El 15 de diciembre de 1894 escribía José Martí en las páginas del periódico Patria un artículo titulado «Honduras y los extranjeros». Allí decía: «En América hay dos pueblos, y no más que dos, de alma muy diversa por los orígenes, antecedentes y costumbres, y sólo semejantes en la identidad fundamental humana. De un lado […]
El 15 de diciembre de 1894 escribía José Martí en las páginas del periódico Patria un artículo titulado «Honduras y los extranjeros». Allí decía:
«En América hay dos pueblos, y no más que dos, de alma muy diversa por los orígenes, antecedentes y costumbres, y sólo semejantes en la identidad fundamental humana. De un lado está nuestra América, y todos sus pueblos son de una naturaleza, y de cuna parecida o igual, e igual mezcla imperante; de la otra parte está la América que no es nuestra, cuya enemistad no es cuerdo ni viable fomentar, y de la que con el decoro firme y la sagaz independencia no es imposible, y es útil, ser amigo. Pero de nuestra alma hemos de vivir, limpia de la mala iglesia, y de los hábitos de amo y de inmerecido lujo.»
Pocas veces como en estos días se han visto en la misma fecha brillar y oscurecerse en sus respectivos roles las dos Américas definidas por José Martí. De un lado, en La Habana, «capital de la unidad», según palabras del Papa Francisco, se han juntado líderes llegados de nuestra América y representantes de otras partes del mundo para avalar un paso decisivo hacia el fin del conflico armado que lleva más de seis décadas desangrando a Colombia. Del otro, en Washington, la Organización de Estados Americanos (OEA) ha vuelto a ser escenario para un intento de injerencia y división contra la paz en nuestra América en nuevo capítulo de una ya larga historia que abarca desde su nacimiento en 1948 como instrumento de la política norteamericana en la región.
Mientras Cuba acogía la firma del cese el fuego definitivo entre los guerrilleros de las FARC-EP y el Gobierno colombiano y se hacía firme ante el mundo el compromiso de ambas partes con la renuncia a la violencia como método para hacer política, la organización que ha sido desde su fundación instrumento para la intervención armada de EEUU en Latinoamérica, que respaldó a dictadores como Trujillo, Somoza, Batista, Pinochet y Stroessner, era escenario para tratar de legitimar los anhelos de quienes están intentado convertir Venezuela en país ensangrentado.
Del lado nuestroamericano, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), que en enero de 2014 proclamó a América Latina y el Caribe como Zona de Paz, se gestó en la Cumbre Extraordinaria del Grupo de Río, Costa de Sauipe, Salvador, Bahía, Brasil, el 16 de diciembre de 2008, cuando el presidente cubano Raúl Castro dijo:
«No me refiero en nada a lo de la OEA, porque estimo que es una broma del compañero Zelaya, no vayan a interpretarse mal sus palabras al salir por la televisión a escala mundial, y como siempre hay algunos que no estaban atendiendo bien, van a creer que es una proposición seria, por lo menos yo lo entiendo como una broma.
«Antes de que Cuba entre a la OEA, y que me perdone, no el Secretario de la OEA, lo saludo, y tal vez me reúna con él, sino al político que es, la personalidad política, que es nuestro amigo Insulza, primero, como dijo Martí, «se unirá el mar del norte al mar del sur y nacerá una serpiente de un huevo de águila».
«Evo, incluso, decía que Cuba debe ser miembro de una OEA sin norteamericanos. Nosotros no podemos, por las razones que les estuve explicando y otras muchas que harían extensa esta reunión, con norteamericanos o sin norteamericanos, ingresar a la OEA. Esa sigla debe desaparecer, es nuestra opinión.»
Poco después, en julio de 2009, un golpe militar derrocó a Zelaya, el presidente constitucional de Honduras, y hasta hoy son asesinadas personas allí por defender la democracia, como acaba de ocurrir con la activista Berta Cáceres. Nada hizo la OEA por evitar o condenar ambas cosas pero ahora su Secretario General Luis Almagro y el gobierno de EEUU quieren convertirla en juez de Venezuela mientras callan sobre otro golpe en curso en Brasil.
La CELAC nacería apenas dos años después de la Cumbre de Sauipe, con el impulso decisivo de la postura de Cuba y el liderazgo del Presidente venezolano Hugo Chávez. El acuerdo que se ha alcanzado en La Habana entre entre las FARC-EP y el Gobierno de Colombia incluye crear un Mecanismo tripartito de Monitoreo y Verificación, integrado por representantes del Gobierno colombiano, de las FARC-EP, y un Componente Internacional consistente en una misión política con observadores no armados de la ONU integrada principalmente por observadores de países miembros de la CELAC. ¿Y la OEA? impulsando la desestabilización de Venezuela, la vecina en la frontera Este de Colombia.
Pocas veces como este 23 de junio de 2016, las dos Américas de las que habló Martí alcanzaron su definición mejor: de un lado la paz, la unidad y la concertación, del otro la conspiración, la mentira y la violencia. En el centro, como él dijo en otro de sus artículos de 1894, también en Patria, la mayor de las Antillas:
«La gloria no es de los que ven para atrás, sino para adelante.- No son meramente dos islas floridas, de elementos aún disociados, lo que vamos a sacar a luz, sino a salvarlas y servirlas de manera que la composición hábil y viril de sus factores presentes, menos apartados que los de las sociedades rencorosas y hambrientas europeas, asegure, frente a la codicia posible de un vecino fuerte y desigual, la independencia del archipiélago feliz que la naturaleza puso en el nudo del mundo, y que la historia abre a la libertad en el instante en que los continentes se preparan, por la tierra abierta, a la entrevista y al abrazo. En el fiel de América están las Antillas, que serían, si esclavas, mero pontón de la guerra de una república imperial contra el mundo celoso y superior que se prepara ya a negarle el poder, -mero fortín de la Roma americana;- y si libres- y dignas de serlo por el orden de la libertad equitativa y trabajadora- serían en el continente la garantía del equilibrio, la de la independencia para la América española aún amenazada y la del honor para la gran república del Norte, que en el desarrollo de su territorio -por desdicha, feudal ya, y repartido en secciones hostiles- hallará más segura grandeza que en la innoble conquista de sus vecinos menores, y en la pelea inhumana que con la posesión de ellas abriría contra las potencias del orbe por el predominio del mundo. -No a mano ligera, sino como con conciencia de siglos, se ha de componer la vida nueva de las Antillas redimidas. Con augusto temor se ha de entrar en esa grande responsabilidad humana. Se llegará a muy alto, por la nobleza del fin; o se caerá muy bajo, por no haber sabido comprenderlo. Es un mundo lo que estamos equilibrando: no son sólo dos islas las que vamos a libertar.» José Martí. Artículo «El tercer año del Partido Revolucionario Cubano.» (De Patria. Nueva York, 17 de abril, 1894.)