Durante muchos años lleva el PSOE, y especialmente el extremeño, ganando las elecciones. Pero ¿para qué?
Quienes se encuentran al frente de las instituciones regionales, ocupando los puestos de dirección política en la Junta de Extremadura, en las consejerías y en las direcciones provinciales, no piensan ni van a pensar jamás en las necesidades del pueblo trabajador extremeño, en la gente que malvive con salarios precarios, con ayudas sociales de miseria como el ingreso mínimo vital o la renta básica, con los subsidios de desempleo o con las prestaciones no contributivas que apenas dan para comer. Los burócratas se preocupan de ellos y de sus intereses más inmediatos, no alcanzan ni quieren ver más allá de sus egoísmos personales.
El PSOE es un partido de políticos profesionales que tienen muy poco de socialdemócratas y nada de socialistas, prestos a ocupar los sillones que les permitan seguir disfrutando de las prebendas que da el establecimiento. No hay muchas diferencias entre las políticas que hace el PSOE con las que haría el PP; en ambos casos, vienen a garantizar el funcionamiento de un sistema socio-económico que tiene como asiento y se fundamenta en las desigualdades sociales.
El PSOE se ha convertido en una empresa privada altamente subvencionada por el régimen, el sistema de los capitalistas y la Monarquía gracias a lo cual obtiene buenos resultados electorales. Sus cada vez más reaccionarias políticas están subordinadas a la Unión Europea y la OTAN, y se deben, sin duda, a procurar las garantías necesarias para asegurar la buena marcha del capital, aún a costa de promocionar a las derechas más reaccionarias del país y quedar sepultado políticamente ante la avalancha de votos que esperan obtener aquellas,
Durante muchos años lleva el PSOE, y especialmente el extremeño, ganando las elecciones. Pero ¿para qué? Para que en nuestra tierra siga ocurriendo más de lo mismo, desempleo, precariedad, pobreza y emigración.
Por lo que no es difícil entender que la gente muestre un rechazo generalizado a la política, sin distinción por que gobiernen unos u otros, al fin y al cabo, todos están en la misma horquilla de igualdad. No es casual que en el plano de las ideologías y las formaciones políticas esa creciente despreocupación hacia los problemas elementales del pueblo trabajador sea acompañada por el resurgir de formas políticas neofascistas y neonazis que hasta hace unos años formaban parte de los viejos documentales en blanco y negro.
Lo cierto es que el desencanto y el crecimiento de las ideas fascistas corren paralelas mientras continua y se acrecienta el saqueo que se viene realizando de los bienes de Extremadura. Una extracción material de nuestra riqueza social, de nuestros recursos humanos y materiales, que se permite y justifica desde los ámbitos políticos, económicos y mediáticos.
Hay una ignorancia consciente y un silencio oficial ante el pillaje y el castigo multidimensional a los sectores sociales que constituyen la población que trabaja y pensionista, se lleva a cabo desde muchos frentes:
cuando la inercia, la comodidad y la subordinación de nuestros políticos los hace incapaces de planificar y ejecutar una reforma agraria que modifique de arriba abajo el panorama económico y social extremeño; cuando no se impide con medidas que propicien el desarrollo económico que la juventud, científica y técnicamente muy preparada, tenga que marcharse en busca de trabajo a otros lugares del país o fuera del país; cuando se autoriza que las grandes empresas eléctricas se apropien de la tierra, del sol y del agua, y se consienta de modo impasible que este proceso depredador vaya acompañado de una explotación bestial de nuestra fuerza de trabajo; cuando la Unión Europea, él gobierno de España y el gobiernillo de la región posibilitan que las multinacionales y grandes superficies saqueen silenciosamente nuestras producciones agrícolas y ganaderas; cuando no se frena y se da vía libre a las subidas espectaculares de los precios de los alimentos, de los combustibles y de la energía eléctrica que empobrecen a la población hasta límites de exclusión social; cuando las instituciones bancarias abandonan nuestros pueblos y castigan a nuestras poblaciones más pobres con descubiertos y comisiones de rapiña; cuando el gobierno del Estado recorta el gasto público para destinar esos fondos dinerarios a la industria armamentística y a la guerra; cuando se muestra incapaz de dar una solución a los enormes problemas que está acarreando la sequía entre los agricultores y a su vez, se están generando dificultades en el abastecimiento de agua para consumo en algunas localidades extremeñas; cuando no hay interés en resolver las negativas repercusiones en la vida diaria de muchas personas que origina el mal funcionamiento de los transportes públicos en el territorio de la Comunidad Extremeña, bien sean en carretera o en vías ferroviarias; y así, un largo continuo de medidas concretas con el que se lleva a cabo la rapiña del sudor del pueblo trabajador extremeño y que goza de la acción u omisión de los gobiernos.
Somos muchos los extremeños y extremeñas que proponemos y trabajamos por la cooperación, la solidaridad, y el respeto mutuo, contra la violencia machista; por la necesidad de la organización y la movilización popular, para que los recursos naturales del territorio extremeño no sean mercantilizados en beneficio de las grandes multinacionales, por unos precios dignos para las producciones agrícolas y ganaderas, contra la explotación salarial de la clase trabajadora extremeña y por la transformación económica y social que garantice a nuestra juventud acomodo en nuestro territorio sin necesidad de recurrir a la emigración.
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