Para el maestro, compañero y amigo Miguel Candel, por supuesto. Para György Màrkus, in memoriam. Alguien acaba de escribir en este foro que entre e nero y m arzo de 1939 «(…) los catalanes pudieron huir por la frontera» (a Francia). Se ha de precisar eso dicho así, porque sino el que […]
Para György Màrkus, in memoriam.
Alguien acaba de escribir en este foro que entre e nero y m arzo de 1939 «(…) los catalanes pudieron huir por la frontera» (a Francia). Se ha de precisar eso dicho así, porque sino el que unos presuntamente «pudieran» (por «ser» catalanes) y otros no, genera tácitos agravios comparativos, innecesarios. Veamos: 1. Está documentado que, entre e nero y m arzo de 1939, pasaron la frontera a Francia desde Cataluña, unas 450.000 personas, huyendo del avance del Ejército de Franco (entre otros, la División de mi padre, una prima hermana suya, dos tíos, y mi futuro suegro; éste último, el único catalán). 2. De esas 450.000 personas, en torno a 200.000 eran militares del «Ejército Republicano Español de la Región Oriental» (ERERO), q ue la Generalitat denominaba, en sus documentos y alocuciones radiadas, Exèrcit Català de Llevant (¡qué viejo es eso de estar siempre fotent Espanya …!). Entre esos miles soldados del E R ERO habían, por lo menos, cartageneros, albaceteños, aragoneses y madrileños (doy fe). 3. La presencia de más de 170.000 mujeres en ese contingente de 450.000 personas, debería obligar, de suyo, a decir al menos «(…) los catalanes y las catalanas», aunque, sostengo que lo que debería decirse es: «(…) Entre e nero y m arzo de 1939, 450.000 personas (civiles y militares), huyeron a Francia por la frontera de Cataluña».
Xavier Pardo (2016)
El título del libro «El euro: cómo la moneda común amenaza el futuro de Europa» [Joseph Stiglitz] constituye un resumen, creo que acertado, de todos los puntos anteriores, desarrollados por los dos intervinientes [Stiglitz y Castells] en el acto del día 6 [de octubre] en Barcelona. No puedo estar más de acuerdo con ellos. Por lo tanto, no hay mucho que añadir excepto una cierta extrañeza de que alguien como Antoni Castells, que desarrolla un discurso impecable con respecto a la UE y el euro, incurra en flagrante contradicción en otras ocasiones al referirse a Cataluña y a España. En cierto momento de su intervención hizo una observación sumamente aguda. Indicó que los creadores del euro cometieron el error de creer que los desequilibrios en las balanzas de pagos de los países no tendrían importancia, al igual que no la tienen los de las regiones dentro de un Estado. Castells sabe perfectamente a qué se debe tal diferencia: las regiones cuentan con una hacienda pública común (capaz de compensar mediante una política redistributiva los desequilibrios territoriales) de la que carece la Unión Monetaria. Él mismo en otro instante afirmó rotundamente que «una moneda necesita un Estado», lo que es totalmente cierto; pero precisa de un Estado, entre otras razones, porque necesita un presupuesto fiscal y presupuestario unitario que sea capaz de corregir los desequilibrios que la moneda única origina entre sus miembros. Cabe entonces preguntarse por qué Castells quiere para España (ruptura de la hacienda pública) lo que critica de Europa.
Juan Francisco Martín Seco (2016)
Empiezo por una de las iniciativas políticas ciudadanas más importantes de los últimos años. Posible ILP antinuclear. Campaña del Grupo Promotor de una Iniciativa Legislativa Popular para un 2020 libre de nucleares. El enlace del formulario que han creado las compañeras y compañeros, pretenden recoger su opinión y sus posibilidades, es el siguiente: https://docs.google.com/forms/d/e/1FAIpQLSc0Ej2bHKokv3w1IvQjTIiE1QpVDY-ygtdTZjN8HevflhGtgA/viewform?c=0&w=1. Por favor, aunque les robe un poco de tiempo, tres, cuatro minutos, ¡visítenlo! ¡Dejen la sabatina por un momento… o por más momentos si así lo estiman.
Cojo el hilo inicial.
No hace falta explicar las razones de la inclusión de la fotografía. A muchos de nosotros, a gentes de mi generación, el asesinato del trabajador de la SEAT Antonio Ruiz Villalba, a los 33 años de edad, nos golpeó como un huracán diabólico en todos los nudos de nuestra alma. En todos. Gritamos impotentes y enrabietados. Si fuera por mí, sin restar ningún mérito a la decisión de nombrar el pasaje con su nombre, la Gran Vía barcelonesa debería llamarse, deberíamos llamarla, «Gran Vía de Antonio Ruiz Villalba».
No he sido capaz de decidirme entre las dos notas iniciales. Ambas tienen todo lo necesario para incluirse en cualquier antología federalista que se precie, que intente estar a la altura de nuestras circunstancias. ¿No les parece? De hecho iba a incluir estas pequeñas «joyas imperiales»: «Vamos a rodear a China con un sistema de defensa antimisiles». «Quiero defender el fracking» y los ecologistas «deberían buscarse una vida». «Necesitas una posición pública y otra privada». «Mi sueño es un mercado común hemisférico con libre comercio y fronteras abiertas». Son reflexiones de la señora Clinton.
Conviene también recordar en estas fechas la figura de Ferrer i Guardia. Una reflexión de la historiadora Soledad Bengoechea nos puede ayudar: «Ferrer Guardia murió a los cincuenta años, porque, sin ninguna prueba, se le acusó de haber instigado los hechos de la Semana Trágica de julio de 1909. Fue fusilado en Montjuïc, después de un juicio sin garantías a cargo de un tribunal militar, el 13 de octubre de 1909… ¿Sin ninguna prueba?, me pregunto. En el Archivo Antonio Maura, de Madrid, hay depositada una carta, dirigida a Maura, presidente del gobierno en aquella fecha. Enviada desde Barcelona, el remitente fue el industrial y presidente de Fomento del Trabajo Nacional, Luís Muntadas. Muntadas informaba a Maura de que durante los días de la revuelta se vio repetidamente por las calles de Barcelona a Ferrer i Guardia. ¿Se haría servir esta carta para formular la acusación?».
Sobre la exposición del Born, recojo una denuncia de José Luis López Bulla, el ex secretario general de las CCOO de Cataluña: «La dialéctica de los «puños y las pistolas»»:
«El vaso catalán se está colmando de gotas de agua sucia. Algunos comentaristas intentan relativizar beatíficamente su importancia con el manoseado dicho de que esto, aquello y lo otro no son extrapolables sin señalar hacia dónde se extrapola. He llegado a la conclusión provisional de que tales comentaristas son gente intencionadamente despistada. Que no quiere enemistarse con el párvulo gobierno de la Generalitat, ni con sus allegados. Esto, aquello y lo otro son minucias, simples gajes de una situación que pudorosamente llaman compleja. ¿Pero, qué es «esto»? Se trata de la agresión que sufrió el otro día Ramón Luque, un histórico dirigente de IU en Barcelona. Un grupo de matones -herederos de los hermanos Badía- se lió a mamporros contra Luque en los alrededores de la exposición del Franco decapitado. El bueno de Luque, siguiendo los ‘vicios’ de la vieja izquierda, quería explicar a la hostil muchachada las buenas razones de aquella exposición. Ellos, manteniendo las viejas tradiciones del escuadrismo de los «puños y las pistolas» no paró en razones. Ahora bien, si preocupante es el sucedido que se narra, más lo es todavía que ERC y sus franquicias no hayan dicho ni oxte ni moxte sobre tan grave particular. Tampoco ha dicho ni mú el resto del planeta independentista. Algunos dirán que el gobierno de la Generalitat no tiene nada que ver en este incidente. Lo que es cierto. Sin embargo, soy del parecer que el Govern -doble moral y doble contabilidad- da alas, de manera oblicua, a la agresión a Luque. Porque constantemente le ha puesto la proa de manera agresiva a dicha exposición. De ahí que el matonismo se sienta obligado a poner algo de su parte, mientras las almas de cántaro dirán que se trata de una chiquillada, de una colla de brètols. Pero todos ellos ya tienen pelos en los sobacos de la Independencia. Me pregunto: ¿cuántas gotas de agua sucia son necesarias para llamar las cosas por su nombre?»
El enlace: lopezbulla.blogspot.com.es/2016/10/la-dialectica-de-los-punos-y-las.html?m=1
Dos aproximaciones, de estos últimos días, bastante sorprendentes, si existiera aún espacio para la sorpresa en asuntos relacionados con el tema-monotema. La primera tiene a Pablo Iglesias [PI] como protagonista. Del «Acto de clausura de la Universidad de Podemos. ¿Cuáles son los debates de Podemos hoy en España?» (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=218052). Le cito: «[… ] Esa rueda de prensa con la bandera con los colores oficiales del estado y aceptando la monarquía era toda una puesta en escena para no dar miedo. Un debate sobre cómo no dar miedo, sobre cómo no parecer los terribles comunistas que nos vamos a comer a los niños y el partido de la guerra civil». El debate del Partido Socialista sobre la renuncia al marxismo, prosigue PI, «no tenía que ver con los planteamientos teóricos de un partido que nunca se caracterizó por contar con buenas cabezas y buenos intelectuales a la hora de pensar (sic), pero era un mensaje al mundo, era un mensaje simbólico». La pregunta de PI es: «¿Nosotros tenemos que tener ese debate ahora? No». ¿Por qué no? Porque, en su razonable opinión, nuestra sociedad no tiene mucho que ver con la de entonces. Añade Iglesias: «La de entonces era una sociedad atemorizada por la dictadura. Una sociedad -con excepciones, en Cataluña y en el País Vasco- que a pesar de contar con un movimiento obrero audaz y poderosos, a pesar de contar con movimientos sociales como el movimiento estudiantil y el movimiento vecinal, era una sociedad mayoritariamente atemorizada, una sociedad que vota a favor de la ley de reforma política cuando los partidos de la oposición democrática pedían la abstención… «.
Sin entrar en otros detalles de la reflexión, ¿a qué viene esa exclusión? ¿Qué es eso de que el temor mayoritario tenía excepciones en Cataluña y el País Vasco? ¿De dónde sale esa exclusividad? ¿Éramos más valientes, teníamos más coraje los catalanes, algunos catalanes, los vascos, que otros ciudadanos de Madrid, Zaragoza o Sevilla? ¿Nuestras burguesías eran más modernas, más enrolladas? ¿No había excepciones en otros territorios españoles? ¿Quién le explica las cosas a Pablo Iglesias? ¿Fueron muy distintos los resultados de las votaciones sobre la reforma política en Barcelona, Gerona, Tarragona o Lérida que en el resto de España? ¿Volvemos a abonar la narrativa de los nacionalistas, algunos de ellos absolutamente inactivos, cero absoluto, en términos de lucha antifascista? ¿A qué viene hablar en términos de naciones-nacionalidades? Cataluña, País Vasco… ¿qué es todo eso hablando de lo que hablamos?
La segunda aproximación. El texto es de Tomás R. Ruiz: «Badalona: Ningún juez impedirá nuestros derechos». Abre su reflexión con estas palabras: «Tarde o temprano tenía que llegar una situación así. Lo sorprendente es que esta situación no se haya producido antes, a la vista del vergonzoso nivel de corrupción y complicidad con un Estado fascista en que la Justicia española está sumida. El teniente de alcalde de Badalona, José Téllez, ha dado el primer paso para que otras instituciones políticas (léase diputaciones, comunidades o cualquier otro organismo supuestamente democrático) se planteen iniciar cuanto antes el ineludible camino de la desobediencia civil al sistema. Un sistema del que, no hay que olvidar, forman parte ellos mismos y que, por lo tanto, hace su denuncias más legítimas y sus razones más certeras. La advertencia es clara y contundente, sobre todo de cara al inminente referéndum de independencia que se plantea Catalunya: ‘Ningún juez impedirá que ejerzamos nuestros derechos'».
Dejemos aparte la contundencia. Dejemos aparte lo de las denuncias más legítimas (¿de dónde ese plus?) y razones más certeras (¿y eso por qué?). No tengamos en cuenta el singular uso de desobediencia civil hablando de instituciones. Supongamos aunque no admitamos. ¿A qué viene hablar de Estado fascista? ¿Sabe Tomás R. Ruiz qué es un estado fascista? ¿Ha vivido en alguno? ¿Ha leído sobre el tema? ¿Cómo se puede usar alegremente este concepto sabiendo, recordando lo que hemos vivido recientemente, en términos históricos, en nuestro país? ¿Cabe usar, «con faldas y a lo loco», una noción así? En el fondo, rascando superficies, la música secesionista de siempre: España es un país de fachas y Cataluña es el reino de la rebeldía, la desobediencia y la insumisión. Por favor…¡Menuda estafa, otras más, con tintes supuestamente radicales!
Finalmente, y antes de entrar en el tema de hoy, otro de los mejores chistes del año. ¡Ni el Sheldon de «The Bing Bang Theory» en sus mejores ocurrencias (que desde luego no son todas)! La consejera de Gobernación, Administraciones Públicas y Vivienda de la Generalitat de Catalunya, Meritxell Borràs, ha afirmado que «el Gobierno español defiende el sistema financiero, mientras que el Gobierno catalán defiende a las personas más vulnerables» para valorar la decisión del TC de mantener la suspensión de los artículos de la Ley de emergencia y pobreza energética. ¡Las personas más vulnerables, por ejemplo, las del PIRMI son defendidas por su gobierno! ¡Qué risa tía Felisa! Sigue la consellera Borràs: «El Gobierno español todo lo que no gana en las urnas lo quiere ganar a través de los tribunales, pero nosotros nos mantendremos firmes en la defensa de los derechos de todos los ciudadanos de Catalunya». ¿Hablará en serio la consellera? ¿Firmes en los derechos de todos los ciudadanos? ¿Habla de su clientela secesionista? ¿Un gobierno que ha agredido sin temblor en el pulso la educación pública y la sanidad puede manifestarse en estos términos? ¿Se acuerdan de Boi Ruiz y la inexistencia del derecho la salud? ¿Tienen presente la disminución de la financiación pública de las universidades catalanas desde 2010 hasta 2015 en un 18,4%, de 901,5 millones a 735,1 (por debajo del 0,8%, mientras que la media de los países de la OCDE está en un 1,2%)? Quina cara que tenen!
Dos apuntes más: 1. ¿Es razonable la actitud del mundo secesionista ante la exposición del Born Centro de Cultura y Memoria que lleva por título «Franco, Victòria, República. Impunitat i Espai urbà»? Más allá de los gustos de cada cual, de aciertos y/o desaciertos artísticos, ¿caben los gritos, las pitadas y el lanzamiento de huevos y de caquis maduros? ¿Qué pensar de la estelada colocada en la estatua decapitada de Franco de Josep Viladomat diseñada en 1963 a «casa nostra»? ¿Pero no se trataba de mantener una actitud abierta ante las manifestaciones artísticas? ¿Quién en su sano juicio político puede ver en la injustamente denostada (por algunos) exposición una apología-vindicación del fascismo franquista? ¿Hay que liarla sea como sea? ¿Este es de nuevo el punto? ¿También esta ocasión, la exposición, es un ejemplo de la España Imperial y esclavizadora? ¿Y qué pasa entonces con la escultura «La Victoria» (Frederic Marès, 1940), para «celebrar» la entrada de las tropas fascistas en enero de 1939 en Barcelona? ¿Y por qué, puestos ya en materia, no pintamos día sí, noche también, la escultura dedicada a Francesc Cambó, un industrial, un hombre de la Patria, que apoyó el golpe militar de 1936? Aquest és de casa? Me da que Manel Risques, el comisario de la exposición, ha dado en la diana: «Se ha instrumentalizado políticamente por los mismos que, por cierto, no movieron un dedo para quitar esas mismas estatuas de la calle durante años». 2. ¿Fue Joan Antoni Samaranch un falangista? Lo fue. ¿Fue un franquista? Hasta el final de sus días según él mismo comentó orgullosísimo. ¿Fue ajustado al personaje su despedida con honores de hombre de Estado o ciudadano ejemplar? No, no lo fue, en absoluto. ¿Hubo corrupción durante su presidencia en el Comité Olímpico? Sí, según parece. ¿Hubiéramos aceptado de ser alcaldes la escultura donada por él a la ciudad? No en mi caso. ¿Deberíamos haber borrado la inscripción que figuraba en la escultura? No en mi opinión; es historia y es historia significativa. Una vez borrada, ¿habría que restituirla? Tampoco en mi opinión por lo que tienen de «vindicación política del personaje» (una actitud muy propia, incomprensiblemente, del PSC maragalliano por cierto)… En todo caso es absurdo centrar el debate en ese nudo para golpear y golpear. Con inscripción es parte de la historia oscura (absolutamente idealizada y tergiversada por muchos) de la ciudad; sin inscripción también. Por cierto, en 1936, Barcelona organizó una Olimpiada Popular. Vale la pena recordarlo.
Voy finalmente a nuestro tema. La vida nos da sorpresas y genera bastantes injusticias (y también, desde luego, páginas admirables. Elena Poniatowska nos dio un ejemplo hace pocos días: «Las Patronas o la multiplicación de los panes» http://www.jornada.unam.mx/2016/10/16/opinion/a03a1cul#texto). Una de esas injusticias tiene que ver con un artículo reciente del profesor, traductor, helenista, filósofo de una pieza, marxista informado, escritor y activista de la Universidad de Barcelona, Miguel Candel [MC]. Incomprensible mente su artículo, su excelente artículo «Derechos torcidos» [1], ha pasado casi inadvertido. Y no es justo.
Unas notas sobre él, apenas un resumen. No se pierdan el original; la copia, esta copia, no le llega ni a la rodilla:
«Un fantasma recorre España en general y Cataluña en particular. No es una mera metáfora burlesca, como la que introduce el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Es un fantasma muy serio. Pero fantasma igualmente». Con estas palabras abre su reflexión MC. Se le han dado dos nombres a esa fantasma: uno avalado por una tradición política muy respetable inaugurada al alimón por el presidente norteamericano Woodrow Wilson y nada menos que por Lenin: derecho de autodeterminación; otro, inventado sobre la marcha -a ninguna parte en opinión de MC- «por ciertos políticos catalanes deseosos de garantizarse completa libertad de acción en defensa de los intereses, reales o imaginarios, de los sectores sociales por ellos representados (o que ellos pretenden representar)». El que llaman derecho a decidir. Juan José Ibarretxe también usó el concepto, la expresión y la agitación.
Empezando por este último «concepto», lo primero que conviene dejar claro es su total falta de claridad, sostiene MC. Se pregunta: «¿acaso hay algún derecho cuyo contenido no sea la capacidad de decidir algo?» Así, señala, «el derecho a la salud implica la posibilidad de decidir curarse y de que la sociedad ofrezca los medios para ello; el derecho a la educación, la posibilidad de decidir instruirse (o de que los padres o tutores lo decidan por los menores a su cargo) y que la sociedad ofrezca los medios; etc». Si todo derecho implica alguna capacidad de decisión, «la expresión «derecho a decidir» es, por un lado, redundante y, por otro, si no se especifica el contenido, vacía». Quienes pusieron en circulación este pseudoconcepto, «o no tenían las ideas claras o pretendían confundir al público al que iba destinado». El principio de «caridad», en su generosa opinión, «obliga a excluir lo primero, pues equivaldría a llamarlos ignorantes». Por lo tanto, «hay que concluir que buscaban lo segundo». ¿Con qué objetivo? Con el siguiente propósito: para lograr un apoyo mayoritario «a la idea de que hay que poner a discusión, con la intención de modificarla unilateralmente desde Cataluña, la estructura administrativo-territorial del actual Estado (ese cuyo nombre oficial es «Reino de España» o, simplemente, España)».
Y ¿por qué se supone que hay que modificarla pregunta el autor? «Supuestamente porque, desde el auge de los movimientos nacionalistas iniciados en el siglo XIX en gran parte del mundo, y su agudización en la posguerra de la Primera Guerra Mundial, viene habiendo un sector de la población de Cataluña que, por diversas razones (económicas y/o culturales), aspira a la constitución de un Estado propio independiente del resto de España». Ese sector, hasta hace muy poco, nos recuerda MC, no pasaba de un 15% de la población. Pero sus líderes han encontrado, gracias a los cambios producidos en la sociedad catalana -disminución relativa de la clase obrera industrial y correlativo aumento del sector servicios, «cuyos asalariados son más receptivos a las ideas y actitudes interclasistas, entre ellas el sentimiento de «identidad nacional»; crisis económica; detención o incluso descenso del «ascensor social» para las nuevas generaciones; etc.»-, «la manera de reforzar ese contingente de adeptos al separatismo» mediante el siguiente expediente: «es evidente que en Cataluña existe un segmento importante de la población desafecto respecto a España (segmento formado, de entrada, por los mismos que dicen eso y los que asienten, con lo que tenemos un típico caso de discurso «performativo» o -como diría un servidor- «ejecutivo»: discurso que, por el simple hecho de enunciarse, realiza lo que enuncia)». Por tanto, esa es la mala inferencia extraída que critica MC, «es de justicia reconocerles a los catalanes (los censados en Cataluña, aunque más de un nacionalista catalán discreparía y delimitaría un subconjunto según criterios étnico-culturales) el derecho a pronunciarse sobre la continuidad o no de su permanencia en el Estado español».
Dejemos a un lado de momento, nos sugiere MC («lleva a un callejón sin salida»), la espinosa cuestión de si Cataluña es o no una nación (sin Estado) y si, más aún, «tiene sentido hablar de naciones que no estén constituidas como Estados, es decir, de naciones meramente étnicas, no políticas». De entrada, lo que se ha conseguido con el discurso descrito «es incorporar a la discusión, primero, a un nuevo contingente de personas que, golpeadas por la crisis o temerosas de verse golpeadas por ella, atribuyen a la pertenencia a España todos los males y ven en la secesión una posible escapatoria». En segundo lugar, «a un número importante de personas que jamás hasta ahora se habían planteado el asunto». Su implicación en el debate está motivada: «a) por su talante democrático, que las predispone a prestar atención de entrada a la reivindicación nacionalista como lo harían con cualquier otra reivindicación surgida de la sociedad en la que viven; o b) por la inquietud que les produce la posibilidad de que el movimiento separatista gane terreno y acabe alterando de forma negativa su situación social».
Estas diversas motivaciones, admitiendo que son muy distintas señala MC, «convergen en la disposición a aceptar un mecanismo que permita a los censados en Cataluña pronunciarse sobre la cuestión, aunque muchos (especialmente los del último grupo) se pronunciarían negativamente sobre la posibilidad de secesión». Sin embargo, así como «la lógica que rige la vida de los «famosos»… tiene como uno de sus principios que «lo importante es que hablen de uno, aunque sea mal», así también en este asunto los partidarios de la secesión consideran de entrada ventajoso que un gran número de personas quieran pronunciarse al respecto». Un punto esencial.
Propicio a sus intereses les parece poder decir, como suelen decir («aunque sería interesante analizar las encuestas que presuntamente lo avalan»), que «el 80% de los catalanes está a favor de que se realice un referéndum vinculante sobre la pertenencia o no de Cataluña al Estado español». Ese es, en su opinión, «el significado implícito que se le atribuye a la ambigua expresión ‘derecho a decidir». A medida en que ese significado se hace explícito» varía según el contexto y según quién lo invoca». Sea como fuere, girando la perspectiva, «cuando se dice, sin más, que un 80% está a favor del derecho a decidir, cualquier observador ajeno a lo que aquí se cuece quedaría pasmado al oír que en Cataluña hay un 20% de ciudadanos que han renunciado a tomar decisiones». Efectivamente: quién no va a estar por el derecho a tomar decisiones en la vida pública.
A ese presunto 80%, recuerda MC, «se lo mima y halaga con la idea de que la democracia exige que cada ciudadano pueda pronunciarse y decidir sobre cualquier asunto que le afecte». Lástima, observa muy oportunamente el autor de Metafísica de cercanías, «que ese celo democrático no se manifestara con ocasión de la modificación del artículo de la Constitución en que quedó estipulado que el cumplimiento del pacto de estabilidad financiera acordado por la UE tiene prioridad sobre cualquier otro objetivo de política económica, modificación que fue avalada sin rechistar y sin exigir ningún tipo de referéndum por los mismos que ahora exigen a todas horas referendos de autodeterminación». Por no hablar del TTIP, donde los diputados nacionalistas conservadores, entonces de CiU, votaron explícitamente en contra de un referéndum general. Por lo visto, en esos casos se trataba de asuntos menores que no afectaban los intereses de la gran mayoría de los ciudadanos.
Pues bien, lo primero que en opinión de MC hay que decir «frente a la pretensión de que los censados en Cataluña tengan derecho a decidir unilateralmente si quieren seguir o no formando una entidad política junto con el resto de España es que», dada la actual realidad política y social aquí y ahora, «ese presunto derecho no se podría ejercer sin afectar a los derechos de los censados en el conjunto del país». Si alguna alma bella, residente en Cataluña o fuera de ella, siendo totalmente contraria a una posible secesión, cree » que la mejor manera de acabar con la tensión creada al respecto es celebrar de una vez el dichoso referéndum de autodeterminación (vinculante, por supuesto) porque seguro que ganaría el NO, comete dos errores graves».
¿Qué errores? Me quedó. Sigo el próximo día; me he pasado. Lo siento.
PS. Como a veces se habla de guerra civil contra Catalunya o el fascismo contra Cataluña, incluso de España contra Cataluña, tal vez pueda interesarles el siguiente texto: http://www.eldiario.es/andalucia/represion-franquista-calificada-Andalucia-genocidio_0_558894601.html. ¿Vale entonces también el fascismo contra Andalucía? En mi familia, sumados, tengo cuatro ejemplos; una familia de Algámitas tiene 11… Once, he escrito bien. Tienen una placa conmovedora en el cementerio del pueblo, al lado de la del padre asesinado de la señora Catalina Serrano, la madre de mi esposa-compañera.
Dos referencias de interés sobre la RRC, real realidad catalana: primeros en desahucios http://www.asec-asic.org/2016/10/15/cataluna-es-la-comunidad-con-mas-desahucios-de-espana/, últimos en educación: http://www.asec-asic.org/2016/10/16/los-recortes-situan-a-catalunya-a-la-cola-de-la-ue-en-inversion-educativa/ ¡El gran éxito del gobierno de Junts pel sí, el anuncio de los nuevos tiempos, llegamos a Ítaca!»
Una denuncia, para finalizar, de Clara Valverde: «Nuestra compañera Montse y la PAICAM denuncian que los enfermos de Sensibilidades Quimicas y Sindrome de Fatiga Crónica (más de 200.000 en Cataluña) no tenemos atención médica en la sanidad pública y tenemos que recurrir a la privada… y en el Hospital Clínic los mismos médicos derivan a BarnaClínic (200 euros). Llevamos 20 años denunciando nuestra situación desde nuestras camas. ¿Alguien nos hace caso? No. Los políticos tienen cosas más «importantes» que hacer. ¿y tú?». https://www.youtube.com/watch?v=74b17BrakTg&feature=youtube_gdata_player
Nota:
1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=216933
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.