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Las admoniciones sionistas, pro imperiales, anticomunistas y masculinamente chulescas de la señora Pilar Rahola

Fuentes: Rebelión

Cuando fue diputada aparecía en todos los programas que pudo y en cinco más. Llegó a escuchar, cámara grabando, un bolero cantado por Moncho con los ojos envueltos en lágrimas. Hablaba mucho, no escuchaba nunca, gritaba siempre y apenas dejaba hablar. Participa ahora en programas televisivos como La Noria (o similar), un programa de Tele5 […]

Cuando fue diputada aparecía en todos los programas que pudo y en cinco más. Llegó a escuchar, cámara grabando, un bolero cantado por Moncho con los ojos envueltos en lágrimas. Hablaba mucho, no escuchaba nunca, gritaba siempre y apenas dejaba hablar. Participa ahora en programas televisivos como La Noria (o similar), un programa de Tele5 que presenta Jordi González.

En Catalunya, es una periodista de amplia audiencia e ignoro de si lectura tan exitosa. Escribe en casi todos los diarios que se publican en esta nacionalidad e interviene diariamente, si no ando errado, en un programa televisivo de éxito que presenta su amigo Josep Cuní. Incluso en «Polònia», un programa de humor político en general no chabacano, tiene un imitador que este caso apenas exagera ni se esfuerza. La realidad, su realidad, tal cual, ya da juego.

Pues bien, la señora ex diputada, ex dirigente de ERC e independista de pro, publicó en La Vanguardia del 10 de marzo, en su sección «La torre de las horas», uno de sus artículos habituales. Lo tituló «Jordi en la Cuba de las maravillas». En él criticaba un escrito previo de Jordi Miralles publicado el 5 de marzo en el mismo diario. Miralles, como es sabido, es diputado en el Parlament de Catalunya, coordinador general de EUiA y dirigente del PCC.

No he podido leer el artículo de Jordi Miralles. No hay aquí, no puede haber aquí, una defensa de su contenido ni de su forma sino unas observaciones críticas sobre el procedimiento con el que la señora Pilar Rahola construye, digamos, su crítica al artículo del diputado catalán.

Brevemente, en cuatro puntos.

Pilar Rahola se mofa, en primer lugar, del género al que según ella pertenece el escrito de Miralles: lo tilda de panfletario. Ignoro si la señora ex diputada sabe lo que es un panfleto1 pero parece que su clasificación se basa en los términos que según ella usa Miralles y que yo no he podido comprobar: excitadores, rasgadores de vestiduras, mentirosos, yuppies dogmáticos, poseedores de estrechas entendederas2. Si es así, su crítica se gira contra ella.

Sin pretender ser exhaustivo, la señora Rahola, en un artículo que aspira a no ser panfletario sino a ser «un artículo de análisis», usa como adjetivos o frases nominales expresiones del siguiente tenor: impresionante cerebro de la política, líder de la izquierda extrema (obsérvese: extrema derecha-izquierda extrema), dogmas de fe profundos de la izquierda reaccionaria, falta de ideas elaboradas, antioccidentalismo, antimaericanismo patológico, furibundo antiisrealismo, atontada izquierda solidaria del tercer mundo y sus dictadores. Ella, la señora ex diputada, puede usar esos términos, esas nociones tan excelentes, claras y distintas, y es entonces una analista exquisita; y cuando alguien las usa, si las usa, para defender posiciones contrarias a las suyas, entonces es en un panfletario que milita en una izquierda reaccionaria. ¿Esto es un argumento? ¿Una analogía conseguida?

Lo anterior en cuanto a la forma; el contenido del artículo de Jordi Miralles es criticado básicamente por tres consideraciones: su antiamericanismo, su antiisraelismo y su defensa de Cuba.

Conociendo otros textos de Miralles, conociendo sus posiciones, no es antiamericanismo, es muy probablemente crítica de la política exterior (y aspectos de la política interna) del imperio americano. Ella, la señora Rahola, conoce perfectamente la diferencia pero se trata de confundir al lector poniendo todos los granos en el mismo plato, sin ninguna distinción. ¿Qué ocurre con esa izquierda que critica la criminal política -¿calculamos sus muertos, sus asesinatos?- seguida por Estados Unidos en Guatemala, en Cuba, en Chile, en Nicaragua, en Vietnam, en Corea, el Irak, en Irán, en Japón, en Portugal, en Marruecos, en España…? Pues que cae en el desvarío, que enloquece, que es una izquierda patológica. Pero si la izquierda desvaría por ese motivo, cualquier otra fuerza organizada o cualquier pensador que coincida en ese punto con ella también enloquecerá o está ya enloquecido. Sea así. Es decir, para la señora ex diputada Noam Chomsky, seguramente el intelectual vivo (norteamericano para más señas) más importante del mundo, uno de los grandes científicos del lenguaje del siglo XX, ha enloquecido desde hace décadas. Esa es, ni más ni menos, la deriva acusatoria de la acusación que lanza Pilar Rahola contra las posiciones de Miralles, contra las posiciones de lo que ella llama, bienintencionadamente desde luego, «izquierda extrema».

Tres cuartos de lo mismo puede afirmarse respecto a la crítica de la política del Estado étnico de Israel. La izquierda no acepta la Nakba, la limpieza étnica de 1948, ni la permanente política expansionista de ese Estado, ni su armamento nuclear ocultado, ni sus ataques a la población civil de Gaza, ni su abyecto terrorismo de Estado, ni su política de ocupaciones, ni su colonialismo, ni su apartheid. Largo etcétera. Entonces al no aceptar todo ello, desvaría, es dogmática, es antiisraelí, antisemita, antijudía incluso, se olvida de sus compañeros de los campos de exterminio donde ella también fue exterminada. Esa izquierda, viene a decir la señora ex diputada, no se entera de nada. Será así. Pues bien, otra consecuencia de las posiciones y observaciones de la señora Rahola es que historiadores como Ilan Pappé, y muchos otros que podrían citarse, también están enloquecidos, también han desvariado, también nadan en el limbo. Será esto también.

En cuanto a la crítica de la defensa de Cuba, en la que señora analista confunde Gramma, una revista colomense, con Granma, el periódico cubano, la señora Rahola cita lo que suele citar y suele citarse: penas de muerte, represión política, mesianismo autárquico. No hay nada en la historia reciente de Cuba que le merezca el mínimo reconocimiento. Ninguna referencia a sus conquistas en salud, en educación, en participación política, en independencia nacional, en erradicación del hambre y la miseria, en su política internacional solidaria. Ninguna referencia al boicot norteamericano. Nada de nada, todo eso no cuenta. Lo admirable para ella, su modelo social, es el régimen de extrema derecha y política aniquiladora que representa el Estado de Israel. Lo demás es mesianismo comunista.

Por lo demás, la señora Rahola, miente sabiendo que miente, cuando afirma que la izquierda, reaccionaria por supuesto, nunca ha criticado ninguna tiranía de Oriente Medio. Lo hizo, lo hace y lo hará. Dos ejemplos entre muchos otros, uno de ellos no reconocido por la señora ex diputada: el Sha de Persia y su querido Israel de los asesinatos selectivos, los F-16, la ayuda militar usamericana, la limpieza étnica y la diáspora de los refugiados, que es, le guste o no oírlo, un régimen tiránico.

La conclusión de la señora Rahola, después de una descripción tan minuciosa, informada y documentada, se impone sin titubeos, amparándose en que el contaminado rió Ter no pasa por Nueva York: los nuevos (Jordi Miralles, por su edad) del viejo comunismo (estalinismo) no sólo repiten los tics dogmáticos de antaño (críticas al Imperio y su belicismo permanente, a la política criminal y expansionista del Estado étnico de Israel) sino que repiten sus prácticas.

¿Les suena? Sí es la vieja melodía de la derecha de siempre, de esa derecha que no argumenta y que es capaz de ver una pajilla (o 100 si se quiere) en el ojo ajeno y no percibe ni siquiera la sombra de un inmenso pajar en el propio.

Sea como sea, si a una política de la talla intelectual (y trayectoria coherente) de la señora Rahola le duele la izquierda por sus críticas al hegemonismo usamericano y a la política criminal del Estado nuclear de Israel es que, como mínimo, en estos dos ámbitos no lo estamos haciendo mal del todo. Si los sionistas como ella (no es ningún agravio, es una descripción de su confesada posición), si las personas que admiran sin atisbo de duda, incluso en estos momentos de latrocinio institucional universal, las excelencias del libre mercado y la concepción occidental de una democracia reducida a partitocracia de élites, como hace la señora ex diputada en su artículo, lanzan su voz y sus gritos contra una izquierda que llaman extrema y estalinista, entonces la izquierda no entregada, la izquierda no claudicante, hace en esos ámbitos aquello que debemos hacer siempre: combatir por la veracidad y la fraternidad, proseguir bajo el lema tan querido por Rolland, Gramsci, Sacristán y tantos otros: la verdad es revolucionaria.

Notas:

1 M. Sacristán (1983): «(…) aparte de materiales no he hecho más que trabajos académicos, cuando he estado en la universidad, y panfletos. No es difícil distinguir entre un material y un panfleto, aunque traten de lo mismo. El panfleto no se escribe para la gente de uno, a diferencia del material, sino para llamar la atención de otros círculos que se considera interesantes».

2 En plural remite a Francesc Marc Álvaro, otro periodista catalán muy cuidado y no menos presente en medios radiofónicos y televisivos, autor de un libro sobre la transición política de unas 200 páginas, en el que dedicó un capítulo entero a Manuel Sacristán, lleno de paralogismos lógicos y de errores de documentación no corregidos ni reconocidos.