En los países del Sur, las mujeres son las principales productoras de alimentos. Ellas son las encargadas de trabajar la tierra, mantener las semillas, recolectar los frutos, conseguir agua, cuidar del ganado… Un 80% de la producción de alimentos en estos países recae en las mujeres. Paradójicamente, éstas son, junto a los niños y niñas, […]
En los países del Sur, las mujeres son las principales productoras de alimentos. Ellas son las encargadas de trabajar la tierra, mantener las semillas, recolectar los frutos, conseguir agua, cuidar del ganado… Un 80% de la producción de alimentos en estos países recae en las mujeres.
Paradójicamente, éstas son, junto a los niños y niñas, las más afectadas por el hambre. Las políticas neoliberales que asolan el campo golpean en primera persona a las mujeres. El modelo agrícola y alimentario industrializado y las transnacionales amenazan la existencia de la agricultura campesina, de la pesca tradicional, de la elaboración artesanal y del comercio de alimentos a pequeña escala donde las mujeres tienen un papel central. El acceso a la tierra tampoco es un derecho garantizado: en muchos países del Sur las leyes prohíben a las mujeres este derecho y en aquellos dónde legalmente tienen acceso las tradiciones y las prácticas les impiden acceder a ellas.
Frente a la industrialización del campo, la soberanía alimentaria se ha convertido hoy en una necesidad imperante. Se trata del derecho de los pueblos a definir sus políticas agrarias y alimentarias, a proteger y a regular la producción y el comercio agrícola interior con el objetivo de conseguir un desarrollo sostenible y garantizar la seguridad alimentaria. Una estrategia que significa romper con las políticas agrícolas neoliberales, impuestas por la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional y con el sistema económico capitalista dominante, que promueven un modelo de producción agrícola y alimentaria totalmente insostenible.
Es en este contexto dónde podemos afirmar que hoy más que nunca la soberanía alimentaria tiene nombre de mujer, ya que son éstas las más afectadas y las que deben de luchar contra las políticas neoliberales y sexistas que dominan la producción agrícola, pesquera y comercial. Así quedó patente en el Foro por la Soberanía Alimentaria celebrado a principios del 2007 en Sélingué, una pequeña población rural del sudeste de Malí. Un encuentro convocado por los principales movimientos sociales a escala internacional como la Vía Campesina, la Marcha Mundial de Mujeres, el Foro Mundial de los Pueblos Pescadores, entre otros, y que permitió avanzar en la definición de estrategias conjuntas entre un amplio abanico de movimientos sociales (campesinos, pescadores, ganaderos, consumidores…) de todo el mundo sobre la soberanía alimentaria.
Las mujeres tuvieron un papel central en este encuentro como dinamizadoras, organizadoras y participantes. Éstas reclamaron el mito de Nyéléni, una mujer campesina maliense que luchó por afirmarse como mujer en un entorno desfavorable. De hecho, el Foro por la Soberanía Alimentaria recibió el nombre de Nyéléni en homenaje a esta leyenda. Delegadas de países de África, América, Europa, Asia y Oceanía, integrantes de diferentes sectores y movimientos sociales, asistieron al encuentro y señalaron al sistema capitalista y patriarcal como responsable de las violaciones de los derechos de las mujeres, a la vez que reafirmaron su compromiso para transformarlo.
«Estamos movilizadas. Luchamos por el acceso a la tierra, a los territorios, al agua y a las semillas. Luchamos por el acceso a la financiación y a los equipamientos agrícolas. (…) Luchamos por nuestra autonomía y por el derecho a decidir por nosotras mismas.»
Declaración de las mujeres por la Soberanía Alimentaria
Nyéléni, 27 de febrero 2007
*Artículo publicado en El Viejo Topo, nº 239.