El pasado 2 de junio de 2006, el Foro de la Industria Nuclear Española hizo pública una nota de prensa con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, encabezada por la frase ‘Las centrales nucleares respetan el medio ambiente’. En el texto se dice que ‘respetan el medio ambiente al no emitir gases contaminantes a […]
El pasado 2 de junio de 2006, el Foro de la Industria Nuclear Española hizo pública una nota de prensa con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, encabezada por la frase ‘Las centrales nucleares respetan el medio ambiente’.
En el texto se dice que ‘respetan el medio ambiente al no emitir gases contaminantes a la atmósfera evitando de esta forma el preocupante cambio climático’.
En la nota de prensa el Sr. Eduardo González, Presidente del Foro Nuclear, afirma que la energía nuclear ‘es una fuente limpia’ y que junto con las energías renovables, son la alternativa al suministro de electricidad respetuoso con el medio ambiente.
El Sr. González, como buen mercenario que es de la industria nuclear, sabe perfectamente que miente. Y miente de forma consciente y deliberada, convirtiéndose de esta forma, en un cómplice de los crímenes contra la humanidad que la energía nuclear ha ocasionado y continúa ocasionando. Algún día, personas como él, junto con otras, se sentarán en el banquillo de los acusados de crímenes contra la humanidad y de complicidad con ellos.
¿Por qué las centrales nucleares no respetan el medio ambiente?
Porque las centrales nucleares son, en realidad, bombas atómicas que producen electricidad.
Porque son una fabrica de Plutonio (Pu-239), un elemento inexistente tanto en la biosfera como en la corteza terrestre. El Pu es un elemento extremadamente tóxico (química y radiactivamente), y, además, es el material básico para fabricar las bombas atómicas que los estamentos militares y militaristas buscan (con 10 kg de Pu es suficiente). Una central nuclear de 1.000 MW de potencia eléctrica produce unos entre 200 y 300 kg de Pu-239 cada año, cantidad suficiente para fabricar entre 20 y 30 bombas atómicas.
Porque emiten, en funcionamiento normal, al agua y al aire, cantidades nada despreciables de radiactividad. Una central nuclear de 1.000 MW de potencia eléctrica emite del orden de 9.500 Becquerelios por cada kWh generado. Ello significa mas de 240 billones de Bq por cada año de funcionamiento (1 Bq = 1 desintegración/segundo).
Porque para obtener el combustible que precisa para iniciar su funcionamiento, una central nuclear de 1.000 MW(e) requiere la extracción del subsuelo de mas de un millón de toneladas de mineral de Uranio, removiendo mas de seis millones de toneladas de rocas (el simple hecho extraer Uranio del subsuelo significa introducir en la biosfera productos radioactivos que permanecían, hasta su extracción, retenidos en la corteza terrestre de forma segura, contribuyendo al envenenamiento radioactivo de los sistemas naturales). Una vez extraídas estas ingentes cantidades de mineral de Uranio, deben transportarse a las fábricas de concentrados del mineral, donde, por procedimientos mecánicos y químicos, se obtienen unas 1.000 tn de óxido de Uranio (U3O8) o torta amarilla, generándose en el proceso mas de un millón de toneladas de residuos sólidos y líquidos, denominados estériles de la minería del Uranio (que contienen el 85% de la radioactividad original del mineral), los cuales permanecen abandonados en los alrededores de las fábricas de concentrados emitiendo radioactividad (Radón-222) al aire y lixiviando productos radioactivos a las aguas superficiales y subterráneas durante siglos. De la torta amarilla, en las fábricas de conversión, se obtienen mas de 1.000 tn de Hexafluoruro de Uranio (que es un gas), con el cual, en las fábricas de enriquecimiento se obtiene un poco mas de cien toneladas de Hexafluoruro de Uranio enriquecido en su isótopo U-235, el cual, después se convierte en 85 tn de óxido de Uranio (sólido) que sirven para la fabricación de las barras de combustible contenidas en la primera carga del reactor nuclear. En cada una de las fases, fábricas de conversión, fábricas de enriquecimiento, fábricas de combustible, se generan cantidades nada despreciables de residuos radiactivos, entre ellos Uranio empobrecido (más de 1.000 tn por cada carga entera de combustible en un reactor) que la industria nuclear regala, a coste cero, a las fábricas de armamento para ser utilizadas en el recubrimiento de todo tipo de munición (desde misiles hasta balas de fusil)
Porque para obtener el combustible que precisan para su funcionamiento, las centrales nucleares necesitan gastar ingentes cantidades de combustibles fósiles (y, por tanto, contribuyen a la emisión de cantidades ingentes de gases de efecto invernadero): para la extracción del mineral de Uranio en la mina; para el tratamiento del mineral en las fábricas de concentrado para obtener la torta amarilla; para la transformación del óxido de Uranio en hexafluoruro de Uranio a fin de obtener Uranio enriquecido en su isótopo U-235; para la transformación del hexafluoruro de Uranio enriquecido en óxido de Uranio enriquecido necesario para fabricar el combustible nuclear que necesita cualquier central nuclear. Y para el transporte desde las minas a las fábricas de concentración del mineral, de éstas a las fábricas de transformación, de ellas a las fábricas de enriquecimiento, de éstas a las fábricas de combustible y de ellas a los reactores.
Porque si se realiza un análisis del ciclo de vida de una central nuclear se concluye que las emisiones de gases de efecto invernadero son entre una tercera y una quinta parte de las emisiones de una central térmica de ciclo combinado de gas de igual potencia, siempre que el Uranio se haya obtenido de minerales de elevada riqueza. En el caso de que proceda de minerales de bajo contenido en Uranio, una central nuclear y todo su ciclo (la fase delantera y la fase posterior de la central) pueden generar mas gases de efecto invernadero que una central térmica de ciclo combinado de igual potencia.
Porque, cada año, se debe sustituir una tercera parte del combustible nuclear contenido en el núcleo del reactor. Y el combustible descargado anualmente contiene unas 30 tn de Uranio (con un contenido en U-235 superior al 0,7%), entre 200 y 300 kg de Plutonio, además de unos 1.000 kg de productos de fisión y actínidos, pasando a engrosar los denominados los residuos nucleares que deben ser almacenados y aislados de la biosfera, de forma permanente, durante miles de años.
Y todo ello, en funcionamiento normal, pues en el caso de accidente las consecuencias pueden ser catastróficas, como lo demostró el accidente de la central nuclear Lenin, de Chernobyl.
Este es el legado de envenenamiento radiactivo que una central nuclear funcionando nos deja. Que haya personas que afirmen sin rubor que las centrales nucleares respetan el medio ambiente, simplemente demuestra que en nuestro mundo hay personas que han perdido totalmente su capacidad de raciocinio y cualquier atisbo de ética personal.
Grup de Científics i Tècnics per un Futur No Nuclear – GCTPFNN