Los luchadores en favor del medio ambiente cuestionan la industria de las «oil sands», pero se hace difícil cuestionar en público pues las corporaciones involucradas son como dioses del progreso por el tamaño de sus inversiones y por su poder. Aunque se ha explotado hidrocarburos en décadas pasadas, en los mares árticos y en Alaska, […]
Los luchadores en favor del medio ambiente cuestionan la industria de las «oil sands», pero se hace difícil cuestionar en público pues las corporaciones involucradas son como dioses del progreso por el tamaño de sus inversiones y por su poder. Aunque se ha explotado hidrocarburos en décadas pasadas, en los mares árticos y en Alaska, la frontera del norte de Canadá, el bosque boreal en la provincia de Alberta ha recobrado auge y fama porque más de 150 mil kilómetros cuadrados de su territorio contienen en su subsuelo arenas bituminosas que producen petróleo sintético. Se trata de unas de las reservas más grandes del mundo, calculadas en 1,7 billones de barriles.
El primer intento de explotar estas reservas data de 1930, con el proyecto Abasand Oil, de muy baja productividad. La gran explotación de esta riqueza comienza realmente en 1960 con el proyecto Great Canadian Oil Sands, de la empresa Suncor Energy, que en 1967 comenzó su producción de 45 mil barriles diarios. Para principio de los 70 se concreta otro gran consorcio, que incluye varias multinacionales del petróleo para formar Syncrude Canadá, el proyecto más grande hasta hoy. Y, que en los últimos años va a lograr producir más de 350 mil barriles de petróleo diarios.
Hoy, los recursos de las arenas bituminosas, son explotados por más de seis plantas, con una producción de cerca de un millón de barriles diarios, de los que el 80 por ciento se exporta a los Estados Unidos. Nuevas ampliaciones están proyectadas en los próximos diez años, por un valor de alrededor de 70 mil millones de dólares. Dos de estas nuevas plantas ya comenzaron a ser construidas, la Canadian National Resources con su proyecto Horizon de un costo de más de ocho mil millones de dólares, y que contratará a más de seis mil trabajadores para su construcción. Este proyecto ha sido polémico por su política antisindical. Horizon va a utilizar aviones 737 de 200 pasajeros para transportar rotativamente trabajadores de diferentes ciudades canadienses a los campamentos de la planta.
Para extraer arenas bituminosas del subsuelo se emplean dos métodos, el primero es la mina a tajo abierto, que requiere equipos mecánicos pesadísimos -camiones Caterpillar de 400 toneladas y gigantes palas mecánicas. El segundo método, llamado » in situ,» consiste en inyectar vapor a alta presión, alcanzar los depósitos bituminosos, calentarlos y separarlos de esta forma del resto y hacerlos subir a la superficie. Este segundo método requiere el uso de grandes cantidades de agua y energía, pero hoy se ha hecho rentable gracias al alto precio del crudo. El proceso de extracción del petróleo sintético ha desarrollado una alta tecnología pagada en parte por las compañías explotadoras y en parte por el gobierno de la provincia de Alberta. Esta provincia ha subvencionado a las compañías en miles de millones de dólares en derechos de explotación del petróleo en general y del gas natural que no cobra. Alberta cobra 4,30 dólares por barril, en comparación con 14,30 dólares que cobra Alaska y los 17,10 dólares que cobra Noruega.
Las plantas se encuentran a entre 10 y 150 kilómetros de distancia unas de otras; la más grande es Syncrude, con más de 15 cuadras de extensión sólo en el área de proceso. En una altura está el lago artificial más grande de Canadá y en otra área están las montañas de azufre acumulado en la extracción de hidrocarburos. En los días despejados de invierno, con temperaturas de 30 grados bajo cero, el vapor producido por las plantas se ve denso, en ondas que se van hacia la atmósfera. Y en las lagunas, donde se acumulan las aguas con desechos, se usan periódicamente detonantes que espantan las aves migratorias para que no se posen en estas aguas tóxicas. La primera mina de tajo abierto, hoy abandonada, está convertida en un gigantesco cráter de paisaje lunar de varios kilómetros de extensión y cerca de 100 metros de profundidad, lo que antes fuera un tupido bosque.
El centro de estas operaciones de extracción, la ciudad de Fort McMurray, se encuentra a 435 kilómetros de la ciudad de Edmonton, capital de la provincia. Fort McMurray, hoy una ciudad de «boom» económico, está entre dos ríos, el Athabasca y el Clearwater, y fue reconocida como pueblo apenas en 1947 aunque su historia data desde 1787, fundada por Peter Pond como puesto de intercambio de pieles. El puesto fue abandonado en 1840 por sufrir de una epidemia de viruela y no volvió a resurgir sino hasta 1870. Para 1900 tenía apenas 300 habitantes. Recién en 1957 le llegó la carretera, comunicado antes solamente por barco a través del rio Athabasca, en verano, y por la ruta de rio congelado, en el invierno. Para 1925 Fort McMurray fue alcanzado por el ferrocarril, que terminó su servicio de pasajeros en 1989.
Conocí Fort McMurray cuando todavía tenía servicios de trenes y muchas avionetas acuáticas se estacionaban en el río. Muchos habitantes de la ciudad hoy, no saben que existió el tren de pasajeros ni el ferry, la ciudad aumentó su población de 30 mil habitantes a principio de los años 90 a más de 61 mil hoy. En los últimos seis años creció casi un 70 por ciento, y más de un 40 por ciento de sus trabajadores y trabajadoras llegan de otras provincias, la mayoría del este de Canadá que tiene un alto desempleo. En especial las mujeres trabajan en áreas mal pagadas, de servicios, en una ciudad que es cara, donde un apartamento de dos dormitorios cuesta unos mil quinientos dólares al mes de renta. El valor de la vivienda se ha cuadruplicado en ocho años gracias a la especulación, por lo que muchos que llegan en verano viven en tiendas o en trailers por un tiempo antes de establecerse.
Fort McMurray vivió ya tiempos de «boom» en los años 70, durante la construcción de Syncrude. En los 80 sufrió una fuerte decadencia por la crisis económica y la baja del precio del crudo. Es una danza de miles de millones de dólares; por cuatro décadas se ha invertido en infraestructura industrial y civil, salarios y servicios, que beneficia realmente a poco más de seis mil trabajadores -incluyendo trabajadores aborígenes y mujeres empleados por cuota, en estas plantas productoras de petróleo. Ellos tienen trabajo permanente y bien remunerado. Otros trabajadores, vienen hoy como antes en forma temporal, cumplen largas jornadas en la construcción y en el mantenimiento, y reciben salarios por encima de la media en Canadá gracias a buenos contratos colectivos que rigen desde los años 70.
Al otro lado del «boom» encontramos que el nuevo «Dorado» es tal sólo para algunos, nunca para todos. Atrás quedaron los tiempos en que un comerciante o pequeño industrial podía beneficiarse económicamente con estos auges. Hoy la oportunidad existe sólo para los grandes, que lo dominan todo; protegidos por el gobierno y libres de control alguno. Grandes cadenas, de tiendas, supermercados, distribuidoras, restaurantes, hoteles, inmobiliarias, llegan como aves de rapiña. Muchas de ellas tienen miles de locales y sucursales por todo el mundo, pero no pierden oportunidad, ni dejan lugar libre, todo lo quieren devorar.
En el asunto laboral, el gobierno derechista de Alberta junto con los dueños de los nuevos proyectos, se han propuesto terminar con los sindicatos. Para dejarlos fuera de los proyectos, violan la jurisdicción de los sindicatos, tratan de que los sindicatos cedan los beneficios que les quedan, usan maniobras como la legalización de un sindicato amarillo que se declara en favor de la empresa. En complicidad con gobierno y empresarios, la prensa del país implementa una campaña en contra de los sindicatos legales de Canadá, alude a un supuesto «déficit» de cien mil trabajadores especializados, que no es tal, para importar trabajadores extranjeros y violar los derechos sindicales de este país. En Canadá el trabajo no sobra, sólo el año pasado se perdieron más de cien mil trabajos manufactureros principalmente en Ontario.
El otro punto álgido es la destrucción del medio ambiente y las aguas. Los bosques se talan a un ritmo acelerado, ya por la industria maderera y papelera, que simplemente tala madera y se la lleva, ya por lo que sufren los bosques con la extracción y que se evidencia en las miles de hectáreas perdidas cada año por su causa. Según regulaciones del gobierno, las compañías que explotan estos recursos tienen que volver el complejo ecosistema boreal a su estado original pero esto no se cumple. Por otra parte, las minas y el proceso de extracción consumen cantidades inmensas de gas natural y agua, se usa seis veces la cantidad de agua que de bituminosos producidos: «es como usar oro para producir plomo». El río Athabasca está contaminado como muchas aguas de la zona. Muchas especies animales, como el caribú, han huido de sus lugares habituales. Las emisiones de gases, causa del «efecto invernadero,» son grandes, se emite dióxido de sulfuro, óxidos nitrosos, dióxidos de carbono y más. Canadá ha firmado el tratado de Kyoto, que el nuevo gobierno federal amenaza con no cumplir.
Mario R. Fernández, Alternativa Latinoamericana
Adital