La fiscalía ha dictaminado que se investiguen las desapariciones de bebés. DIAGONAL aporta más casos que vinculan a ginecólogos próximos al Opus Dei.
«Me ingresaron y dijeron que me faltaba muy poco para dar a luz. Al día siguiente, a las siete de la mañana, me pusieron el gotero y unas horas después el médico me dijo que me iban a hacer la cesárea porque la niña no nacía«. Así comienza su relato A.O.C. una madre que prefiere no identificarse y que no figure el municipio de Madrid donde vive con su familia.
«Estaba en una habitación de seis camas y al lado había una señora embarazada. Nada más irse el médico, sentí un dolor muy fuerte, empujé y la niña nació sola, fue el 4 de abril de 1976. La señora que estaba en la cama de al lado se levantó, me retiró la ropa y dijo: Qué niña más guapa» recuerda A. que ahora tiene 66 años. «Vinieron las enfermeras y se llevaron a la niña pero no me la enseñaron. La oí llorar en el pasillo. Enseguida entraron otra vez las dos enfermeras que me atendían, una muy alegre y otra más delgada y seria. La primera me dijo: ‘La niña está sana’, pero la otra le lanzó una mirada muy seria… Yo pensé que le regañaba porque la primera enfermera era muy dicharachera», cuenta A.
Una niña sana
«Despues llegó el médico. Me aseguró que el bebé pesaba dos kilos y medio y que se quedaría un tiempo en la incubadora porque tenía una pequeña insuficiencia respiratoria» recuerda esta madre. Dice que su marido y su cuñado también vieron a la pequeña. Pero a las cinco de la tarde llamaron por megafonía. «Bajó mi marido y la cuna estaba vacía. Una enfermera le explicó que la niña había muerto. Él pidió ver el cuerpo y le dijeron que ya lo habían incinerado». Y se pregunta: ¿Cómo la incineraron sin decirnos nada?».
Estuvo muy enferma por las subidas de leche que tuvo tras el parto. Las enfermeras le propusieron que la donase pero ella se negó. Unos días después le dieron el alta. No le entregaron ningún documento. Pasado el tiempo, A. tuvo dos hijos más. En el último embarazo, el ginecólogo que la trataba le preguntó sobre sus otros partos. «Cuando le conté la muerte de la niña el médico me contestó: ‘Ya…, esas historias me las conozco yo’. Me quedé de piedra».
Este doctor pidió un informe de la paciente a La Paz y le remitieron un papel que decía que el 4 de abril de 1976 A. tuvo un aborto «estando embarazada de tres meses». El documento está firmado el 21 de mayo de 1981 por el doctor José Antonio Usandizaga. «No podía creerlo. Entonces, un médico era como Dios. Ahora tengo la certeza de que a esa niña me la robaron», afirma A.
José Antonio Usandizaga Beguiristain tiene ahora 78 años. En sus inicios ejerció en el Hospital de Basurto, en Bilbao, ciudad donde se denunció una trama de adopciones que llevó a cabo Mercedes de Grass (Ver DIAGONAL nº 111). Usandizaga fue después jefe de obstetricia y ginecología del Hospital La Paz de Madrid y director de la maternidad de este hospital durante años. Muy próximo al Opus Dei, milita activamente contra el aborto. En un documento elaborado por él para la conferencia episcopal asegura que ha asistido «cientos de miles de embarazos en la maternidad de La Paz».
Gracias a las primeras denuncias efectuadas en 2009, (aunque con anterioridad lo hicieron los adoptados de la Clínica privada San Ramón) y su difusión en los medios de comunicación y en internet, han aparecido muchos más casos.
Pedro Soto investiga ahora la muerte de su hermana nacida el 20 de julio de 1979. Su madre, Francisca Sánchez, se quedó embarazada cuando tenía 33 años. Fue a un ginecólogo de un ambulatorio de Torrejón de Ardoz, Madrid que le recomendó ir a la maternidad de O’Donnell aunque le correspondía otro hospital. Allí dió a luz a una niña. «Le dijeron que el bebé estaba bien, pero no se lo enseñaron. Unas horas después le comunicaron que la niña había muerto», explica Soto. Ante la insistencia del padre le mostraron un bebé muerto envuelto en trapos. No les entregaron ningún documento.
Soto dice que sus padres eran gente humilde y no reclamaron más. «Mi madre siempre ha dicho que algo raro pasó», asegura. Ahora se han unido a la recién creada Plataforma de Afectados de Clínicas de toda España. Causa Niños Robados. Tras varias investigaciones han descubierto que el médico de Torrejón de Ardoz y el que atendió en el parto a su madre también trabajaban juntos en una clínica privada.
El Archivo Regional de la Comunidad de Madrid conserva, en teoría, las historias y documentos de los hospitales de la capital, muchos de ellos digitalizados. Fue allí donde Mar Soriano descubrió que la muerte de su hermana Beatriz Soriano nacida en la maternidad de O’Donnell el 3 de enero 1964 fue atribuida a una otitis. El parte de defunción lo firma el médico Ignacio Villa Elizaga, muy cercano al Opus Dei, que trabajó en la maternidad de Santa Cristina, en O’Donnell y en la actualidad es profesor en la Universidad de Navarra. Como publicó DIAGONAL, la otitis no es una causa de muerte. Otros seis bebés murieron en ese hospital por otitis el mismo día que Beatriz Soriano, según los archivos.
En esos años muchas mujeres que iban a las privadas acabaron en los hospitales públicos atendidas por los mismos médicos. En el caso de las adopciones ilegales de la clínica San Ramón, situada en el Paseo de la Habana 143, de Madrid, hoy un geriátrico, las denuncias son claras. El tocólogo que atendía los partos y dirigía la maternidad, Eduardo Vela Vela, entregó a cientos de bebés que reclaman ahora sus historiales médicos. Una denuncia por sustracción de menores en 1981 cerró la clínica San Ramón. Entonces se culpó a la dueña de una guardería y a unas prostitutas de compra-venta de niños y se archivó la acusación que apuntaba al doctor Vela.
Los adoptados en esta clínica hoy son mujeres y hombres que se han organizado a través de internet e intercambian información en diversos foros. Así, se sabe que Vela no actuaba sólo. Su mano derecha era sor María Gómez Valbuena. Esta monja era asistente social en la maternidad pública de Santa Cristina, en O’Donnell, y a la vez trabajaba con el doctor Vela en la clínica privada de San Ramón. Era conocida en todo el país como «la monja que conseguía niños».
Rosa R. G. tuvo a su tercer hijo con 22 años, en San Ramón. «Mi bebé nació 26 de octubre de 1978. Era prematuro, de siete meses y medio y pesó 2,5 kg. Todo fue muy bien, no tuvieron que darme puntos ni nada, a las dos horas estaba de pie. A todas las mujeres que atendían en la maternidad de San Ramón las dormían», dice Rosa R. G. «Cuando desperté, dos horas después del parto, la monja me dijo que todo había ido muy bien. Yo pregunté por el médico y la religiosa me dijo que el médico no estaba. Bajé a ver al niño, era muy guapo, y lo habían metido en una incubadora». Pasadas doce horas el doctor Vela le dijo que el bebé había muerto. A la madre de la parturienta le enseñaron un bebé gordito envuelto en una toalla que estaba en un cámara frigorífica. No le dieron ninguna documentación.
El 22 de febrero el Congreso de los diputados se comprometía a apoyar desde las instituciones la investigación sobre los niños robados. Unas semanas antes el fiscal general del Estado, Cándido Conde-Pumpido, anunció que los casos de niños robados serán investigados y que la instrucción se remitirá a las fiscalías territoriales. Esta decisión abre la vía para destapar una compleja trama en la que están envueltas personas de altos estamentos.
Robo de menores en los ’60, ’70 y los ’80
El robo de niños fue una práctica habitual durante la guerra civil. Se robaban los bebés de madres republicanas encarceladas, que parían en las prisiones. Sus hijos eran arrebatados, y luego ellas eran fusiladas, como han documentado las investigaciones de Tomasa Cuevas y Ricard Vinyes, entre otros. Esta práctica, inspirada en las teorías de Antonio Vallejo Nájera, con el paso de los años se convirtió en un negocio que afectó a madres sin filiación política y que duró hasta entrada la democracia. La desaparecida asociación Andas, Derecho a Saber, documentó los primeros casos. Hoy los afectados de los ’60, ’70 y los ’80 han constituido varias organizaciones: La Voz de los Afectados, La Plataforma de Afectados de Clínicas de Toda España o la Asociación Nacional de Afectados por Adopciones Irregulares (Anadir), entre otras. Todas han documentado cientos de casos. En ellos, como ya publicó DIAGONAL (ver números 110, 111 y 112) están implicados curas, monjas, médicos, abogados, enfermeras e incluso conserjes. Cobraban por conseguir bebés para matrimonios de ‘buena posición’ afectos al Franquismo. En enero, Anadir, a través de su abogado Enrique Vila, presentó una denuncia a la Audiencia Nacional con más de 250 casos. Ahora son ya 500 afectados. Esta denuncia se une a la presentada por el abogado de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, por la Plataforma de Afectados de Clínicas de Toda España junto a otras 300 familias. Otros casos pendientes son los de los adoptados ilegalmente en la Clínica privada de San Ramón, el grupo de adoptados de Bilbao, el caso de Andalucía, etc.
El poder de una monja
El control de las adopciones aumenta con la ley de 1987. Uno de los defensores de ese control fue Gregorio Guijarro, ya fallecido. Guijarro era director de la Asociación Española para la Adopción (AEPA) y al mismo tiempo fiscal general del Tribunal Supremo. Entonces él adoptó a dos niñas gemelas. Sin embargo, no era muy partidario de que el control de los adoptados fuese del todo público. En un artículo publicado por El País en 1981, en el que ensalza la tarea de la monja que trabajaba con Eduardo Vela, dice: «La encargada del servicio de asistencia social y maternidad de Santa Cristina (pública) desde hace más de 12 años, sor María Gómez Valbuena, (también en la clínica privada San Ramón) tiene en su memoria un arsenal de historias». Sor María Gómez aún vive.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Entonces-un-medico-era-como-Dios.html