M.H.: Pensaba que lo conociste a Julio Cortázar en su última etapa, cuando ya había adoptado un compromiso político e ideológico. No tiene nada que ver con lo que podríamos llamar su primera etapa, la etapa estética. V.Z.L.: Es muy complicado lo que me preguntás, hay respuestas rápidas y fáciles, que tal vez sean ciertas; […]
M.H.: Pensaba que lo conociste a Julio Cortázar en su última etapa, cuando ya había adoptado un compromiso político e ideológico. No tiene nada que ver con lo que podríamos llamar su primera etapa, la etapa estética.
V.Z.L.: Es muy complicado lo que me preguntás, hay respuestas rápidas y fáciles, que tal vez sean ciertas; y está también la posibilidad que se dé aquí o en otra parte, de profundizar las contradicciones que plantea. Por ejemplo, si un fuerte compromiso con los DD HH, con la política entendida desde la ética, la transformación profunda, de la justa distribución de la riqueza, del bien común no es también una manera de la belleza y no simplemente un camino que se agota por más que sea importante en el mundo de la política.
Cortázar, diciéndolo rápidamente, podría ser visto desde varios lugares, uno es que lo que uno construye no necesariamente sale a luz en el primer día. Yo creo más bien en las construcciones que se van dando paso a paso. Lo que sembró Cortázar en sus primeros escritos, con sus primeras lecturas, con sus amores y sus trabajos, no entra en mi criterio en contradicción con lo que de alguna otra forma, más visible, notamos en sus últimos años.
Yo siento que hay como una construcción. Nadie llega por milagro a la conciencia. En mi construcción interior yo creo que en la formación de lo que entendemos por conciencia y que luego se expresa en nuestros actos, es una construcción que se va dando a partir del conjunto de nuestros actos de cada día.
Cortázar es en la última etapa el resultado de una construcción que le llevó años. Repito, no creo en los que nacen iluminados, creo que los procesos de construcción pueden ser en algunos casos más lentos, más difíciles. En el caso de Julio también aclaro que personalmente lo conocí en una etapa pero ya tenía conocimiento de él no solo por lo que había leído, sino por la generosidad poco frecuente de un escritor de fama que contestaba las cartas del joven lector Vicente Zito Lema cuando empezó a leerlo con asombro y cuando empezó a querer escribir.
A veces algunos amigos me preguntan de dónde saco tiempo para contestar a la gente que me invita, que me llama, que me pide cosas y yo puedo decir que tengo buenos maestros que me enseñaron que el camino concreto de amor al otro está en todo aquél que quiere construir belleza. Ser un escritor que repudia a quien le escribe o se acerca no va mucho conmigo y no es el ejemplo de Cortázar.
Lo pude conocer de joven a partir de sus cartas. Y después se dieron varias circunstancias, yo tenía alrededor de 33 años cuando lo vi por primera vez, cruzamos cosas en común y se generó una amistad. No hablo mucho de esto por pudor, porque tengo conciencia y medida, uno escribe y tiene medida de quién era Cortázar. A veces no quiero abusar de las amistades para ponerme por encima de lo que soy. No hablo en general de Cortázar, pero como ayer me llamaste y me recordaste que se cumplen años de su muerte. Como estoy escribiendo mucho y mi salud no es la mejor, no estoy muy al tanto de lo que sucede en el mundo del arte concreto, no sé si hoy a Cortázar lo están recordando cómo lo estás haciendo vos con la invitación que me hacés. Deseo que así sea, sospecho que no, y por eso te felicito por tu acto y siento que estoy haciendo bien en participar del mismo.
M.H.: Te quiero leer algo Vicente: “[…] Francamente sigo creyendo que no es una condición sine qua non estar ahora y aquí y aún participar de nuestra faena política. De hecho hay gente que estando aquí es como si viviese en el Himalaya, o aún en la luna. Los clásicos espaldistas, son capaces de escribir sobre el Renacimiento o sus aburridos fantasmas apoyados en el mismo paredón detrás del cual revientan a sus hermanos. Julio en cambio y para abreviar, es un ciudadano del mundo al cual no le afectan las distancias, yo aprecio esto en Cortázar y se lo agradezco. Y creo que es bueno que se quede allá aunque sea nada más que para eso, porque cuando enmudezcan todas las voces, habrá todavía una salvada por la distancia que señale y condene, que denuncie y ayude, que movilice y congregue.”
Esto escribía, Haroldo Conti.
V.Z.L.: Un gran amigo de Julio y, como sabés, también un gran amigo mío con quien compartimos el trabajo en la revista Crisis, con Eduardo Galeano, con Juan Gelman, con Cortázar cuando venía a visitarnos. Como todos saben, Conti, autor de gran talento, de cuentos y novelas que perduran y que además es un ejemplo de conducta cívica que pagó con usura. Nadie olvida que está desaparecido y que tuvo una trágica agonía. Cosas de las que puedo recordar porque cuando lo secuestraron yo estaba al frente de la revista Crisis, donde él trabajaba e hice lo posible e imposible por tratar de que apareciera porque lo habían secuestrado y desaparecido.
Y recuerdo también, porque es justo hacerlo, que Eduardo Galeano que no estaba en Buenos Aires, se enteró y volvió al país y colaboró muchísimo buscándolo. La mayor parte de las peligrosas y muy difíciles gestiones las hicimos juntos, dándonos mutuo apoyo. A veces no sé si es bueno o malo recodar esos tiempos. Pero ahora en los que pareciera que está lleno de grandes demócratas, de escritores y artistas y políticos que nos dan enseñanzas de cómo hay que defender la libertad, no están mal estos recuerdos que hago al pasar, mientras recordamos con amor a ese gran amigo que fue Julio Cortázar.
M.H.: Te leía este pequeño comentario que hace Haroldo Conti desaparecido en 1976 y asesinado por la dictadura militar, porque nos trae uno de los debates que cruzaron en algún momento la historia cultural argentina respecto de Julio Cortázar y su ida a Francia y hasta dónde Julio tenía algo que ver con la Argentina. Recuerdo una polémica feroz de David Viñas, a quien alguna vez invité a recrearla y me pidió por favor no volver a hablar de eso. ¿Cómo vivía Julio nuestro país? ¿Hasta dónde llegaba su compromiso?
V.Z.L.: Hay un poema de Juan Gelman que habla de estas cosas, cuando dice que no es cuestión de estar aquí o de estar allá sino de lo que cada uno hace por la causa que quiere defender. Yo creo que de eso se trata, conozco escritores, conozco pintores, filósofos, políticos, comerciantes, dueños de grandes fábricas y dueños de boliches que fueron bastante miserables durante la dictadura militar, que se enriquecieron, que miraron para otros lados aun cuando en la puerta de la casa le tiraban el cadáver de alguna persona, que incluso esa persona conocía. Insisto, lo que divide aguas para mí son los actos, y los actos en defensa de lo humano y la humanidad pueden hacerse no necesariamente en un solo lugar, se pueden hacer en varios.
Cortázar, me consta personalmente, hizo muchísimo por la Argentina, por la libertad, por los Derechos Humanos, enfrentó con todas sus fuerzas a la dictadura militar. Hoy hablabas de David Viñas, más allá de cualquier disputa, recuerdo que Cortázar, Viñas, Carpani, yo, todos fuimos los que trabajamos en la CADHU (Comisión Argentina por los Derechos Humanos) junto a otros, en el exilio y desde antes, como Cortázar. Y yo sé todo lo que hizo Cortázar, como también lo hizo el entrañable David, en defensa de los Derechos Humanos, de las libertades públicas, en las posibilidades que se inventaban, porque a veces ni estaban para contribuir a que esta gigantesca cerrazón que era la dictadura militar, tuviera algunas hendijas que permitieran que algo de vida se lograra salvar, en épocas en que prácticamente la vida quedaba en manos del terrorismo de Estado.
Yo estuve en actos en Europa con Julio Cortázar. Tengo claro que muchos de esos actos se realizaron porque él movió las aguas para lograrlo. No porque los otros miembros de la Comisión no lo hiciéramos, sino que yo, que he vivido tantos años en el exilio sé lo difícil que es estar en un país que no es el tuyo y golpear puertas, hay intereses políticos, intereses económicos, hay muchas veces desconocimiento de la gente en esos países de la verdadera situación. Hay también a veces imposibilidades, porque uno no tiene el nombre o el prestigio que muchas veces en el último momento decide si podés hacer un acto o no. O si el acto que hacés aparece en los medios de comunicación y robustece tu acción o queda como un acto necesario pero que en la relación de fuerzas incide poco. Aunque igual hay que hacerlos.
Yo digo que la mayor parte de los actos que se hicieron en el exilio y que tuvieron gran trascendencia estuvieron ligados a la participación de Cortázar. Insisto, no era el único, sería injusto no nombrar a los otros compañeros, reconocer compañeros que no tenían un nombre público pero que trabajaron con una pasión gigante para poder hacer cosas en la medida en que se podía.
Pero también es cierto que muchas veces el que en el último momento pasaba la raya y lograba lo que no lográbamos nosotros era Julio, que nunca se negó, que siempre humildemente estuvo presente en todas. Y más aún, trató siempre que su nombre no fuera el que acaparara la fama pública. Él siempre con humildad, trató que todos los que participaban tuvieran el reconocimiento. Cosa que no es menor, porque la gente era perseguida en el exilio, era perseguida cuando levantaba la cabeza frente a la dictadura militar y poder tener un nombre muchas veces garantizaba que por lo menos la dictadura pensara dos veces el costo político de lo que iba a hacer. Mucha gente se salvó justamente por tener ese respaldo público. Aunque también muchas veces el tener un nombre era lo que te traía el ataque. Es muy complejo.
Lo que digo es que Cortázar hizo muchísimo y nunca quiso que lo que hacía cayera como beneficio para él. Porque era un hombre generoso y la idea que tenía del socialismo era muy real, más que hablar todo el día de la fraternidad, la solidaridad, de usar las grandes palabras de la revolución, en sus actos todo lo que pudo hacer para que eso fuera concreto doy fe que lo hizo.