La unidad es la fuerza transgresora del aislamiento, y el aislamiento esta basado en la diferencia, y la diferencia se hace, con posiciones políticas, con la arrogancia sectaria, con el desprecio por los otros, con el insulto personal, con el prejuicio que nos garantiza la separación necesaria para no hablar de lo que está en […]
La unidad es la fuerza transgresora del aislamiento, y el aislamiento esta basado en la diferencia, y la diferencia se hace, con posiciones políticas, con la arrogancia sectaria, con el desprecio por los otros, con el insulto personal, con el prejuicio que nos garantiza la separación necesaria para no hablar de lo que está en juego.
Alguien dice: «No vamos a hacer nada por las Marchas de la Dignidad porque se aprovechan otros».
¿Cómo romper los prejuicios y cómo aglutinar fuerzas en torno al objetivo táctico y al objetivo estratégico comunes de producir un cambio de justicia social?
Abandonar los métodos de trabajo que dividen y profundizan la división es el objetivo. El trabajo que divide genera sectarismo, hace barrera creando incomprensión de lo común, mancha toda idea solidaria, y la suciedad se enquista en el nombre de la organización que realiza semejante labor viendo esta porquería algunos antes que su trayectoria. Tan solo el cambio de método, la manera de entender la relación con los otros, dialogo y reconocimiento, democráticos, el método que garantiza la unidad.
Y si tenemos dudas pensemos en qué importancia tiene o qué lugar ocupa la división social en el proyecto político del capital. En el proyecto político del capital figura la división social y hasta la individualización como objetivo prioritario y como su mejor baza para su mayor beneficio.
El primer gran fracaso del programa y la filosofía del bipartidismo en que se sostiene el sistema del capital fue la realización de las Marchas de la Dignidad el 22 de Marzo de éste 2014: gentes venidas de los cuatro puntos cardinales entraban en Madrid por las carreteras principales andando, en autocares, en coches particulares, en trenes, se sumaban a la multitud que salía de los barrios obreros y los pueblos de alrededor, la mayor manifestación en España desde la muerte del dictador.
Las Marchas de la Dignidad 22 de Marzo se realizaron sumando sobre un programa mínimo acordado entre cientos de organizaciones. En las Marchas de la Dignidad se unieron todas las iniciativas, esa fue la lección de la variedad en lo común. Eso es ser pueblo unido, y el pueblo unido en acuerdo democrático y en la calle es por si mismo un poder de carácter diferente al que nos oprime, es el poder popular.
Los descreídos de antes de las Marchas se sorprendieron del éxito, y en el primer encuentro hicieron ante los asistentes al primer encuentro un acto público de contrición: declararon haberse equivocado, representaban a organizaciones diferentes: «No hemos trabajado porque creíamos que no iban a salir». «Nos hemos equivocado no participando, ahora nos ponemos en plan «zen» y a lo que diga la gente». «No hicimos lo que podíamos, ahora nos arrepentimos». Y eran fuerzas políticas que se reconocían de izquierda. No habían participado con empeño sus direcciones, ni siquiera las direcciones de los sindicatos mayoritarios. Las Marchas de la Dignidad habían salido adelante con las bases de ciertas organizaciones de izquierda, con las bases de los sindicatos mayoritarios, y con las fuerzas de izquierda convencidas de la unidad popular así como de sindicatos minoritarios pero combativos. Entre las fuerzas de izquierda hay grupos de recalcitrantes, enemigos de la unidad, sectarios que gritaban: «Nosotros somos independientes, no van a decirnos desde la coordinadora general lo que tenemos que hacer». Y después del éxito, para hacerse protagonistas de algo, esos mismos dicen: «Nadie nos atendía, y ahora no vamos a participar, no pensamos hacer nada».
He escuchado a un tipo de estos que se presentaba diciendo: «Yo soy la dirección de … (omito la organización por respeto a sus militantes honestísimos), ¿a que habéis notado que hay menos gente en algunos sitios?, pues es porque he dicho que las Marchas las saquen otros». Continuó con una perorata antiunitaria: «… porque no me hicieron caso los que venían por la carretera del …», «porque no me dejaban ir delante», «porque me insultaban, y eso es como si me hubiesen clavado un puñal, ¡quítame tu el puñal!, «yo soy la dirección y ahora me tienes que convencer». En medio de una y otra frase de estas le salían insultos con gritos roncos.
Ese individuo fabricante de divisiones entre el pueblo, tiene como tarea romper la unidad en torno al objetivo común. Las Marchas de la Dignidad aglutinan lo plural, unen a lo diverso, a las diferentes apreciaciones sobre la transformación social. La potencia de la unidad se mide por el peligro que representa para el enemigo, y las Marchas les alteraron mucho. Las próximas están en marcha. El sentido de esta unidad popular se encuentra en los objetivos y en los métodos de trabajo.
Hay una pregunta que nos debemos hacer : ¿Cuál es la política y cuáles son los métodos de trabajo que nos han impedían avanzar antes de las Marchas?
En la conciencia de las clases trabajadoras hay una enseñanza, adquirida mediante la durísima experiencia histórica: si queremos vencer lo más importante es la unidad.
El enemigo siempre ha estado unido y riéndose tranquilo por nuestra división, beneficiándose de ella conforme empeora nuestra parte de vida política, social y económica, agrediendo para quedarse con las viviendas, con los servicios públicos, llevándose el trabajo o degradando las condiciones y los salarios hasta extremos de miseria, haciendo que millones familias trabajadoras tengan que buscar algo que comer en los cubos de basura o tengan que pedir en los centros de caridad. Las Marchas de la Dignidad tienen el programa de unidad: Pan. Techo. Trabajo o Renta básica. No al pago de la deuda. Castigo a los corruptores y a los corruptos.
Con el cambio que están llevando adelante los capitalistas se hacen más evidentes las contradicciones sociales y las desigualdades; en el momento en que la serpiente está mudando la piel es cuando se encuentra más débil; tenemos que hacer que la crisis con la que nos azotan, para instaurar su nuevo modelo social en nuestro futuro, sea su crisis.
En nuestra unidad debe funcionar la iniciativa cívica, trabajadora, la movilización que acabe con el bipartidismo, con esos dos pilares mantenedores del sistema capitalista y gane una sociedad de ética y justicia social.
Quien habla en contra de la unidad del pueblo trabajador combate los intereses del pueblo trabajador. Si no estamos en la misma idea construida en consensos de organización y programa de cambio social, no tenemos los mismos objetivos.
Aquél o aquellos que dicen ser «la dirección» puede que ejerzan poder, pero no tienen autoridad. El poder que ejercen crea sólo obediencia, crea grupos de obstructores obedientes, crea militancia servicial, subjetiva, que mancha su sigla y, algo peor, borra la idea que da nombre al futuro de justicia social; quien ejerce esa clase de poder considera enemigos a quienes en mayoría han acordado sus mismos objetivos, a quienes realizan el trabajo acordado, a quienes caminan con el pueblo en la misma dirección de sus intereses, los consideran enemigos porque hacen algo o entienden algo de otra manera, el que está en desacuerdo es entonces quien dice ser «la dirección» y ordena «lo que debe hacerse».
La autoridad es otra cosa, es una fuente que da conjunciones, reúne a las diferentes partes, escucha, consulta, aúna en las prácticas a quienes tienen un objetivo común, se muestra interesada por los compromisos, esta dispuesta siempre a la solidaridad, manifiesta sensibilidad, comparte análisis y extrae soluciones de avance para el conjunto, soluciones en las que las clases trabajadoras participan: de ahí resulta la Autoridad con poder, o el poder con Autoridad, construido y construida con la base de la unidad en la diferencia, con la unidad popular.
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