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Rebeca Becerra, poeta del Frente Popular en Honduras

La resurrección del lenguaje en la lucha

Fuentes: Rebelión

Conocí a Rebeca Becerra hace muchos años. De lejos claro, a ella le gusta la simplicidad y odia que perturben su soledad conquistada. Es una de las mejores poetas que tiene el país, por no decir la mejor, y es claro que así lo sea, por la exquisitez de su espíritu y por una vida […]

Conocí a Rebeca Becerra hace muchos años. De lejos claro, a ella le gusta la simplicidad y odia que perturben su soledad conquistada. Es una de las mejores poetas que tiene el país, por no decir la mejor, y es claro que así lo sea, por la exquisitez de su espíritu y por una vida llevada sin las convencionalidades, y sin las manidas formas de rendirle culto a la internalización de las normas sociales y obligatorias.

Rebeca ha planteado algo novedoso, y que puede contribuir significativamente al proceso de resistencia que se está operando en Honduras. Los artistas de forma espontanea y generosa han acompañado las luchas del frente popular, y lo han vigorizado con la sabia espiritual de sus creaciones líricas, musicales, teatrales y de otras manifestaciones de carácter folklóricas que aunque no comporten la categorías de obras de arte, hunden sus raíces en las profundas motivaciones y aspiraciones populares.

Sin embargo, el aporte de los artistas debe trascender el carácter transitorio de las eventualidades, y dotar al frente de herramientas teóricas que lo conduzcan a alejarse del territorio minado de clisés, de sofismas, de astucias informativas o de cínicas omisiones con que diariamente nos bombardean los actores secundarios y de reparto de esta mal llamada serie informativa denominada: Democracy Now in Honduras And Yankees Welcome. Debemos caminar por los senderos de la luz, y defender la ética del lenguaje y su verdadera función humanista, y despojar a éste de las reminiscencias colonialistas, a las que acude cíclicamente el régimen de verdad, a falta de imaginación para crear otras categorías semánticas.

La poeta propone el cambio nominal de las instituciones organizativas para dotar a estas del aura espiritual de la democracia, que no existe en categorías léxicas impregnadas de significados verticales, de relaciones de jerarquía y orden, de motivaciones patriarcales o de relaciones de dominio, que no son ajenas a esas realidades abyectas en que unos están arriba y otros están abajo, y en que la horizontalidad es vista con mucho desprecio. Crear un lenguaje particular en el que todos nos reconozcamos, y en el que poco a poco vayamos seduciendo a más y mas personas para que renuncien a ese asaltante sistema de verdad que nos ha arrojado a lo largo de la historia, un saldo impagable de mentiras absolutas, esa parece ser la misión impostergable del artista. Pero la renovación del lenguaje implica además, una revisión sincera y objetiva de viejas y trilladas consignas políticas, que paradójicamente han sido asimiladas por grupos que transitan en otra orbita de intereses, y que acaparan las formas para maquillar un insincero progresismo, pero al momento de los compromisos serios le huyen cobardemente a los contenidos.

El lenguaje rejuvenece la vida. La palabra nunca ha dejado de ser mágica, el rito mágico de las palabras hace aparecer conejos de los sombreros. El poder magnético de las palabras pone en la escena profana al oráculo hebreo, y mediante la palabra, la zarza habla, y hasta las ideas de platón requieren de signos para corresponderse con las cosas. La palabra muerte tiene aparejada una cruz, la palabra paz es el revolotear de una paloma, y la palabra resistencia que la solíamos asociar con las propiedades de la electricidad, hoy usurpa el espacio a la palabra dignidad y lucha, y hoy tiene en el altar de su fervorosa existencia el nombre de sus más preciados mártires y los rostros singulares de los hombres y mujeres que le han apostado a su utopía.

Y es que la propuesta comporta la más grande verdad, en torno a que el lenguaje es la expresión menos visible de dominación, por cuanto lo usamos indistintamente para llamar al amor, a la cocina, a la cama, a los amigos y a la vida y a la muerte y a todas las cosas que nos rodean, pero el lenguaje no es inocente, ni está creado al margen de intencionalidades. El letrero «perros bravos cuidando» es la expresión más clásica de respeto a la sacrosanta propiedad privada. «Hemos actuado con respeto a la constitución» es el pretexto resabido de quienes quitan la vida, asesinan la esperanza y agreden los sueños con un respeto casi religioso a la constitución. Por ello, es que la contribución de los artistas en este momento histórico, se cifra en la tarea inaplazable de crear soluciones coherentes para desenmascarar a los sofistas de ocasión, buscando medios alternativos o espacios públicos para diseccionar el andamiaje de artilugios y de falsedades que contaminan el aire de los pueblos.

Pese a ello, la renovación de la sintaxis y de la semántica no debe abarcar la renuncia a los análisis clásicos que han desenmascarado las formas más sutiles de la explotación, y el uso de su terminología especializada debe fomentarse, para no recurrir inocentemente a conceptos sustitutivos que pretenden emparentarse con aquellos, pero que en el fondo le hurtan la raíz interpretativa y profunda a la develación de las realidades económicas, políticas, sociales y culturales de dominación.

No se puede justificar bajo ningún punto de vista real, que en el actual momento en que ni siquiera se confrontan realidades ideológicas, por la conducta burda de los agentes del Estado y de sus dueños a la sombra que han revertido la mediana civilidad alcanzada, y nos han posicionado en puestos solo comparables con el neolítico o la edad de las cavernas, es impensable que los artistas interioricen tanto en el momento de la creación como en sus vidas públicas una actitud marginal e indiferente al proceso histórico, porque no somos seres atemporales ni nuestras vidas transcurren fuera de los lazos que nos unen con el destino y el quehacer cotidiano de los hombres y las mujeres del mundo. Profética resultó ser la sentencia del pensador romano Cicerón, advirtiendo con ello, que las relaciones en las sociedades siguen iguales patrones, a pesar de los cambios generacionales: La verdad se corrompe tanto por la mentira como por el silencio. En este caso son las palabras las que tienen la última palabra.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.