Recomiendo:
2

Las debilidades de la izquierda en tiempos de cólera

Fuentes: Viento Sur

El ruido preelectoral presente sofoca el debate político racional, herramienta imprescindible e irrenunciable para la mayoría social, la clase trabajadora y la izquierda política. Y lo hace por varias vías.

El justificado temor que inspira un triunfo de la derecha extrema y la extrema derecha provoca un falso cierre de filas acrítico en buena parte de las organizaciones sociales y sindicales que se traslada al conjunto de la base electoral de izquierdas.Parar a la bestia e impedir que gobierne es esencial, pero ello no debe implicar dejar de pensar con la cabeza. Al contrario, es más necesario que nunca.

La cultura política imperante no es la de la autorganización y el empoderamiento de las y los de abajo, sino la búsqueda de nuevos liderazgos personalistas -repitiendo una y otra vez el error cometido tras el 15 M y que ha dado al traste con el ciclo político que abrió- y una reducción del espacio de actuación al del juego en las instituciones, que en los últimos años ha cristalizado en la permanencia a toda costa en un gobierno de coalición con el PSOE -tragando sapos y aceptando cuestiones inaceptables- como único horizonte. En las últimas semanas, gran parte de las pocas energías de la izquierda a la izquierda de Sánchez ha sido empleada en una magnificación de los resultados de la coalición y en una pelea despiadada por las listas electorales.

1. El malestar social

Ni el cainismo en la izquierda ni la pérdida de poder adquisitivo de la mayor parte de la población, ni la desmovilización social y la constante apelación al acuerdo con las patronales favorecen las posiciones de la mayoría social, bien al contrario, las debilitan por lo que ha aumentado un difuso malestar incrementado por la incertidumbre climática y bélica.

CC.OO (que está sirviendo de soporte intelectual de Sumar) y la UGT han rubricado el V Acuerdo para el empleo y la negociación colectiva con las empresariales CEOE y CEPYME bajo el beneplácito del gobierno de coalición, un tanto que no para de apuntarse la candidata Yolanda Díaz.Pero la realidad es tozuda y las gentes desesperan. Los salarios pactados en convenio han crecido el 2,9%, frente a un alza en el IPC del 8,4%, lo que ha supuesto un retroceso en las retribuciones reales del 5,3%.

Y la situación social es aún peor en la realidad de lo que se puede deducir de las cifras anteriores. La evolución de la capacidad adquisitiva de las y los trabajadores depende de la evolución del IPC en relación a los salarios nominales, pero también de la cantidad de horas de trabajo que han tenido que hacer (y la intensidad y condiciones en las que se ha desarrollado), lo que determina un mayor descenso de los salarios reales al arriba expresado.

A su vez, y no es un secreto para nadie pues basta consultar Eurostat, la inflación en Europa y en el caso del Estado español en concreto golpea de forma diferente a las clases sociales y a los diferentes estratos de las mismas, pues la proporción de los ingresos empleada en la compra de alimentos, en suministros básicos o en la vivienda es mayor y onerosa para las y los de abajo.

La reivindicación fundamental del movimiento pensionista: percepción mínima de 1.080 euros sigue sin concederse. El precio del dinero de las hipotecas inmobiliarias no deja de subir a la par que no avanzó la creación de un parque público de viviendas de alquiler. Las reformas laborales de Zapatero y Rajoy siguen en lo fundamental vigentes, al punto que hasta el candidato del PP ha asegurado que no va a derogar la pseudo reforma Sánchez-Díaz, la Ley Mordaza ahí está, y sin decisión parlamentaria alguna estamos en guerra.

Y así podríamos seguir enumerando -pese a algunos avances innegables por ejemplo en materia de defensa de las mujeres- más y más viejos y nuevos problemas.Por eso resulta incomprensible la falta de debate, de sincera autocrítica y el autobombo. Con este panorama ¿a quién le puede extrañar el avance de la fórmula trumpista de la derecha extrema y sus socios abiertamente fachas? Evidentemente con un gobierno derechista las cosas habrían sido peores, pero de ahí a no ver el roto en el propio zapato dista un abismo. De esa actitud nadie aprende.

2. El programa río de Sumar

Incluso cuando se presenta por parte de Sumar un programa de 180 páginas, fruto posiblemente de muchas aportaciones, pero cuya redacción definitiva (al igual que la opaca elaboración de las listas) ha estado en manos de una pequeña corte de colaboradores designados por la autoproclamada candidata a la presidencia, Yolanda Díaz, se mezclan propuestas y loas. Dejemos de lado estas últimas y analicemos alguna de las proposiciones estrella.

2.1  La “herencia universal” de 20.000 euros.

Se presenta como redistributiva de la riqueza, novedosa amparándose en la propuesta de Thomas Picketty y como propia de la izquierda. Algunos economistas y académicos la han criticado, acertadamente, por insuficiencia si se compara con otras propuestas similares, inmadurez, carestía para las arcas públicas y falta de rigor fiscal. Pero no es ese, con serlo para alguien que quiere gobernar, el aspecto más preocupante. En primer lugar, denota una ignorancia incomprensible por parte del equipo de expertos asesores porque hace siglos que se formuló -en medios capitalistas también se conoce como capital básico– por autores, en su mayoría, conservadores y de derechas.

En segundo lugar, sigue la perversa lógica de tomar dinero público y ponerlo en manos privadas para que lo gestione (aunque se pongan ciertas reglas, por cierto, imposibles de fiscalizar) en su propio beneficio individual. Y con una finalidad ambigua (¿emprender negocios?, ¿formación profesional y/o académica?) y un resultado, en el primer caso, incierto dependiente de factores exógenos como la inflación o el fracaso empresarial. Eso lleva a concluir que es una mala inversión con dinero público. En el segundo caso es una versión más del cheque escolar del economista liberal Milton Friedman[1], hoy 68 años después defendido en el Estado español por el PP y Vox, lo que supone desviar dinero público hacia el negocio escolar privado y refuerza la idea de que el dinero está mejor en manos privadas que públicas.¿No sería más lógico y rentable económica y socialmente asegurar la enseñanza pública de calidad en todos los niveles formativos para el conjunto de la población y eliminar toda ayuda a la enseñanza privada en cualquiera de sus modalidades?

Se defiende por parte de Díaz haciendo equivaler este capital básico al acceso universal a la sanidad o la enseñanza públicas[2], olvidando que tanto una como otra son servicios comunes/comunitarios que la fiscalidad y los presupuestos públicos aseguran y son orientados y gestionados bajo un posible control democrático con criterios ajenos a su monetarización. Ni a la sanidad ni a la enseñanza públicas se accede mediante bonos monetarios que el individuo maneja a su antojo. Bien al contrario, la sanidad y enseñanza públicas suponen una inversión social de primer orden y no tienen nada que ver con la lógica thatcheriana que puso en venta las casas de protección oficial porque ello, según la ultraliberal, “distribuye riqueza y empodera a las personas” en lo que denominó “política del capitalismo popular”.

La “herencia universal”, lejos de distribuir equitativamente dinero/recursos, es una medida contraria a la lógica de izquierdas de sacar del mercado una a una todas las piezas estratégicas para el bienestar de la mayoría social, defender la economía de lo común y desmercantilizar todos los servicios esenciales.

2.2 Hacer más «líquida y circular la propiedad de los medios de producción»

En recientes declaraciones a Público[3] el economista y candidato de Sumar Carlos Martín explica la propuesta. Cito textualmente del periódico: “Para el candidato de Sumar, hay un «problema» cuando «el poder económico es más permanente que el político». A los dirigentes en las democracias se les cambia mediante las elecciones, pero los propietarios de las grandes corporaciones son «perennes, duran generaciones, lo que acaba generando clientelas y puertas giratorias». Efectivamente, el poder político ha adoptado diversas formas bajo el capitalismo, pero podemos seguir el rastro continuo de apellidos tan ilustres como Rato desde la época colonial esclavista hasta nuestros días dirigiendo las grandes instituciones del capital o grandes industriales financiadores de los nazis cuyos descendientes han pasado por filántropos de la cultura. Pero ello no es casual como abajo planteo. Ante esto, sigo citando: “Martín hace una apuesta de futuro: y que las grandes familias de empresarios devuelvan al común una parte de lo generado cuando agoten su ciclo, al modo de lo que sucede en la propiedad intelectual.” Más allá de la notable diferencia existente entre una patente o una obra literaria y los medios de producción, la propuesta es una boutade.

Este excelente analista de la coyuntura económica, sin embargo, en todo su razonamiento olvida que la idea no tiene anclaje alguno en la realidad del modo de producción capitalista. Desde sus orígenes el capitalismo comercial, el colonial-esclavista y más aún el industrial, el financiero,el monopolista, tiene como fundamentos básicos que le dan continuidad en el tiempo: la propiedad privada y su correlato la herencia, por una parte, y por otra, la tendencia “irresistible” a la apropiación, expropiación y acumulación de patrimonios y rentas, o sea, a la concentración de capitales y por tanto de la tierra y de los medios de producción como condición sine qua non para su existencia misma.

Por eso mismo es una utopía reaccionaria intentar, respetando la existencia del modo y relaciones de producción capitalistas, diluir y hacer circular la propiedad de los medios de producción. En el mejor de los casos es una versión naif del capitalismo popular y en el peor un callejón sin salida para el movimiento obrero. Y en todo caso una peligrosa falacia. Sin expropiación de los medios de producción de las manos privadas y sin la creación de una economía ecosocialista basada en diversas fórmulas y ámbitos de propiedad social y pública enmarcadas por la planificación democrática (a diversos niveles) y la autogestión obrera, hablar de una, vamos a llamarle, democratización de la propiedad de los medios de producción es un oxímoron.

Toda la propuesta económica de Sumar está determinada por una visión acrítica del modo de producción capitalista y es rehén de ese marco conceptual. Por ejemplo, cuando olvida la tendencia al monopolio congénita al capital y propone como solución reforzar la competencia. La misma fórmula que emplea Joe Biden, quien afirma que no hay capitalismo sin competencia, ese trabajo de Sísifo que comienza y recomienza en Estados Unidos desde al menos Franklin Delano Roosvelt en forma de leyes anti-monopolio y que por más leyes que se aprueben al respecto la tendencia estructural de fondo permanece. Hay una larga tradición liberal en defensa del “ideal” de la competencia desde Misselden en 1600 que la veía imprescindible en su época para impulsar el capitalismo comercial hasta autores más recientes y muy reaccionarios como Frank Knight, George Stigler o de nuevo el mismo Milton Friedman, ideas que luego nada tienen que ver con la realidad estructural.

En todo el texto programático no hay ni una sola alusión a la necesidad de expropiar y nacionalizar las empresas y sectores estratégicos como son los de la energía y electricidad o la banca. Todo lo más se propone regular su actividad o crear algún organismo público que compita con las mismas para “forzarles” a mejorar su oferta.

Otro ejemplo de esta idealización del capitalismo se rastrea en las propuestas sobre política industrial referidas al “Estado emprendedor” para impulsar la colaboración entre lo público y lo privado en vistas a la implementación de la transición energética. Todo ello enmarcado por una nueva versión buenista del capitalismo verde inspirado por el “New green deal” que intenta conciliar capital, mercado y sostenibilidad ecológica. Si bien Sumar propone interesantes medidas ecologistas en varios terrenos que son imposibles de realizar en su mayoría bajo el capitalismo, sigue anclado a un modelo económico crecentista. Y ese es su talón de Aquiles en cuanto al cambio del modelo productivo y económico en clave ecosocial.

Por no hablar de la confusión que supone introducir conceptos como una “distribución más equitativa de la productividad” (sic). La disputa no se da en ese terreno de los incrementos de productividad, sino en las condiciones materiales en las que se dan los cambios de productividad. Pero el conflicto fundamental es el que se da en torno a la apropiación del valor, concretamente del plusvalor entre detentadores de los medios de producción, del capital y la tierra que no son trabajadores y la gente que trabaja que es la creadora de valor, en palabras de Marx[4], “la masa que solo es propietaria de la condición personal de la producción, la fuerza de trabajo”.

Ello explica que buena parte de las propuestas sobre la reducción de la jornada laboral, la política de rentas, el incremento salarial se someta no al resultado del conflicto entre clases, sino bien al contrario, se supedite al diálogo social, al pacto de rentas, etc. En la falaz utopía sobre la empresa española existe un supuesto empresariado inteligente que mejora las condiciones de trabajo porque ello hace aumentar la productividad. Explicación absolutamente ajena a la casuística existente precisamente en torno a los aumentos de la productividad del trabajo y de la productividad general.

Mención aparte merece la propuesta del impulso desde la administración de cooperativas de producción, tuteladas, ayudadas y bajo la protección del Estado. Nada más ajeno ni más lejos del cooperativismo obrero. Es una forma más, junto a la cooptación y conversión en satélites de algunasorganizaciones sociales por parte del gobierno, de desactivar el potencial transformador de la autorganización.

2.3 El Estado español tal cual es les vale

Decepcionante es la visión que Sumar destila de un Estado configurado por un espacio neutral en la lucha de clases que se puede “ocupar” confundiendo gobierno y poder. Todo el texto está impregnado de la idea de la existencia de artefactos diferentes (el Estado, instituciones como la UE, el FMI. etc.) que no se cuestionan. En aras de la política de Estado, nada cabal se dice en el programa sobre el incremento de los gastos militares y del militarismo, se plantean medidas de mejora del funcionamiento del aparato estatal sin tocar ni un ápice el fondo, como es el caso de las mejoras que se proponen sobre la judicatura cuya legitimidad y configuración de origen ni se cuestionan. Muchas propuestas y todas para engrasar la maquinaria estatal, ninguna para cuestionarla como instrumento del capital.

Como decepcionante es su renuncia explícita a posibilitar el derecho de autodeterminación nacional para los pueblos que la reclamen, el abandono de cualquier rastro ni siquiera de soberanismo en el caso catalán cuya solución se remite al diálogo dentro del marco constitucional (o sea a la cárcel de pueblos que consagró en la Constitución de 1978), lo que es equivalente a que nada cambie,no se deja rastro ni un ápice de federalismo o confederación para el conjunto y todo se reduce a vagas alusiones a “gobierno compartido (…) gobernanza multinivel” y otras fórmulas del mismo calibre.Y de la jefatura de Estado no hay palabra, ni está ni se le espera: se renuncia a un principio elemental de radicalidad democrática.

3. El día después

Tan importante como conjurar el triunfo de Feijóo y Abascal es prepararse para el día siguiente al 23, tanto en el caso de que las urnas no lo eviten como si finalmente no ganaran. Son dos escenarios distintos y ambos sumamente complejos para que pueda abrirse paso el embrión de una alternativa capaz de hacer frente a los ataques patronales y a los liberticidas. Pero esa y no otra va a ser la tarea más importante para la izquierda social y política.

En ambos casos estaremos en un contexto internacional de nuevas políticas austeritarias y autoritarias mientras aumentan los gastos militares a costa de los capítulos sociales, continúa la inacción ante el abismo climático y se incrementa la tensión interimperialista con nuevos riesgos de conflictos bélicos a gran escala.

Pero ello requiere no sólo hacer un balance sin falsos triunfalismos del corto cuatrienio progresista, también es urgente diseñar nuevas estrategias, poner en pie fórmulas creativas e ilusionantes de frente único y hacer propuestas programáticas que fortalezcan las posiciones de la clase trabajadora, el feminismo, los derechos adquiridos por los diversos colectivos y el avance de todas las causas democráticas pendientes. Desde su actual situación muy minoritaria, la izquierda anticapitalista deberá contribuir lealmente a esa labor y en el curso de ella fortalecerse como polo de referencia y agrupamiento.

Manuel Garí es miembro del Consejo Asesor de viento sur y militante de Anticapitalistas.

Notas:

[1]En 1955, Milton Friedman –premio Nobel de Economía– escribió un artículo titulado «The Role of Government in Education» base de lo que luego el mismo denominó educational voucher

[2]Los razonamientos en defensa de la propuesta de “herencia universal” puede encontrase en declaraciones de Yolanda Díaz a El País (17/7/2023)

[3]Carlos Martín (Sumar): «Hay que hacer más líquida y circular la propiedad de los medios de producción» | Público (publico.es)

[4] En la Crítica del programa de Gotha

Fuente: https://vientosur.info/las-debilidades-de-la-izquierda-en-tiempos-de-colera/