. Ahora estoy con un esbozo de crítica a Friedrich Liszt, el primer pensamiento de nacionalismo-económico que apareció en el mundo de la burguesía. Es un texto poco conocido de Marx, no se incluyó en las obras completas. Creo que este texto es muy importante porque nos permite entender que en su origen, en su inicio, ya Marx tenía un componente anti-nacionalista muy fuerte. Yo entendía la posmodernidad, este proceso, de colonización ideológica dentro del marxismo. Se trataba verdaderamente de un proceso de revolución pasiva en el sentido en el que lo entiende Gramsci. Una auténtica revolución pasiva de la derecha, y se podría enmarcar sus hitos, sus claves ideológicas, e incluso sus etapas. Y parte importante de esta colonización ideológica es la universidad.
SF: ¿Cuál es el hilo de continuidad en tus trabajos? Pareciera haber una afinidad en la selección de tus autores elegidos (Nietzsche, Heidegger, Pessoa, Ezra Pound). En otra entrevista afirmabas que, más que autores irracionalistas, había que pensarlos como autores contra o anti racionalistas.
NGV: En cuanto a lo que vos me hablabas de los pensadores básicos del posmodernismo, en realidad no hay que pensarlos como irracionales, que era la idea luckasiana, sino buscando otro tipo de racionalidad. Son anti o contra iluministas, básicamente. La filiación de nacimiento no se agota en Nietzsche. Por eso he tratado de seguir con otros autores que se han utilizado para completar el torso
SF: Vos citaste a Luckacs, al conocer tu trabajo se me viene a la mente un clásico libro pionero sobre el tema, hoy agotado, «El asalto a la razón». ¿Cuál es tu diferencia con la hipótesis luckasiana?
NGV: El problema de Luckacs es que ese libro tiene un marco que está pensando en explicar que Alemania tiene una vía particular de desarrollo que repercute en su teoría filosófica peculiar. El subsume a esta especie de metafilosofía de la historia a todos los autores, de Celine a Nietzsche. Aunque yo creo que fue la primera vez que yo vi que alguien dijera que Nietzsche era un reaccionario, no llega a profundizar. Nietzsche está usado para ilustrar esta tesis del camino peculiar de Alemania que desembocó en el nacional-socialismo.
SF: ¿Nos podríamos centrar ahora en las consecuencias políticas de estas teorías? Salió en inglés un libro de Ronald Beiner sobre los fundamentos ideológicos de la denominada Alt-Right y Steve Bannon donde llega a conclusiones similares a las tuyas. ¿Qué opinión te merece esta lectura?
NGV: El triunfo de Trump ha puesto al alcance de la opinión pública el fundamento reaccionario de la política posmoderna pero es una tema que se arrastra de tiempo atrás. Pensemos a los primeros que definen al «hombre posmoderno», es el círculo de George, George-Kreis, y ellos fundamentan la idea del hombre posmoderno en base al superhombre nietzsche. Las ideas supremacistas, los separatismos, la Europa de las mil banderas, son todas pequeñas consecuencias de diferentes autores de segunda y tercera línea. Ya no puede reclamarse a Nietzsche que era un reaccionario pero internacionalista. Pero también toman y beben de nietzscheanos de izquierda y derecha. Mussolini se reconocía nietzscheano, Julius Evola se reconoce nietzscheano. Hay que pensar que Nietzsche es la plataforma y se podría decir que las primeras izquierdas nietzscheanos, de principio de siglo XX, son unos posmodernos ad litteram, como la prehistoria de los posmodernos.
El peligro en el que ha caído la izquierda es que le han incluido, ha sido hipotecada, por deficiencias propias, por una mala recepción de Marx que puede ser política-ideológica, de los fundamentos de estos pensadores reaccionarios. El libro de Beiner viene, más bien, a cubrir un déficit que había en lengua inglesa. El posmodernismo tuvo una expansión en las universidades norteamericanas impresionante. A través de los famosos estudios culturales, las cátedras de crítica literaria, y terminó expandiéndose a toda la nueva izquierda. En España pasa lo mismo. Yo cuando critico a, por ejemplo, Blanchot, que ha sido totalmente blanqueado y recuperado por cierta izquierda española. Carl Schmitt tuvo un renacimiento en la izquierda italiana que llegó a Argentina incluso lo utilizaban acriticamente intelectuales formados con Lucio Colleti como Jorge Dotti. En fin, toda esta melange ideológica de no correspondencia, de fallidos intentos de completar el torso incompleto de Marx, porque esa es la idea.
Podemos incluir aquí el marxismo analítico, que estuvo muy de moda en los ochenta, que intenta complementar con la microeconomía neoliberal el pensamiento económico de Marx. Son todas capas de corrientes revisionistas que llegaron a una maduración que perfectamente puede ser Trump o Dugin y el neoeslavismo de Putin.
SF: Por último, sobre tu método de trabajo. Si algo es distintivo en tu obra es la rigurosidad y la lectura minuciosa con los autores. ¿Hay una meta intención detrás? Esto también se observa en tu método de exposición, premeditada. Recuerdo una entrevista donde hacías elogio de la cita como anti-diletantismo. ¿Es acaso esto una posición filosófico-política?
NGV: Con el método de trabajo, sí, tenés razón. Contra la forma de escritura, hago un metarrelato, que, por cierto, los posmodernistas como Lyotard criticaban esta idea del metarécit, donde al revés del posmoderna, yo uso la cita como arma ideológica. Porque la posmodernidad, justamente, se basa en que no hay ninguna verdad, ni siquiera universal. Todo depende del punto de vista, todo es interpretación. Hay que leer todo como si fuera música. Una frase famosa de Foucault sobre Nietzsche. Entonces la rigurosidad que me impongo es un dispositivo anti-posmoderno pero yo trato de darle una doble dosis de ilustración en el combate ideológico. Las citas son muy importante, la rigurosidad con respecto a las fuentes es uno de los sellos personales y más característicos de Marx que podía estar días buscando una cita como contaba Engels.