Recomiendo:
0

A 70 años de la masacre

La tragedia de Gernika

Fuentes: Tlaxcala

Traducciones de Juan Vivanco (la presentación, de Fausto Giudice) y Manuel Talens (el artículo, de George Steer)



Presentación

Era un lunes, día de mercado. Había mucha gente en las callejuelas de la villa de Gernika, que tenía 7.000 habitantes. A las cuatro y media de la tarde las campanas de la iglesia empezaron a repicar, y cinco minutos después apareció el primer avión, que soltó seis bombas explosivas de 450 kilos, seguidas de una lluvia de granadas. Minutos después apareció otro avión. El infierno duró cuatro horas. Cuarenta y dos aviones en total bombardearon y ametrallaron la villa y sus alrededores, donde se habían refugiado sus vecinos. Toda la ciudad ardió. El incendio tardó en apagarse. Balance: el 70% de los edificios quemados y un número indeterminado de muertos, entre 800 y 1.600. Setenta años después los historiadores aún no se ponen de acuerdo sobre el número de víctimas de aquel lunes negro que convirtió Gernika en una ciudad mártir y una ciudad símbolo, grabada para siempre en nuestra memoria colectiva. Los aviones pertenecían a la Legión Cóndor alemana y a la Aviación Legionaria italiana. El nombre clave era Operación Rügen.

Dos hombres contribuyeron de manera decisiva a convertir Gernika en símbolo: George Steer y Pablo Picasso.

El primero era un joven periodista de 27 años nacido en África del Sur, corresponsal de guerra del diario londinense The Times y firme partidario de la causa republicana y vasca. España no era su primer teatro de guerra. En 1935 había sido enviado especial en Etiopía, entonces llamada Abisinia, sometida a una feroz agresión italiana ordenada por Mussolini -el dictador con manías de grandeza-, que así, a golpe de crímenes de guerra, hacía realidad sus sueños imperiales. En Etiopía ya se había bombardeado a la población civil inerme. En Etiopía el Occidente democrático ya había traicionado a un pueblo agredido por el fascismo.

George Steer llegó a Gernika horas después del bombardeo y esa misma noche cablegrafió su reportaje de la ciudad mártir, que se publicó a la mañana siguiente en The Times y The New York Times y fue reproducido por la prensa de muchos países. Este artículo fue el que alertó al mundo y dio lugar a manifestaciones de protesta en las calles de Londres y Nueva York, que obligaron a una contraofensiva propagandística de los franquistas y sus aliados, la Alemania nazi y la Italia fascista. En estos países la prensa y la radio despotricaron contra las «hordas bolcheviques» que, según ellos, habían incendiado Gernika antes de evacuarla. Sus mentiras fueron rápidamente refutadas. El relato que la Historia retuvo es el de George Steer, que tiene una calle dedicada en Gernika, donde, en abril de 2006, se inauguró un busto suyo.

El otro, con 56 años, es un pintor famoso, establecido en Francia. Apoya la causa republicana frente a la rebelión franquista. Descrito por los Renseignements généraux (la policía política francesa) como «un anarquista sospechoso desde el punto de vista nacional» y «un pintor supuestamente moderno» -por tal motivo le negaron la naturalización francesa en abril de 1940- se pone de inmediato a la tarea. El resultado es una pintura monumental de ocho metros de largo por tres y medio de alto, en blanco y negro, que se expone en el pabellón español de la Exposición Universal. Como dijo Picasso: «La pintura no está hecha para decorar las casas. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo».

Gernika es una lección pendiente. Los autores de aquel crimen de guerra, empezando por el jefe de la Legión Cóndor, teniente coronel Wolfram von Richthofen, fueron aclamados como héroes en la Alemania nazi, y los que todavía viven disfrutan de un apacible retiro y conceden entrevistas con un descaro inusitado. El bombardeo de la ciudad santa de los vascos fue un experimento de campo para evaluar la capacidad de la aviación alemana de destruir eficazmente una ciudad. Como dijo Hermann Göring en el juicio de Nuremberg: «La guerra civil española me brindó la oportunidad de probar mi joven aviación, y a mis hombres les permitió adquirir experiencia».

Este crimen de guerra no fue el primero ni el último del siglo XX. En 1915 Winston Churchill ordenó los primeros bombardeos con armas químicas contra poblaciones civiles en Iraq. Después de Gernika hubo otras ciudades mártires como Coventry, Hamburgo, Dresde, Hiroshima o Nagasaki. Después de España, toda Europa. Después de Europa, Asia, de Palestina a Corea, de Vietnam a Camboya.

Los Gernikas de hoy se llaman Gaza, Tel Afar, Faluya, Samarra y Nayaf, así como Grozni o Kandahar. Los aviones que escupen las bombas mortíferas ya no llevan la cruz de hierro, sino las enseñas de los países «democráticos». El lugar de los «rojos enemigos de Dios» contra los que decían luchar Franco, Hitler y Mussolini para salvar a Occidente, lo ocupan hoy los «islamistas» y el «eje del mal», que según Bush, auténtico Hitler de nuestros días, va de La Habana a Pyongyang, pasando por Caracas, Beirut, Damasco, Jartum y Teherán. Y la «comunidad internacional», antaño paralizada ante el martirio de Etiopía y España, hoy en día, ante el martirio de Palestina, Iraq y Afganistán, está peor que paralizada, es cómplice de los cientos de Gernikas que se repiten ante nuestros ojos cansados, día tras día.

Lean el reportaje de George Steer. Dice lo esencial en pocas palabras:

Un testigo presencial informa sobre la destrucción de un pueblo en un ataque aéreo
La tragedia de Gernika

De nuestro enviado especial
Bilbao, 27 de abril de 1937

George SteerGernika, que es a la vez el centro de la tradición cultural y el pueblo más antiguo de los vascos, quedó totalmente destruido ayer por la tarde durante un ataque aéreo de los sublevados. El bombardeo de este pueblo, situado muy por detrás de las líneas de combate, duró exactamente tres horas y cuarto, durante las cuales una poderosa flotilla aérea formada por tres tipos de aviones alemanes, bombarderos Junkers y Heinkel y cazas Heinkel, lanzaron de forma incesante bombas de 450 kg y, según cálculos, más de 3.000 proyectiles incendiarios de aluminio de 1 kg. Mientras tanto, los pilotos sobrevolaron a baja altura el centro del pueblo para ametrallar a la población civil que había buscado refugio en los campos.

Todo Gernika fue pronto presa de las llamas, excepto la histórica Casa de Juntas con sus abundantes archivos de la raza vasca, donde el antiguo Parlamento vasco solía reunirse. El famoso roble de Gernika -el viejo y seco tocón de 600 años de edad y sus retoños de este siglo- también quedó intacto. Aquí, los reyes de España solían jurar respeto a los fueros democráticos de Vizcaya y a cambio recibían la promesa de lealtad como señores feudales con el título democrático de Señor, no de Rey de Vizcaya. La noble parroquia de la iglesia de Santa María también quedó intacta, excepto su sala capitular, que fue alcanzada por una bomba incendiaria.

Hoy, a las dos de la tarde, cuando visité el pueblo, todo él era una horrible visión, ardiendo por los cuatro costados. El reflejo de las llamas podía vislumbrarse en nubes de humo por encima de las montañas a 6 km de distancia. Durante toda la noche las casas se fueron derrumbando hasta que las calles se convirtieron en largos e impenetrables montones de escombros rojos.

Muchos de los supervivientes de la población civil iniciaron la larga caminata desde Gernika a Bilbao en antiguas y sólidas carretas vascas tiradas por bueyes. Los carros, en los que se apilaban las pertenencias familiares salvadas de la conflagración, atascaron los caminos durante toda la noche. Otros supervivientes fueron evacuados en camiones del gobierno, pero muchos se vieron obligados a quedarse en los alrededores del pueblo en llamas acostados en colchones o a la búsqueda de familiares y niños desaparecidos, mientras que unidades de los cuerpos de bomberos y de la policía motorizada vasca, bajo la dirección personal del Ministro del Interior, el señor Monzón, y de su esposa, continuaron el rescate hasta el amanecer.

La campana de la iglesia dio la alarma

Por la forma en que se llevó a ejecución, por la escala de destrucción alcanzada y por la selección de su objetivo, el ataque contra Gernika no tiene paralelo en la historia militar. Gernika no era un objetivo militar. Fuera del pueblo hay una fábrica que produce material de guerra y quedó intacta. Lo mismo puede decirse de dos barracones de soldados que hay a alguna distancia del pueblo. El pueblo se encuentra muy por detrás de las líneas de combate. El bombardeo buscaba al parecer la desmoralización de la población civil y la destrucción de la cuna de la raza vasca. Cada uno de los hechos confirma esta valoración, a empezar por el día en que se llevó a cabo la acción.

El lunes era el día habitual del mercado en Gernika para las gentes de los alrededores. A las 4:30 de la tarde, cuando el mercado rebosaba de gente y los campesinos todavía estaban llegando, la campana de la iglesia repicó la alarma de que se aproximaban aviones y la población se refugió en sótanos y cobertizos que habían preparado tras el bombardeo de la población civil de Durango el 31 de marzo, que inauguró la ofensiva del general Mola en el norte. Se dice que la gente mostró mucho ánimo. Un sacerdote católico se encargó de que todo se hiciera en un orden perfecto.

Cinco minutos después apareció un bombardero alemán, dio unas vueltas sobre el pueblo a baja altura y dejó caer seis pesadas bombas, al parecer destinadas a la estación. Las bombas, con una lluvia de granadas, cayeron sobre un antiguo instituto y sobre casas y las calles vecinas. Luego, el avión se fue. Cinco minutos después un segundo bombardero lanzó la misma cantidad de bombas en medio del pueblo. Al cabo de un cuarto de hora aproximadamente llegaron tres Junkers para continuar con la demolición y, a partir de ahí, el bombardeo creció en intensidad y fue continuo hasta el anochecer, a las 7:45. Todo el pueblo de 7.000 habitantes más 3.000 refugiados fue destruido lenta y sistemáticamente. El plan de los atacantes incluyó el bombardeo de los caseríos en un radio de tres km a la redonda. Durante la noche éstos ardieron como velas en las colinas. Todos los pueblos de por aquí fueron bombardeados con la misma intensidad que Gernika, y en Múgica, un pequeño grupo de casas situadas a la entrada de Gernika, la población fue ametrallada durante 15 minutos.

Ritmo de la muerte

Es todavía imposible calcular el número de víctimas. Los periódicos de Bilbao afirman esta mañana que «afortunadamente fueron pocas», pero se teme que esto sea un eufemismo para no alarmar a la abundante población refugiada en Bilbao. En el hospital de las Josefinas, que fue uno de los primeros lugares bombardeados, los 42 milicianos heridos que allí estaban murieron. En una calle que va cuesta abajo desde la Casa de Juntas vi un lugar en el que dicen que 50 personas, casi todas mujeres y niños, quedaron atrapadas en un refugio antiaéreo bajo una mole de ruinas en llamas. Muchos murieron en los campos y el número de muertos podría ascender a varios centenares. A un viejo sacerdote llamado Aronategui lo mató una bomba mientras rescataba niños de una casa en llamas.

Las tácticas de los bombarderos, que pueden ser de interés para los estudiantes de la nueva ciencia militar, fue como sigue: primero llegaron pequeños grupos de aviones que lanzaron bombas y granadas de mano por todo el pueblo, escogiendo ordenadamente zona tras zona. Después vinieron las ametralladoras, que mataron a tiros a quienes salían corriendo aterrorizados de los refugios subterráneos, algunos de los cuales habían sido alcanzados por bombas de 450 kg, que hacen socavones de siete metros. A muchas de estas personas las mataron cuando corrían. Un gran rebaño de ovejas que se dirigía al mercado también fue exterminado. Al parecer, el objetivo de este ataque era hacer que la población se escondiera de nuevo bajo tierra, porque después aparecieron no menos de 12 bombarderos que dejaron caer bombas incendiarias sobre las ruinas. Así, el ritmo de este bombardeo de un pueblo tuvo su lógica: primero, granadas de mano y bombas para hacer salir en estampida a la población; luego, ametrallamientos para hacer que se escondieran y, después, bombas incendiarias para destrozar las casas y quemarlas por encima de sus víctimas.

La única respuesta que los vascos pudieron utilizar, porque no poseen aviones suficientes para enfrentarse a la flota de los sublevados, fue la del heroísmo de los sacerdotes vascos, que bendijeron y rezaron a las multitudes arrodilladas -socialistas, anarquistas y comunistas, así como creyentes- en los refugios subterráneos arrasados.

Cuando entré en Gernika después de medianoche, las casas se desmoronaban y era completamente imposible entrar en el centro del pueblo, incluso para los bomberos. Los hospitales de las Josefinas y del Convento de Santa Clara eran pavesas relucientes; todas las iglesias, excepto la de Santa María, estaban destruidas y las pocas casas que todavía se mantenían en pie estaban sentenciadas. Cuando volví a visitar Gernika esta tarde, la mayor parte del pueblo estaba todavía ardiendo y nuevos fuegos habían prendido. Unos 30 cadáveres estaban alineados en un hospital en ruinas.

Una llamada a los vascos

Aquí, el efecto del bombardeo de Gernika, la ciudad sagrada de los vascos, ha sido profundo y ha dado lugar a que el presidente Aguirre haga pública la siguiente declaración en la prensa vasca de esta mañana: «Los aviadores alemanes, al servicio de los rebeldes españoles, han bombardeado Gernika, quemando la ciudad histórica venerada por todos los vascos. Han intentado herirnos en lo más sensible de nuestros sentimientos patrióticos, mostrando una vez más que Euskadi no puede esperar nada de quienes no vacilan en destruir incluso el santuario que conserva los siglos de nuestra libertad y nuestra democracia».

«Ante esta atrocidad nosotros, todos los vascos, debemos reaccionar con violencia, jurando desde el fondo de nuestros corazones defender los principios de nuestro pueblo con terquedad y heroísmo si es necesario. No podemos ocultar la gravedad del momento; pero el invasor nunca logrará la victoria si nos esforzamos por derrotarlo alzando nuestros espíritus a las alturas de la fuerza y la determinación».

«El enemigo ha avanzado en muchas otras partes para luego ser repelido. No dudo en afirmar que lo mismo ocurrirá aquí. ¡Ojalá esta atrocidad de hoy sea un estímulo que nos empuje a lograrlo con rapidez!».

Fuente: http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/europe/article709301.ece

En Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=2506&lg=es

Fausto Giudice, Juan Vivanco y Manuel Talens son miembros de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística. Vivanco y Talens pertenecen asimismo a Cubadebate
y Rebelión.

Artículos relacionados:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=50146
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=50165