Pascalle Müller y Stefania Prandi destaparon el mes pasado una historia de indefensión de género entre las trabajadoras temporeras extracomunitarias en varios países. Su reportaje ha tenido un efecto inmediato en las sociedades española y alemana.
El 30 de abril se publicaba en Correctiv.org el reportaje sobre la situación en los campos de fresas y frutos rojos de Huelva. Sus autoras, Pascale Müller y Stefania Prandi, cuentan la historia de Kalima, una mujer que huyó del hombre que la violaba, su supervisor, en los campos de fresa.
Es la historia también de Sabiha, que define a ‘Juan’, el jefe de los cultivos, como «cruel y sin corazón». Es un trabajo periodístico documentado y exhaustivo, en el que la violación es solo la fase final de un día a día de abusos verbales, de amenazas y coacciones. Un trabajo que ha sacudido los muros de silencio en torno al trabajo de los cientos de mujeres marroquíes que cada año se desplazan a Huelva para la temporada de la fresa.
Desde hace semanas el escándalo de las violaciones de temporeras procedentes del Magreb y de Europa del Este en las plantaciones de fresas de Huelva ha ocupado portadas en todos los periódicos. La periodista alemana Pascale Müller explica a El Salto cómo comenzó su investigación. En realidad, asegura, tenían indicios de estas prácticas de abusos sexuales a través de una investigación anterior realizada en Italia por la otra colega en el proyecto, Stefania Prandi, para el medio Vice.
Tras hablar con sociólogos y expertos llegaron a la conclusión de que si los maltratos y violaciones entre trabajadoras temporeras se daban por su indefensión en Italia, con toda probabilidad ocurriría en otros países. De ahí que su investigación no se centre solo en la fresa de Huelva, sino que han documentado casos de abusos también en la recogida del tomate en Marruecos e Italia. La parte de la investigación que desarrollaron en Marruecos tuvieron que llevarla a cabo con un visado de turistas, por el férreo control a la prensa que existe en la dictadura.
Para Pascalle Müller, lo denunciado se trata de «un problema estructural», no es algo que solo pase en una empresa o incluso un tipo de cultivo, subraya. Las condiciones de precariedad de las viviendas, la dependencia económica del trabajo en el campo así como el que en sus países de origen tengan una familia a la que alimentar unido a la falta de conocimiento del idioma y de las leyes, hace que las mujeres se encuentren en una situación de indefensión frente a los atacantes.
Müller explica que las mujeres en Huelva vivían «sobre todo en viviendas prefabricadas», hacinadas, con hasta seis literas por cuarto. En muchos casos, destaca en su reportaje, no había duchas o cocinas. «Son condiciones indignas o muy precarias. Dependen del trabajo, tienen miedo a perderlo y tener que volver a su país», resume lo que muestra el reportaje, que ha sido fruto de una cooperación entre el portal de noticias BuzzFeed y el centro de investigación periodística sin ánimo de lucro Correctiv.
La repercusión que la investigación ha tenido en España ha sido inesperada para las periodistas, que están satisfechas de que se haya hablado y visibilizado el problema de las temporeras. En Alemania, sin embargo, afirman que, a pesar de que ha salido en la prensa, no hubo consecuencias políticas directas ligadas a la investigación.
En el reportaje explican que hasta el 80% de las fresas que se importan en Alemania proceden de Huelva. Müller no se muestra a favor de boicotear productos y cree que los consumidores finales alemanes tampoco han de ser criminalizados por su consumo.
«Llegaron a afirmar que estamos pagadas por la industria alemana de las fresas», asegura Pascalle Müller. «Nosotras somos periodistas, nos limitamos a investigar, que es nuestro trabajo como periodistas», añade. Müller cree que el problema en este caso está en el país en el que se producen las violaciones de derechos, que es el que tiene que evitar que se produzcan tomando las medidas necesarias.
«La prensa tiende a presentarlo todo como blanco o negro, es decir, como escándalo generalizado o como casos aislados. Nosotras creemos que en este caso se trata de algo intermedio», resume. Explica que, de cien entrevistas realizadas, 28 mujeres aseguraron haber sido violadas y muchas haber sido agredidas de alguna forma. Los ataques tuvieron lugar durante el trabajo. «No creo que se pueda hablar simplemente de casos aislados, sino de problema estructural», concluye.