La historia humana está llena de civilizaciones ‘desaparecidas’. Desde casos científicamente comprobados (y no entendidos) como el de los mayas, aztecas, incas, egipcios, sumerios, etc., hasta otros legendarios, como los Atlantes, Lemures, etc., vivos en los mitos de los pueblos. La ‘civilización’, como estado de una sociedad que posee una unidad histórica y cultural, es […]
La historia humana está llena de civilizaciones ‘desaparecidas’. Desde casos científicamente comprobados (y no entendidos) como el de los mayas, aztecas, incas, egipcios, sumerios, etc., hasta otros legendarios, como los Atlantes, Lemures, etc., vivos en los mitos de los pueblos.
La ‘civilización’, como estado de una sociedad que posee una unidad histórica y cultural, es un elemento superestructural sumamente delicado e inestable. Cientos de civilizaciones han desaparecido misteriosamente en un período de tiempo relativamente corto, dejando un conglomerado humano, continuidad biológica de sus antecesores, pero ausente total de la tecnología que ‘momentos’ antes tan sabiamente utilizaba. Ésta queda sólo representada en los mitos que atribuyen a dioses, lo que su caída del paraíso no logra asignar a simples seres humanos. Las civilizaciones pueden desaparecer rápidamente, aunque les sobrevivan los pueblos.
Creo que muchos mitos tienen su origen en ese ‘recuerdo’ vago que un conglomerado humano tiene de su ‘civilización’ antecesora. Cuando una civilización cae abruptamente, los sobrevivientes pierden la concatenación cultural, la tecnología se hace inalcanzable, mítica, para los sobrevivientes, sólo quedan los recuerdos que se comienzan a expresar en mitos y leyendas.
Nuestra sociedad está basada en la electrónica, la computación, las telecomunicaciones y los jets. Imaginemos que se experimente repentinamente un cambio del patrón electromagnético de la galaxia, que haga imposible las telecomunicaciones, aunado a un cambio climático global que eleve los niveles promedio de temperatura en unos grados centígrados. Fallaría la electricidad y la electrónica. Esto sería un golpe mortal a la civilización, se desintegraría en semanas. Nos veríamos de nuevo en la edad preindustrial, el hambre mataría a miles mientras se reconstituye un sistema basado en el cultivo cercano a la vivienda en lugar del comercio, el comercio a gran distancia desaparecería, renacerían las ‘ciudades [WINDOWS-1252?]- estado’ aisladas unas de otras. Los registros de nuestra sociedad (principalmente en formato electrónico) serían inútiles, e imposibles de transmitir en un pueblo en gran parte tecnológicamente analfabeto. En un par de generaciones quedaría un recuerdo vago de la esa civilización, comenzaría a mitificarse como una antigua ‘Atlántida’ imposible de creer. Surgirían mitos de dioses que se comunicaban a distancia, que se trasladaban por los aires, que disponían de aparatos de visión que permitían ver en un cristal personas en movimiento, etc. Dos generaciones después tendríamos los rasgos genéticos de los antecesores, pero culturalmente pareceríamos de cien generaciones anteriores.
Eso es precisamente lo que nos ha quedado con los mitos de los mayas, los incas, los egipcios, atlantes y lemures. Nuestra arrogancia nos hace creer que nuestra civilización es eterna. Pero no lo fue la romana, no lo será la norteamericana.
Así como las civilizaciones, los imperios también caen, es una ley. Morris Berman nos dice que ello ocurre cuando se dan 4 condiciones internas: 1) desigualdad social y económica acelerada; 2) no sustentabilidad, rendimientos económicos decrecientes (crecientes gastos militares, en seguridad social, etc.); 3) niveles de analfabetismo y de conciencia decayendo rápidamente, con una hostilidad creciente hacia la inteligencia; y 4) muerte espiritual y decaimiento moral. Otros autores señalan otras causas: falta de integridad cultural o económica, por ejemplo. Todo esto, por cierto, está sucediendo con el imperio norteamericano. A esto hay que agregar causas externas, como las citadas arriba para la civilización, o como el agotamiento de los recursos que sustentan la civilización (agua, cosechas, combustibles, etc.).
Así que no sólo el Imperio Norteamericano desaparecerá; la ‘civilización’ occidental no tiene garantía de pervivencia eterna. Algunas de las posibles causas de su colapso son externas a nosotros, pero otras sí está en nuestras manos el controlarlas.