Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano. *** -Nos habíamos quedado en la astrología. Vamos a ella. -El asunto de la astrología, tal como tú señalas, viene tratado en […]
Entre otras muchas cosas, algunas de ellas recordadas y comentadas en anteriores conversaciones, Joaquín Miras Albarrán es miembro-fundador de Espai Marx y autor de Repensar la política y Praxis política y estado republicano.
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-Nos habíamos quedado en la astrología. Vamos a ella.
-El asunto de la astrología, tal como tú señalas, viene tratado en el libro, en relación con la obra de Calderón, La vida es sueño. Allí, el rey, adopta una serie de decisiones terribles respecto de su hijo recién nacido, porque se fía de las profecías de los astrólogos sobre la «fiera condición» de Segismundo. El lector actual -el espectador- puede llamarse a engaño, y pensar que la obra trata del despropósito de creer en memeces, el horóscopo, etcétera, cuando se actúa políticamente -la educación del príncipe es política- en vez de confiar nuestros destinos a saberes mejores…. Hay que salir al paso de esta interpretación. Porque el autor lo que reprocha al personaje es no haber ejercido con Segismundo la frónesis educadora, concreta, persistente, momento a momento, en cada caso y situación que se diera, en cada oportunidad, enseñándole a educar y dominar, a «reprimir su fiera condición» mediante la paideia, enseñándole a ejercer sobre sí mismo el libre albedrío propio del ser humano. La obra es una apología de la frónesis como saber único al que atenerse para orientar constantemente la actividad en cada momento presente con objeto de ahormar la realidad conforme al fin y desarrollar en uno la propia «causa eficiente», la propia capacidad o fuerza real auto motriz, y en contra el confiarse en un saber pronosticador que nos diga cómo será el futuro. Porque en política, todo saber pronosticador que postula la indefectibilidad respecto de lo que ocurrirá, respecto de lo que no existe, es una astrología.
-Afirmas que cada cultura es singular, específica. ¿También en la actualidad? ¿No son las culturas de algunas zonas del mundo variantes poco diferenciadas de una misma película?
-Es cierto que el capitalismo ha regimentado las formas de vida conforme a las pautas necesarias para su producción y reproducción, tratando de eliminar por todos los medios, en todas partes, la comunidad y las formas de vida autónomas como recurso para lograr la existencia de fuerza de trabajo, y de un sistema de necesidades humanas -de una cultura material de vida- , no controlado por las comunidades, en el cual las necesidades sean inducidas por la propia producción capitalista de mercancías para el consumo. Es también cierto que desde la aparición de un capitalismo productor de bienes para la vida cotidiana, el capitalismo ha penetrado la vida cotidiana, y se ha producido una uniformación de modos de vida. No es menos cierto que existen diferencias en modos de vida. Pero, aún resultándome rechazable y repugnante, no es esta homogeneización heterónoma, impuesta, y que destruye nuestro control sobre el vivir la que quiero tratar ahora. El elemento cultural que me interesa destacar aquí es el de los principios éticos que ordenan el ethos. Si estos amonestan a la actividad cívica o no, si impulsan a concebir la sociedad como una comunidad cuyo bien es superior a los intereses de cada individuo, si exigen la participación activa, cotidiana, de cada uno en la política, y si articulan el vivir de forma que sea compatible con la comunidad -sobriedad de vida, dignidad del trabajo, igualdad, solidaridad-. Si el ethos o cultura material es elaborada por todos o es controlada por fuerzas minoritarias, o sea, si es autónomo, si es auto determinado, o es heterónomo, un fetiche intocable impuesto. Porque una política republicana, una democracia, no existe sin ethos controlados por las comunidades.
-De acuerdo, ha quedado claro.
-No existe auto determinación, si no hay autodeterminación comunitaria de ethos, de vivir. En este sentido, y para ilustrar mi argumentación, también yo estaría en favor de una cierta universalización de principios uniformadora de ethos, solo que no pretendo que las costumbres sean uniformadas, sí que el proyecto de control por parte de la comunidad, en igualdad de condiciones, por parte de todos, la democracia real, sea universalizado y las costumbres de vida que cada comunidad cree, se inspiren en estos principios. Si en algún mundo, en alguna comunidad, una minoría domina a la mayoría, esa minoría posee un poder que pone en riesgo a todas las demás comunidades.
-Me explicas una de las tesis que defiendes en este apartado: «cada ethos o cultura material concreta posee afinidad con una constitución política». ¿Por qué?
-Las normas legales no hacen sino ayudar a ordenar las opciones de vida, y las relaciones de dominación y fuerza inherentes a esas opciones de vida, que ordenan el hacer, la vida cotidiana, la cultura material de una sociedad. Solo una comunidad en la que el vivir exija de la actividad política de todos, y que el vivir de todos sea igualitario, que no admita la desigualdad, que contemple la solidaridad, puede dar lugar a repúblicas democráticas, no la ley. Los españoles no seremos «justos y benéficos» por el hecho de que una constitución escrita lo proclame; tenemos experiencia en tal sentido. Es más, y bajando aún más a lo trivial, unas leyes constitucionales, las republicanas, que son las que me interesan, solo se cumplen, tienen vigencia, si existen relaciones sociales de fuerza, resultado de la movilización activa de las mayorías que la imponen y mientras estas relaciones sociales existen. Y aún más trivializado: si la correlación de fuerzas no da, en su momento, para un mayor desarrollo constitucional democrático republicano, escrito, es vacuo declarar que los constituyentes ejercerán un posterior desarrollo de la misma; nunca se dan esos desarrollos posteriores, que no pudieron ser impuestos en el momento del desarrollo legislativo presente. Y aún más, y como todos percibimos por experiencia: una vez cambia la correlación de poder, la ley escrita pasa a ser papel mojado: el derecho al trabajo, a la vivienda…etc. Pero me he apartado del núcleo argumental: la organicidad entre formas de vida y proyecto político: un proyecto político es la elaboración común sobre el necesario vivir en común, un compartir, y deliberar en común sobre el vivir en común. Si la vida en común no es controlada por la comunidad en su mayoría, la ley no podrá imponerlo. Se necesita, antes, la existencia de un vivir en común, que dé sentido a un tipo de leyes, que ordenan secundariamente el orden ya existente. O, en su defecto, se necesita un movimiento que luche por crearlo, y luche en el seno de la multitud de microorganizaciones que generan la actividad comunitarias, las «trincheras y casamatas» de la sociedad. Sin esa «hegemonía cultural» previa -términos gramscianos utilizados según el espíritu de Antonio Gramsci- no existirá nuevo proyecto político, porque ese es precisamente el proyecto político, ordenar un nuevo vivir en común.
-Te cito de nuevo (estás hablando de Rousseau): «Para fundamentar bien la república, se debe favorecer la agricultura y el trabajo de todos, se debe favorecer la sobriedad de costumbres, y el orgullo por las mismas, y un tenor de vida general que sea aproximado para todos». ¿Y ahora? ¿Cómo se puede fundamentar bien la República?
-Pues, así, justamente tal como lo decía Rousseau. Precisamente Rousseau, que era un republicano democrático, no sabía cómo podía reconstituirse el espíritu republicano en la actualidad, y por eso se sorprende admirativamente ante el novum de la revolución popular de Córcega contra Génova. Pero él sí tenía registrado que las repúblicas clásicas habían perecido por la corrupción de las costumbres republicanas, por la pérdida de la «virtud» republicana en el vivir cotidiano, en las «moeurs» o costumbres. Por la destrucción de un ethos que era la condición de posibilidad y a la vez el fin de la república democrática. Por eso, se trata de constituir, de tratar de constituir al proletariado, a las clases subalternas, en un movimiento de masas, que se denomina «La Democracia». La Democracia no es votar, sino un movimiento organizado que lucha por auto determinar la vida cotidiana de la gente que vive en comunidad, creando un vivir cotidiano en común, y que responda a las necesidades de la comunidad de iguales. Un Estado es un vivir en común determinado por la clase dominante. El movimiento democrático aspira a constituirse en Estado, pero esto no es meramente acceder a las instituciones gubernativas, sino crear el ethos cultural, el vivir, que construya la comunidad democrática de iguales, que cree la igualdad, la solidaridad, etc. Hegemonía es eso, se trata de crear hegemonía, cultura material de vida, algo solo posible entre todos, entre la mayoría. No existe república sin vida sobria; no existe futuro para la humanidad sin sobriedad de vida. Por eso, partido republicano democrático es la denominación del conjunto de individualidades organizadas que se dedican a la «creación de costumbres», meta política que es la que Antonio Gramsci explicita.
-En una nota a pie de páginas, escribes una observación crítica sobre Arcadi Oliveres. ¿Por qué, por ser defensor de un ethos católico que acaso tú no comportas?
-No. Por la inexistencia de tal ethos. Vaya por delante que Arcadi Oliveres es un hombre de una dignidad moral ejemplar.
-Sin ninguna duda.
-Lo que me interesa destacar es, en primer lugar, la concepción política imperante en todas las corrientes de izquierdas que, actualmente, han reclamado ser parte de un proceso constituyente, y en segundo, y sobre todo, la evolución ideológica del Catolicismo. La concepción de lo que es un proceso constituyente, sostenida por las diversas corrientes que han utilizado el término, me resulta decepcionante, precisamente por ser la liberal, que ignora, precisamente, toda consideración sobre el ethos. Algo común al Procès Constituient, hoy extinto, y por lo demás, a En Comú Podem, a Podemos, a IU, a la CUP… El proceso -el «procès»- consiste o se restringe al proceso constitutivo de una nueva fuerza electoral y, en el límite, al proceso de constitución de un Estado entendido como burocracia gubernativa, proceso que se limita a la «constitución de una nueva Ley Constitucional». En relación con el pensamiento político Católico, y esto me interesa mucho más, porque es mucho más de fondo, porque trata de culturas de vida, éste ya nada tiene que ver con la tradición que consideraba que una república -es el término que usaba el gran Francisco de Vitoria, e incluía las monarquías- era fundamentalmente un ethos, un vivir… que debía estar bajo el control de la Iglesia, claro. Un asunto sobre el que se batieron el cobre, entre otros, los grandes Francisco de Suárez y Enrico Bellarmino -la Potestas Indirecta…-. Hoy el Catolicismo demuestra aceptar la concepción cultural y antropológica liberal, sus pompas y sus obras. Y limita sus consideraciones culturales a «lo sexual», estilo cardenal Cañizares. O excluye la reflexión sobre el vivir y la propuesta de creación en común de un ethos nuevo. Esto es así, y se echa de ver en este caso en que personalidades católicas han inspirado la creación de una fuerza política.
-No sé si Procès Constituient está extinto pero es lo de menos. Estoy tentado de preguntarte sobre lo que acabas de comentar sobre «el proceso» pero nos iríamos del tema que nos ocupa. El Papa Francisco no representaría otra opción en tu opinión.
-Eso es lo que desearía, que las fuerzas católicas que han podido colocar a este Papa, más allá de la tremenda tarea de lucha contra la corrupción de la institución, contra la conexión de la institución con las oligarquías, las maffias y los servicios secretos de la grandes potencias -Cía- que se fragua bajo el reinado de Woytila/ Juan Pablo ll, y más allá de su esfuerzo por conectar con el mundo actual -con la sexualidad y la familia actual real- , tengan una consciencia que vaya más allá. No me refiero a que tengan una moralidad mejor, ni que arriesguen más. Los que están en la lucha, librando esta batalla, bueno, espero que una buena mañana no nos enteremos de que fallecieron la noche anterior, mientras leían el Kempis -como le «sucedió» al ex patriarca de Venecia, papa Juan Pablo Primero…-. Pero, con excepción de ciertos grupos de cristianos muy marginalizados dentro de su propia tradición, no percibo que la creación democrática de culturas materiales de vida alternativas al capitalismo sea preocupación consciente. Es más, fíjate que incluso gran parte de la teología de la liberación ha defendido el extractivismo económico propugnado por los honestos regímenes democráticos que se han desarrollado últimamente en América Latina… A menudo incluso los luchadores laboran una lucha entregada contra la explotación, pero lo hacen como los marxistas del marxismo estándar, sin tener consciencia de alternativa de cultura. Ojalá sí. No evalúo la cosa desde la suficiencia, sino, in angustiis, en plan «Misa Nelson», -para hablar en términos próximos a la temática católica-, desde la percepción de lo reducido del número de quienes concebimos que ese es el problema…
-«Prioridad ontológica de la sociedad sobre el individuo» escribes en una nota a propósito de Hegel. No sé si compartes esa tesis hegeliana pero esa prioridad que señalas, ¿no puede comportar el aplastamiento del individuo por la sociedad? ¿No conviene que a veces un individuo luche contra criterios sociales compartidos por todos o por muchos?
-La tesis no define un debe, es un «es». Robinson es un mito ficticio, delirante, creado por el pensamiento liberal burgués. Pero respondo desde dos niveles, el de la consciencia de la propia tradición republicana y desde el onto antropológico, desde luego, elaborado en relación con la misma. El republicanismo, que es comunitarista, exige de cada subjetividad formada que se comporte individualmente con valor, con virtud, «uirtus»; exige que la individualidad sea fuerte, y preserve activamente, con su hacer autoprotagonizado, aprendido por paideia, la comunidad, que tenga justicia, que tenga sobriedad o templanza, que tenga prudencia, que tenga valor, fortaleza. Esto es, que tenga auto nomía, y la use para defender la res publica. No cree que la comunidad republicana se pueda sostener de espaldas a las individualidades. No cree, porque no lo desea, que la república deba depender de una burocracia funcionarial que obre lo que no obra la ciudadanía. Y precisamente por eso, elabora una paideia exigente en la constitución de la individualidad. También se suele atacar al republicanismo desde este otro lado: que exige de las individualidades un comportamiento tan poderoso, tan autónomo, que no es real. Pero todo es cuestión de costumbres, de ethos. En qué cabeza hubiese cabido que las individualidades tuviesen la exigencia loca de desarrollar un consumismo subjetivo tan poderoso, tan arbitrario, como el actual y que la personalidad se sienta solo reconocida y, lo que es más extravagante, auto reconocida ante los demás, mediante el consumo…y se da, se da esta antropología fortísima auto exigentísima, auto perseverante, en el consumo. Porque la comunidad construye la subjetividad. Paso al segundo nivel de respuesta.
-Adelante con él.
-La subjetividad, la consciencia subjetiva individual que existe, es, también ella misma, producto de la interacción social, producto de la interacción en comunidad, del reconocimiento por parte de los otros, de la singularidad específica de «él/ella», percibida por los demás, en nosotros. Que nosotros, individualmente, registramos e interiorizamos como «yo» -primero, como un «él» (el nene) que soy yo, y luego, como «yo»-. Si alguien me reconoce como hijo, si alguien me reconoce como hijo de su hermana, si alguien me reconoce como hijo de la hermana de su madre, y se alía conmigo para ejercer acción sobre la comunidad, yo tendré consciencia de ser un singular específico, y si me miro en un espejo no pensaré estar ante «otro», sino que probablemente, me auto reconoceré, consciencia de sujeto, autoconsciencia de individualidad. La comunidad es la que crea la subjetividad y la autoconsciencia individual. La autoconsciencia autónoma es construcción de la comunidad social. Si la subjetividad en su autoconsciencia creada socialmente se siente desdoblada -negatividad- respecto de la comunidad existente y su ethos, eso no hay quien lo pare, socava la comunidad concreta existente, el ethos dado: ese desdoblamiento se da, ese es el fundamento de toda subversión histórica, el fundamento de la «dialéctica», que es pensamiento, pero no pensamiento de elites teóricas, no episteme, sino pensamiento experiencial, resultado de la razón práctica; y se da, es así, aunque se trate de evitarlo, de condenarlo, por ejemplo, declarándolo «pecado». Esto que resumo es la base onto antropológica del republicanismo y se fundamenta en la construcción de subjetividades auto télicas, auto determinadas, por parte de la comunidad. Por cierto, el Liberalismo, cuando combate el republicanismo, insidiosamente lo critica desde todos los ítems a la vez, a pesar de que sean ataques autocontradictorios. Una vez prueba el republicanismo que su teoría se basa precisamente en la subjetividad y su consciencia, en el protagonismo en común de la autoconsciencia subjetiva generada por la sociedad -consciencia «de clase», por ejemplo- el Liberalismo arremete contra esta idea de consciencia subjetiva, y dice que el sujeto no existe y no sé qué más… el estructuralismo, la posmodernidad «devole», etc….
-¿Todo eso en el mismo saco? Por lo demás, me explica un poco más eso de los ataques autocontradictorios. Hazme ver mejor la contradicción.
-Me refiero a que, unas veces se acusa a la praxeología de eliminar la subjetividad, pisotear la iniciativa personal, no tener en cuenta la individualidad, por ser colectivista, porque el comunitarismo asfixia la personalidad, etcétera, y otras se le acusa de confiar en algo inexistente, como es la subjetividad, y la consciencia que la subjetividad desarrolla, desde la cual espera el marxismo de la subjetividad que surja la lucha, porque, se dice, la subjetividad no existe y todo son estructuras y narrativas.
-Sostienes que: «de modo que si se legisla una constitución política que contravenga la verdadera constitución de la comunidad social, la cultura, en el sentido antropológico del término, aquella será destruida». Te pregunto a continuación sobre esto último. Sé que nos hemos deteniendo mucho en esta parte. Si te parece, mejor nos tomamos un descanso, dejamos descansar a los lectores y lectoras, y retomamos las entrevistas después del descanso veraniego. ¿Te parece?
-Desde luego que sí. Nos merecemos unas vacaciones.
-Matizo un poco: tú te mereces sobre todo tú unas vacaciones.
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