El 14-O será recordado como un día fatídico para los derechos y libertades democráticos del Estado español y por el inicio de una nueva fase antirrepresiva. La condena entre 9 y 13 años de prisión por sedición y malversación a los líderes independentistas es un punto de inflexión. La sentencia es la expresión de un […]
El 14-O será recordado como un día fatídico para los derechos y libertades democráticos del Estado español y por el inicio de una nueva fase antirrepresiva.
La condena entre 9 y 13 años de prisión por sedición y malversación a los líderes independentistas es un punto de inflexión. La sentencia es la expresión de un fracaso profundo de la política. Una situación que nunca tendría que haber llegado a los tribunales ni pasar por la represión a un movimiento pacífico y democrático. Las ideas no se encarcelan sino que se debaten. En este sentido, la prisión y la represión nunca pueden ser la solución de un conflicto que es político. El legítimo derecho de protesta, de reunión, de manifestación y de expresión es interpretado por el Supremo como un levantamiento tumultuario en una sentencia que agrava el abismo con el Estado. Una sentencia, a las puertas de unas elecciones generales de alta tensión política y con la indignación en las calles, que es un torpedo a la convivencia y a la gobernabilidad. La sentencia llega después de dos años de prisión preventiva, de una escalada represiva contra la disidencia pacífica y de un juicio donde han quedado en entredicho las garantías democráticas del sistema judicial. En este contexto, el presidente en funciones, Pedro Sánchez, radicaliza su discurso y amenaza, día tras día, con la aplicación del 155 o de la ley de seguridad nacional. Un nuevo giro interesado a la derecha en plena precampaña electoral, donde la resolución dialogada y negociada del conflicto queda arrinconada, y la represión y los recortes de libertades se sitúan como una No solución que empuja hacia la desobediencia civil.
Una sentencia contra una opción política -el independentismo- y contra un derecho ejercido democráticamente -el de la autodeterminación- que marcará el futuro político del Estado, que sirve para reactivar la euroorden contra Carles Puigdemont, que abre la vía del TEDH para las defensas y que ha recibido el rechazo de una amplia mayoría de la sociedad catalana. En este sentido, el Tsunami democrático es la respuesta masiva del soberanismo a la represión. Una campaña de lucha no violenta y de desobediencia pacífica que viene acompañada de las Marchas por la Libertad y de jornadas de huelga general. El Tsunami quiere ser el Momentum en el que lo soberanismo recupere la iniciativa. Al respeto, miles de personas han secundado la acción de bloqueo masivo del aeropuerto del Prat, que la policía ha reprimido con brutalidad.
Una situación que pone el definitivo punto y final a la revolución de las sonrisas y da paso al independentismo de resistencia. Una nueva fase en la que el movimiento independentista, todo y la desorientación política, tiene que sumar aliados -dentro y fuera de Cataluña- en defensa de las libertades y contra la deriva autoritaria del Régimen del 78 para articular un nuevo frente democrático antidepresivo que recupere el espíritu del 1 y el 3-O bajo la bandera de la amnistía, la democracia y la autodeterminación.
Jesús Gellida, politólogo e investigador social
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