Guatemala puede presumir de sus 142 lagunas y lagos, algunos de ellos de excepcional belleza, como Atitlán y Petén Itzá. Pero el indolente vertido de desechos industriales y domésticos está convirtiendo a estas reservas de agua dulce en verdaderas cloacas. «Antes estaba limpio, se pescaba y una se podía bañar. Al poco tiempo, se llenó […]
Guatemala puede presumir de sus 142 lagunas y lagos, algunos de ellos de excepcional belleza, como Atitlán y Petén Itzá. Pero el indolente vertido de desechos industriales y domésticos está convirtiendo a estas reservas de agua dulce en verdaderas cloacas.
«Antes estaba limpio, se pescaba y una se podía bañar. Al poco tiempo, se llenó de ninfa (Eichhornia crassipes), comenzó el mal olor y una clase de nata cubrió el agua», narró Leonarda Catalán, vecina del lago de Amatitlán, situado 25 kilómetros al sur de la ciudad de Guatemala.
Cuando llueve, la situación empeora. «Se pone verde, verde, verde y con muy mal olor por toda la contaminación que traen los ríos que vienen a dar al lago», dijo a IPS esta mujer que vive en la zona desde hace 20 años.
El Amatitlán, considerado el reservorio de agua dulce más importante de las proximidades de la ciudad de Guatemala, con 15 kilómetros cuadrados de superficie, ejemplifica el fenómeno de contaminación que padecen los lagos y lagunas del país.
«Este lago viene a ser el desagüe, con toda la connotación, de toda la parte centro y sur de la capital», dijo a IPS el activista José Cruz, de la agrupación ambiental Madreselva.
Los desechos industriales que arrojan empresas concentradas en el sur de la capital son vertidos a los ríos Villalobos, Pinula y Molino. «No se ejerce ningún control sobre los vertidos que van a dar al lago de Amatitlán», sostuvo el ambientalista.
El año pasado, 60.000 metros cúbicos de basura fueron a parar al lago Amatitlán, según la gubernamental Autoridad para el Manejo Sustentable de la Cuenca y del Lago de Amatitlán, sin contar los desechos líquidos vertidos por industrias y domicilios.
«Aquí existe total impunidad para contaminar», afirmó Cruz, y señaló que no hay ninguna ley que regule el aprovechamiento y uso del agua. «Hay una debilidad de la institucionalidad ambiental, falta de mecanismos de control, presupuesto y corrupción», enumeró.
Según el activista, similar situación afecta a los lagos de Atitlán, el de mayor atractivo turístico, e Izabal, el más grande, con 589 kilómetros cuadrados de superficie, en la zona caribeña de Guatemala.
Otro que padece las consecuencias de la contaminación es el lago Itzá, en el norteño departamento de Petén, el tercero más grande del país con 99 kilómetros cuadrados de área. Pedro Pineda, del Instituto de Ambiente y Recursos Naturales de la jesuita universidad Rafael Landívar, dijo a IPS que hasta ahora los gobiernos han tomado algunas medidas, «pero sin mayor impacto», porque los hogares y fábricas siguen lanzando sus desechos a los ríos.
«Debe resolverse el problema desde el origen, no al final cuando se ha producido la contaminación», afirmó.
El experto explicó que en este país existen algunas normas para controlar el vertido de desechos en ríos y lagos, pero con multas muy bajas, al punto que «a veces los empresarios prefieren pagar la sanción y seguir contaminando».
Pineda recordó la importancia «vital» del agua. «Se habla de los efectos del cambio climático, y la tendencia es que tengamos ambientes más secos, por lo cual estos lagos serían la salvación. ¿Pero cómo podremos utilizar esa agua si está contaminadísima?», se preguntó.
Un estudio realizado en 2008 en el lago de Atitlán por el Instituto de Agricultura Recursos Naturales y Ambiente encontró Escherichia coli y otras bacterias fecales, que detonan enfermedades diarreicas.
Además, la investigación concluyó que el lago recibió entre 2002 y 2003 unas 972 toneladas de nitrógeno y 381 de fósforo procedentes del agro, los cuales han alentado el surgimiento de la cianobacteria Lyngbya hieronymusii, un tipo de alga achocolatada. Los lagos también sirven de sustento económico para actividades como el turismo, la pesca y otras que, sin embargo, se está perdiendo por su contaminación.
«Nuestras organizaciones se quejan porque la contaminación es bastante grande en Amatitlán, Atitlán e Izabal», dijo Fidel Hernández, de la Federación Nacional de Pescadores Artesanales, que aglutina 52 organizaciones en el país.
«Cada día va mermando la subsistencia de las comunidades que se dedican a la pesca artesanal porque el poco recurso que hay no se multiplica. Se está muriendo o se está capturando», añadió a IPS.
Hernández pidió a las autoridades mayores esfuerzos para detener la contaminación producida por los vertidos y desechos residenciales e industriales que van a parar a los ríos y lagos.
Según el Instituto Nacional de Sismología, Vulcanología, Meteorología e Hidrología, en Guatemala hay en total 23 lagos y lagunas y 119 reservas menores de agua dulce, que abarcan un área aproximada de 950 kilómetros cuadrados, la cual sirve como abastecimiento, pesca y turismo a las comunidades aledañas.
César Castañeda, autor de publicaciones como «Sistemas lacustres de Guatemala, recursos que mueren (1995)» y «Deterioro y desaparición de lagos y lagunas de Guatemala (1989)», responsabilizó de la debacle ambiental en los lagos al «deterioro de la sociedad en su conjunto».
«Pero no hay que ser muy generales. La responsabilidad que tiene usted o tengo yo no es la misma de quienes tienen muchas fábricas o los que han dirigido al país, y quienes han dirigido este país son los sectores empresariales», indicó a IPS.
Castañeda no se inclina por las soluciones «concretas porque así no se resuelve nada», sino por «cambios sustanciales».
Al respecto, Guatemala debería aspirar a «lograr una sociedad menos corrupta, donde el que tiene más paga más impuestos, una sociedad más equilibrada. Países como Suiza, Alemania, Suecia y Dinamarca, lo han logrado», sugirió.
Pero eso alcanza también el campo ambiental.
«Lo suizos tenían un lago contaminado en el cual ahora uno se puede bañar porque ese país sí resolvió sus problemas sociales, porque es riguroso con las empresas y residencias para que no arrojen sus desechos al lago», apuntó a modo de ejemplo.
Pero «a menos que la sociedad o las alcaldías, las industrias y los chalet en Guatemala pongan plantas de tratamiento, los lagos se convertirán en pantanos hasta extinguirse», vaticinó.