Supongamos que el número de estudiantes de ciclos formativos en nuestro país se aproxima al millón (la cifra debe rondar los 600.000). Supongamos que de ese millón, la mitad cursa ciclos de grado superior (deben rondar los 300 mil). Supongamos igualmente que de ese medio millón de estudiantes de ciclos superiores, 250 mil estudian en […]
Supongamos que el número de estudiantes de ciclos formativos en nuestro país se aproxima al millón (la cifra debe rondar los 600.000). Supongamos que de ese millón, la mitad cursa ciclos de grado superior (deben rondar los 300 mil). Supongamos igualmente que de ese medio millón de estudiantes de ciclos superiores, 250 mil estudian en Catalunya. Supongamos también que todos ellos los cursan en instituciones públicas, ninguno de ellos en centros concertados (no es el caso como es sabido). Supongamos que la medida-globo-sonda lanzada por el govern de la Generalitat, por su consejero de Economía Andreu Mas-Colell, un antiguo cuadro político del PSUC en tiempos de resistencia antifascista, se llevara a cabo y los estudiantes de ciclos superiores en Catalunya abonasen como matrícula (una parcial privatización evidente en estos tiempos de crisis, disminución de ingresos familiares y fuerte paro juvenil) entre un 10 y el 15% del coste de sus estudios (el copago educativo para entendernos) [1]. Supongamos, elevamos la mirilla, que el coste de los ciclos fuera de unos cuatro mil euros por estudiante. Las cuentas: el importe de las futuras y amenazadoras matrículas: entre 400 y 600 euros, entre 35 y 50 euros mensuales.
¿Qué ingresaría la Generalitat por ese concepto? Si restamos generosamente 20 mil becas para el alumnado necesitado y muy pero que muy brillante, nos quedaríamos en 230.000 alumnos, es decir, en unos ingresos de 148 millones de euros. Vale la pena insistir: el cálculo probablemente duplique la cantidad ajustada. El escenario considera todos sus nudos al alza.
¿Podrían los institutos de Catalunya ayudar a determinados estudiantes? Tal vez algunos, pero no les sería fácil. Los recortes son los recortes y estos no sólo se anuncian sino que se concretan. Un instituto del extrarradio barcelonés con tres líneas de ESO, bachilleres y ciclos formativos que en 2009 recibió unos 205 mil euros para su funcionamiento general, incluida la limpieza que está externalizada desde hace años [2], dejando aparte sueldos del profesorado, conserjería y administración, ha recibido este año de 2011 unos 145 mil. El decremento exacto: 59.607,71, un 29,10% (no un 10 ni un 11% sino casi un 30).
Volvamos pues a los ingresos potenciales: 148 millones de euros, 150 par redondear. ¿Cuál sería su impronta social? No hay que hacer estudios sofisticados: el 80% o más de los estudiantes que cursan estudios de ciclos formativos provienen de familias trabajadoras, serán, si tienen suerte, trabajadores cualificados con sueldos que rondan, de promedio, los 900 euros, posiblemente menos en un futuro que es ya presente . En síntesis: las cuentas de Generalitat se ampliarían desde este nudo de una muy desigual pirámide social. Desde la base, desde abajo.
Simultáneamente, una de las primeras medidas del govern de Mas y Mas-Colell ha sido la liquidación total del impuesto de sucesiones. Total, tarskianamente, es total El conseller-catedrático de Harvard-Premio Juan Carlos I de Economía se avergonzada, se sentía muy incómodo, en su defensa parlamentaria de la medida. Su argumento central, casi único: en otras comunidades ya está eliminado el impuesto y estos sectores sociales («los ricos») se suelen mover fiscalmente con mucha facilidad. Consecuencia del cambio de política fiscal: en momentos de austeridad, a las grandes familias catalanas se les ha regalado unos 400 millones de euros, más del triple de lo que Generalitat podría ingresar si impusiera esas matrículas en los ciclos formativos de grado superior [3]
Como Mecano: corto aquí (en la base), amplió allá (en el vértice), y maquillo mi rostro social al tiempo que digo, grito y repito: no tenim ni un duro, ni un duro. I que quedi clar: els de Madrid són un desastre! Algú ho havia de dir!
¡Qué rostro don Felipuigostro!
Notas:
[1] La medida, por lo demás, parece inconsistente con los planes anunciados por las conselleries de Educación y Treball: conseguir que trabajadores en activo se incorporen a los ciclos para cursar determinadas unidades formativas (pongamos, por caso, redes, contabilidad informatizada o análisis sanguíneos).
[2] A esa cantidad para ser más exactos habría que sumar aportaciones especiales de la Administración, si las hubiese, y los ingresos de las familias por el material del alumnado (unos 20 mil euros en un instituto de unos 700 alumnos).
[3] Ciclos que, por otra parte, consisten en la formación de «mano de obra» cualificada para las empresas del país sin coste directo alguno para ellas. Todo un regalo.
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