Los océanos del mundo están experimentando una «tormenta perfecta» que es mala, realmente mala, con demasiado calentamiento, exceso de acidificación, demasiado CO2, exceso de pesca, demasiados productos químicos, exceso de Ag, demasiada radiación (Fukushima ), y muy poco hielo (Océano Ártico) con exceso de metano (CH4). ¡Buff! ¿Cuánto pueden aguantar los océanos? La respuesta a […]
Los océanos del mundo están experimentando una «tormenta perfecta» que es mala, realmente mala, con demasiado calentamiento, exceso de acidificación, demasiado CO2, exceso de pesca, demasiados productos químicos, exceso de Ag, demasiada radiación (Fukushima ), y muy poco hielo (Océano Ártico) con exceso de metano (CH4). ¡Buff!
¿Cuánto pueden aguantar los océanos?
La respuesta a esa pregunta puede estar llegando a la superficie. Según ABC News del 19 de mayo de 2014, se están produciendo misteriosas muertes de animales por todo el mundo: «Millones de aves, peces, cangrejos y otros pequeños seres marinos han aparecido muertos en enormes cantidades en las costas de los Estados Unidos, a través de Europa y hasta en América del sur».
Aunque, estos titulares sobre muertes misteriosas de animales deben ser atemperados con los datos de eventos similares en el pasado, como por ejemplo, «Las muertes masivas de vida salvaje son un fenómeno antiguo. Un yacimiento de fósiles en Chile reveló catástrofes masivas recurrentes de mamíferos marinos, muy probablemente debido a la proliferación de algas tóxicas, que se remontan al menos nueve millones de años. Aristóteles, en su Historia Animalium, ‘en el siglo IV antes de Cristo, comentó sobre el varamiento en masa de delfines como un fenómeno conocido» (J.B. Mackinnon, «On Animal Deaths and Human Anxieties», The New Yorker, 21 de abril 2015).
Con ello no quiero restar importancia a la gravedad de los sucesos recogidos por el titular de ABC sobre las muertes masivas de fauna marina. Tienen que ser tomados en serio y estudiados. Indudablemente, es muy importante estar absolutamente seguro de que los análisis son correctos, que se han atado todos los cabos. De lo contrario, las noticias y la ciencia estarían siempre pendientes del último fenómeno, sin saber dónde o cuando será el siguiente.
Esta vez es grave
Sin embargo, después de una extensa investigación, parece que «esta vez es diferente». No se trata del ritmo normal de la naturaleza cuando se producen tantas muertes masivas tan frecuentes de forma irregular durante milenios. No, no es puramente una casualidad. Lo que está sucediendo hoy en día parece tener consecuencias muy graves, y posiblemente afecta a toda la vida en el planeta.
El primer análisis cuantitativo del fenómeno de la mortalidad masiva
«Sin embargo, investigaciones reciente sugieren que la percepción de la mortandad masiva de vida salvaje es más frecuente y alarmante que nunca y podría tener algún fundamento. En enero fue publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences de EE UU el primer estudio para tratar de realizar un seguimiento de las tendencias de estos fenómenos de mortalidad masiva; los autores encontraron que las muertes masivas parecen estar aumentando en número y magnitud, incluso después de intentar corregir estadísticamente el hecho de que se tiende a documentar las muertes masivas hoy más que en el pasado», (Ibid).
«Los sucesos masivos de mortalidad (MMES), la rápida y catastrófica mortandad de organismos, son un ejemplo de un fenómeno raro que afecta a las poblaciones naturales. Los informes individuales de MMEs demuestran claramente su importancia ecológica y evolutiva. Sin embargo, nuestra comprensión de los rasgos generales que caracterizan a este tipo de sucesos es limitado. Hemos realizado el primer – a nuestro entender- análisis cuantitativo de MMEs en todo el reino animal, y como tal, hemos sido capaces de explorar nuevos patrones, tendencias y características asociadas con los MMEs. Nuestro análisis descubrió el sorprendente hallazgo de que ha habido cambios recientes en las magnitudes de MMEs y sus causas asociadas». (Samuel B. Fey, et al, «Recent Shifts in the Occurrence, Cause, and Magnitude of Animal Mass Mortality Events», Proceedings of the National Academy of Sciences, Vol. 112, No. 4, 5 de agosto 2014.
«Todos los biólogos con los que hablé que está investigando los fenómenos de mortalidad en masa, MMEs, están convencidos de que muchos de ellos podría ser señales de problemas graves que afectan a los fundamentos ecológicos del planeta,» (J.B. Mackinnon, citado antes).
Los fundamentos ecológicos en cuestión
«El cambio climático es la mayor amenaza para la salud del océano, pero no es la única. Si el océano debe seguir funcionando a un nivel capaz de sostener la vida tal y como la conocemos, tenemos que hacer frente al cambio climático y mitigar las otras presiones que ejercen sobre él». (State of the ocean.org)
Una forma de aliviar las presiones es sustituir en todo el mundo la omnipresente política neoliberal («privatización de los beneficios») por la eco-economía. «Nuestra economía de libre mercado no es más que una gran subasta llamada «oferta y demanda», que – de manera muy eficiente – pone precio a todo. El problema es que nos permite venderlo todo – la última gota de petróleo, el último árbol, el último pez, el último de todo. Se llama crecimiento -pero es, obviamente, el crecimiento hacia la nada- exactamente lo contrario de la eco-economía. Es un defecto fatal de nuestro sistema económico actual. O, como Greenpeace dice: «Cuando se corte el último árbol, se envenene el último río y se pesque el último pez, descubriremos que no podemos comer dinero» (La eco-economía en una cáscara de nuez, ecoeconomics.org)
La eco-economía es la antítesis del «crecimiento hacia la nada» del neoliberalismo, ya que sostiene en vez de destruir la naturaleza. No es una mala idea.
Mientras tanto, el estado de los océanos se describe mejor así: «Si se manipulase el calentador del acuario y se vertiera un poco de ácido en el agua, los peces no serían muy felices… Eso es exactamente lo que estamos haciendo a los océanos» (Carl Zimmer, «Ocean Life Faces Mass Extinction, Broad Study Says», The New York Times, 15 de enero 2015.
Por desgracia, el problema es mucho más grave de lo que se cree: «los peces marinos de aguas profundas que viven en los taludes continentales a profundidades de 2.000 pies a una milla sufren patologías hepáticas, tumores y otros problemas de salud que pueden estar vinculados a la contaminación causada por los humanos, según ha encontrado uno de los primeros estudios sobre este tema. Se han encontrado pescados con una mezcla de órganos sexuales masculinos y femeninos. Los resultados parecen reflejar las condiciones generales del océano, A Mile Deep, Ocean Fish Facing Health Impacts From Human Pollution, Universidad Estatal de Oregón, 25 de marzo de 2015.
Debido a que el estudio de la universidad «refleja las condiciones generales del océano», las perspectivas de cara al futuro no son muy buenas. Son francamente pésimas.
Y retrocediendo más en el tiempo, hay evidencia científica de un cambio hace 300 millones de años en los fundamentos del océano, lo que es motivo de alarma, consternación y nerviosismo, tal vez incluso de insomnio, ya que, una vez que las condiciones que tienen más de 300 millones años cambien, no es probable que haya marcha atrás hasta que no ocurran cosas terriblemente nocivas, a saber: «Ningún evento pasado reproduce en su proyección futura la alteración del equilibrio de la química del carbonato en los océanos, que es una consecuencia de la rapidez sin precedentes de la liberación de CO2 que actualmente tiene lugar» (Bärbel Honisch, et al , «The Geological Record of Ocean Acidification,» Science Magazine, vol. 335, No. 6072, 2 de marzo 2012).
«Con todo el CO2 que estamos liberando hoy en día, la química de los océanos está cambiando más rápidamente que en cualquier momento de los últimos 300 millones de años» (Today’s Academic Minute Interview of Dr. Bärbel Hönisch of Columbia University’s Lamont-Doherty Earth Observatory, WAMC, Northeast Public Radio, 90.3 FM).
No sólo eso, «Al comparar el pasado y el presente, tenemos que buscar, liberaciones masivas de CO2 muy rápidas, porque sólo éstas son comparables a lo que está sucediendo hoy en día. El evento geológico que mejor encaja con este patrón ocurrió hace unos 56 millones de años, cuando una liberación natural masiva de carbono fósil causó un aumento global de 9 a 16 grados Fahrenheit de temperatura; disolución masiva de conchas de carbonato en el fondo del mar; y la extinción de los organismos en el fondo del mar y cerca de su superficie. Esto sucedió a pesar de que la liberación de CO2 y la acidificación resultante de los océanos entonces fue al menos 10 veces más lenta que lo que está ocurriendo hoy «. (Ibid).
De hecho, después de 300 millones de años, la liberación de CO2 y la acidificación del océano han establecido nuevos récords de velocidad.
Por lo tanto, volviendo a la conclusión de Honisch, después de estudiar 300 millones años del registro geológico, no puede predecir un resultado futuro para el escenario actual porque «por la rapidez sin precedentes de liberación de CO2».
Además, fue sólo hace 56 millones de años cuando sucedieron cosas realmente horribles, «a pesar del hecho de que la liberación de CO2 y la acidificación resultante de los océanos entonces era al menos 10 veces más lenta que lo que está sucediendo hoy en día».
Tal vez alguien debería estar haciendo sonar las campanas, porque se está gestando en alta mar una tormenta gigantesca, y podría ser catastrófica. Hay que hacer sonar todas las campañas, no solo algunas y que sigan repicando porque el mensaje tiene que recorrer todo el camino hasta la Conferencia de París COP21, la Conferencia sobre Cambio Climático de la ONU del 30 de noviembre al 11 de diciembre.
La Conferencia de las Partes («CP») se ha convertido en un culebrón de varias décadas con pocos resultados que mostrar, a excepción de las abultadas cuentas de gastos, que son pagadas por los contribuyentes. Aquí está el problema: «Los países juegan a la Teoría del pasajero. Cada país tiene interés en permitir que otros reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero en lugar de hacerlo ellos mismos» («The COP21 in Paris: Will it be a Success or a Failure?» One Europe, 14 de febrero 2015).
Los activistas climáticos afirman lo obvio: «Lo que vimos en el COP20 de Lima [diciembre 2014, en el Westin Hotel y el centro de Convenciones] es uno más de una larga serie de fracasos, de personas fracasadas, de un planeta fallido». 11.000 delegados de más de 190 países se reunieron durante dos semanas en Lima (que implica una gran cantidad de caviar Beluga y champán Domaine Armand Rousseau). Su objetivo era eliminar obstáculos antes del COP21 en París. Sus resultados fueron, cuanto menos, insuficientes.
Robert Hunziker es escritor especializado en temas ecológicos y vive en Los Ángeles, EE UU.
Traducción para www.sinpermiso.info: Enrique García.
Fuente original: http://www.counterpunch.org/2015/08/03/the-perfectly-nasty-ocean-storm