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La venganza de los negros (literarios)

Fuentes: Sakurambotsumamu

Que un negro sea condenado a la pena capital no es noticia. Que un negro, en realidad blanco -y con jeta sonriente- pueda ser condenado a ¡5 años de prisión, sí! El periodista Antonio Alemany cobró cerca de medio millón de euros en parte por escribirle los discursos al expresidente balear Jaume Matas. No solo […]

Que un negro sea condenado a la pena capital no es noticia. Que un negro, en realidad blanco -y con jeta sonriente- pueda ser condenado a ¡5 años de prisión, sí! El periodista Antonio Alemany cobró cerca de medio millón de euros en parte por escribirle los discursos al expresidente balear Jaume Matas. No solo los escribía sino que después a través de su columna en El Mundo los alababa. Puesto que no están claros los términos del contrato, ya que con dinero público y a través de una sociedad pantalla tenían lugar las contraprestaciones, nos quedamos sin saber si esa veleidad estaba también estipulada; a fin de cuentas, redundaba en la imagen pública del honorable presidente, ¿o se trataba de una pequeña venganza inconfesable?

En todo caso, estamos ante una anomalía dentro de la muy abundante tradición del negro literario. Lo normal es que quien halaga la obra del negro no sea el propio negro, sino que sea el falso autor el que se vanaglorie de su supuesta obra (que puede llegar a creer suya ante el negro, casos haylos). Esta mórbida relación deja en suspenso la máxima de que está mal que uno celebre y aplauda sus propios actos. Además por partida doble.

Y, desde luego, por una vez la venganza del negro no está justificada. Había sido remunerado con abundancia y con favores fuera de la ley. En realidad, Antonio Alemany no es negro, ni siquiera literario, por lo que no pasará a engrosar la nebulosa leyenda del gremio. Tampoco heterónimo borgiano, machadiano, ni tendrá parentesco alguno con tantos autores salidos de la pluma de Pessoa.

Fueron los franceses los primeros en hablar de negros ( négres litteraires ). También en Francia está más reconocida la labor de plumillas ( plumes) dentro del terreno de la política , como lo podía haber sido él sin abonar el campo de la corrupción: Emmanuel Berl de Philippe Pétain, Erik Orsenna -premo Goncourt 1988- de François Mitterrand, Christine Albanel de Jacques Chirac y desde 2007 Henri Guaino, de Nicolas Sarkozy. Algún día no lejano debería la prensa de este país relacionar un poco con más celo los gabinetes de aquí. Mientras esto sucede acabo de releer un curioso artículo. «El juego de la ventriloquía política».

Hay otras muchas venganzas que si son legítimas. El negro tal vez más famoso fue el principal de los muchos que tuvo Alexandre Dumas (padre): Auguste Maquet. Se le conocen unos setenta y seis. No es de extrañar, por tanto, que su prolífica autoría fuera bautizada como «Fábrica de novelas: Casa Alejandro Dumas y Cía». Las anécdotas en consecuencia son numerosas. Por ejemplo:

– Dumas padre le preguntó a Alexandre Dumas (hijo), «¿Has leído mi nueva novela?», a lo cual él le contestó: «Sí. ¿La has leído tú?»

– Muy apenado porque se le había muerto su «negro» y abrumado por sus compromisos editoriales, un día se le acercó un hombre que le dijo: «Alejandro, no te preocupes, yo soy el negro de tu negro».

– «¿Dumas? Un mulâtre qui a des nègres». (¿Dumas? Un mulato que tiene negros). O parecido: «L e premier homme de couleur à avoir des nègres blancs».

Y como la historia se repite según Marx bajo la forma de farsa, en España el continuador exitoso del decimonónico Dumas es el ínclito Arturo Pérez-Reverte. Puede que, conocedor y admirador de la factoría francesa, haya copiado incluso la fórmula. Todo pasable si no asomara la fantasmal sombra del plagio.

Recientemente fue condenado por la Audiencia Provincial de Madrid. Octavio Colis, amigo de las noches del Café Estar de Malasaña, compuso esta magistral pieza, más allá del ensayo académico: Arturo Pérez Reverte: de copias, robos, falsificaciones y plagios. Y hay más.

Pero hablábamos de las venganzas de los negros de verdad, no de sus explotadores. Cándido cuando más juvenilmente hacía honor al heterónimo volteriano fue negro de fray Justo Pérez de Urgel, que estaba durante el franquismo muy en el «candelabro». ¡Veinte biografías bajo el título de Los mártires de la Iglesia y el subtítulo Testigos de su fe , asesinados en la Guerra Civil! El encargo era tan urgente que debía estar concluido en un mes e iría firmado por fray Justo, abad del Monasterio del Valle de los Caídos, que cobró 40.000 duros de entonces; las prisas hicieron que Cándido se inventase muchos de esos heroicos mártires de la fe para ir más rápido; el beneficiario nunca le dio las gracias ni se molestó en verificar la obra. Dice Cándido:

Las trescientas setenta páginas fueron una mezcla de invención y de plagio. (…) Inventé demencias y profanaciones y sentí piedad por los humildes. (…) Plagié bastante, como digo. Entre otros libros, Checas de Madrid, de Tomás Borrás, del que hurté muchas páginas. (…) Un día me acerqué a él y le dije: «Oiga Borrás, le he copiado treinta o cuarenta páginas de Checas de Madrid, puede llevarme a la cárcel, pedirme cien millones de indemnización o llevar a la cárcel a fray Justo Pérez de Urbel, que es el que firma el libro que yo he escrito.

Efectivamente, el plagio es uno de los recursos del negro, tanto por venganza como por premura y falta de reconocimiento. ¿Si el auor no va a ser reconocido, qué valor tiene la autenticidad de lo escrito?

Parecido es el caso, aunque más actual de Ana Rosa Quintana, quién sabe si en este siglo XXI de las maravillas (cervantinas, como las que pregona mi blog) nos sorprende con la tercera parte del Quijote. La segunda del Quijote fue también a caballo de siglos y su plagio sonado a fines del XX le sorprendió a ella -en esto verdaderamente inocente- por culpa de un «colaborador estrecho», que así llamó la famosa presentadora a su negro periodista, casualmente apellidado Rojo.

Otros plagios menos comprensibles son los ochocientos o ni se sabe del escritor peruano Bryce Echenique. Plagia artículos enteros donde solo se molesta en cambiar la firma. Culpa de ellos a su secretaria. Ya confeso declaró que el plagio es un halago para su autor. Imaginen a un violador confesando que homenajea a sus víctimas. No nos pongamos tétricos, pero el consabido pretexto de los homenajes lo mismo en la literatura que en el cine tiene sus límites. ¿Porqué si no la editorial del chico Nozilla retiró su último libro ante las quejas de la viuda de Borges?

Acabo por citar uno más de otros tantos plagiadores conocidos: Quim Monzó, en su faceta de articulista se prodiga peligrosamente como traductor.

Ya ven, no sé cómo vienen a cuento estos ejemplos literarios (tan del gusto de mis ociosos lectores letraheridos) con el corrompido panorama de la realidad política nacional.

Fuente: http://sakurambotsumamu.blogspot.com/2012/01/la-venganza-de-los-negros-literarios.html