No es que no existan razones para criticar la política económica del gobierno Zapatero. Se agolpan y crecen con celeridad. Y, desde luego, no faltan palabras para designar su orientación esencial, sus errores, sus vacilaciones y los intereses y poderes a los cuales parece subordinarse. Pío García Escudero, el destacado hooligan del PP en el […]
No es que no existan razones para criticar la política económica del gobierno Zapatero. Se agolpan y crecen con celeridad. Y, desde luego, no faltan palabras para designar su orientación esencial, sus errores, sus vacilaciones y los intereses y poderes a los cuales parece subordinarse.
Pío García Escudero, el destacado hooligan del PP en el Senado, eligió el adjetivo «esquizofrénica» para designar la política del gobierno en la comparecencia del presidente del Gobierno en el Senado el pasado 25 de mayo.
«Esquizofrénica» deriva, claro está, de esquizofrenia. La definición del término del Diccionario de la Real Academia, edición de 2001, es la siguiente: «Grupo de enfermedades mentales correspondientes a la antigua demencia precoz, que se declaran hacia la pubertad y se caracterizan por una disociación específica de las funciones psíquicas, que conducen, en los casos graves, a una demencia incurable».
¿Mejorable? Sin duda. Pero no es este ahora el punto.
Detrás de la palabra, detrás de sustantivo y sus derivados, lo que es de todos conocido. Cuidadores que se esmeran; padres, madres y tutores que hacen todo lo que está en sus manos y algo más; importancia decisiva de la sanidad pública; indecisiones, sufrimiento, medicación con netos efectos, dudas perturbadoras, sentimientos de culpa, mejoras sustantivas y mejores aparentes de la persona afectada, regreso al pasado que fue un futuro y también, desde luego, buenos momentos, momentos de felicidad y de agradecimiento, cambios de perspectivas, giros inesperados, y personas que con esfuerzo, ayuda, terapia, autoestima y la medicación imprescindible, cuando es el caso, levantan poco a poco su vuelo.
Todo ello, sabido es, no evita el estigma y, con él, el ocultamiento. Pocas personas, yo sólo recuerdo a James Watson, sí, el de La doble hélice, declaran públicamente que un familiar próximo, en el caso del codescubridor de la estructura del ADN, su hijo, sufre la enfermedad. Se entiende. Si sufrimos acidez de estómago o insuficiencia coronaria y lo contamos, no pasa nada; si sufrimos una enfermedad mental y lo explicamos, cambian las miradas y los cuerpos tienden a alejarse.
García Escudero hubiera podido escoger otra palabra, otros términos, para designar la política gubernamental: inconsistencia. Tienen muchas a su alcance: incoherente, inconsistente, ambigua, indefinida, errática, titubeante, de escasa claridad, e, incluso, en un alarde de sinceridad, muy similar a la que practicaría el PP. No ha sido esa su elección. Como las palabras suelen decir mucho de las que emite, sobre todo si uno es responsable político y juega un papel destacado en el teatro institucional, la elección no deja en muy buen lugar a alguien que, por lo demás, ya estaba situado, en la imaginario ciudadano rebelde, en el lugar que les corresponde, el de los gritan sin susurros y agitan huracanes incontrolados .
PS: Por lo demás, puestos a señalar nudos inconsistentes, el arquitecto jefe del Ayuntamiento de Barcelona, Josep Antón Acebillo, se ha declarado feliz por el triunfo de la opción C, la defendida por CiU y el PP, no por el equipo de gobierno municipal, y ha hecho una encendida defensa del uso de los vehículos privados en las ciudades. «El coche privado no desaparecerá de las ciudades; de ninguna de las maneras», ha declarado en una conferencia impartida en ESADE. En cambio, no es inconsistente que IU, ERC, ICV y BNG, que no aspiran a asaltar el Palacio de Invierno, sostengan que el recorte que se aplicará a las retribuciones de los altos cargos debería aplicarse también a la Casa Real. No es mucho, desde luego, pero algo es. Por la misma senda, IU-ICV ha registrado en el Cámara Baja una petición para conocer el salario y el patrimonio del gobernador del Banco España. El hooligan destacado del neoliberalismo español, el que día sí, noche también, arremete contra derechos laborales y salarios de los trabajadores, no parece estar por la labor. Su sueldo es su sueldo y su patrimonio es sagrado. El oráculo de Delfos no habla de esos temas. ¿Por qué Pío García-Escudero no ha señalado esa inconsistencia del señor Miguel Ángel Fernández Ordóñez? Porque el señor García-Escudero es, desde luego, muy coherente: defiende a las claras los intereses de las clases que dirigen y dominan España como si fuera el cortijo de su propiedad. Cuando el cortijo se ensucia a causa de sus desvaríos, ya se sabe quien tiene que limpiarlo y adecentarlo. ¿No ha sido así siempre? ¿No es una ley inexorable de la Historia interminable?
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