Traducido para Rebelión por Caty R.
La superpoblación, desde el punto de vista capitalista, se refiere a la imposibilidad -una vez constituido un ejército de reserva susceptible de reclutamiento en caso de «expansión» o «recuperación económica y que sirva de influencia sobre los sueldos de las personas con trabajo- de emplear al resto de la población. Una dificultad que está en vías de superación de dos formas, alternativas o combinadas. La primera corresponde a un escenario «duro» planificado por expertos que emergen directamente del Pentágono. La segunda, claramente más «suave» pero que no excluye recurrir simultáneamente a la primera, emana de civiles pertenecientes a la élite del capitalismo globalizado.
En un «Informe secreto del Pentágono sobre el cambio climático» publicado hace algunos años figuran las consideraciones y recomendaciones relativas a las cuestiones de estrategia militar a corto y medio plazo (1). Pueden resultar, a elegir, instructivas o aterradoras. Hay que señalar que ese informe no fue redactado por personas fantasiosas sino, a petición del siniestro Donald Rumsfeld -que entonces todavía no era ministro de la «guerra preventiva» contra Iraq de Bush hijo-, por Peter Schwartz, un «futurólogo» presente a menudo en las cumbres de Davos, y Doug Randall, un experto de Global Business Network, un instituto de previsión y asesoría vinculado al mundo de los negocios. Los autores resumieron lo que el actual consenso de la comunidad científica admite como el escenario más probable del planeta a muy corto plazo, que consolida la teoría emitida por numerosos científicos: la de un deterioro acelerado de la exosfera antes de mediados de siglo.
En efecto, ya no hay duda: el recalentamiento es obvio. Y efectivamente tiene una estrecha relación con el efecto invernadero vinculado a las actividades humanas productoras de CO2. Dicho recalentamiento ha empezado a producir sus desastrosos efectos. Ya está empujando a las poblaciones a huir de las regiones golpeadas por la sequía. Pero éste es sólo el primer episodio de un cambio más radical: el deshielo del cascote polar y del permafrost siberiano en los que se establece la Corriente del Golfo que regula las temperaturas, en particular en el hemisferio norte. Si esa corriente marítima se detuviera surgiría un período de glaciación, probablemente enorme, en el norte del planeta, que lo dejaría encerrado en un denso caparazón de hielo. Según esta teoría el norte de Europa (Escandinavia, Holanda, Gran Bretaña y una buena parte de Alemania) se volvería inhabitable. Otra perspectiva no mucho más halagüeña: la inundación de zonas inmensas densamente pobladas en la actualidad, como consecuencia del recalentamiento de la atmósfera, que quedarían sumergidas definitivamente y por lo tanto también se volverían inhabitables.
Lo que tienen en común esas hipótesis, a la vez catastróficas y plausibles, es lo que ambas implican: enormes masas de población obligadas a expatriarse, a emigrar, añadiéndose a los expulsados por condiciones de vida inhumanas. Por lo tanto es fácil deducir que, en el mejor de los casos, las zonas que permaneciesen habitables serían escasas y de superficie reducida. Lo que condujo a los pensadores del Pentágono a expresar algunas sugerencias de orden estratégico. Al leerlas se comprende por qué se hizo todo lo posible para no darles publicidad, ya que son muy explícitas: es necesario tomar medidas para «asegurar» los últimos recursos vitales y, al mismo tiempo, para repeler a los innumerables «refugiados climáticos» que «tenderían a fluir hacia las zonas habitables» (2).
En realidad, al principio, las limitaciones que debido a un brusco cambio climático caerían sobre los alimentos, el agua y la energía se podrían «manejar con medios diplomáticos, políticos y económicos tales como tratados o embargos [sic] sobre el comercio». Pero ese período de gracia no durará. «Con el tiempo, advierten los autores del informe, los conflictos por la utilización de las tierras y el agua tienen posibilidades de volverse más agudos -y más violentos-. A medida que crezca la desesperación de los Estados [re-sic], el paso a la acción será más apremiante. ¿Cómo? Ni más ni menos que instaurando una dictadura con finalidad «ecológica» basada en un terrorismo de Estado generalizado.
Naturalmente desde el punto de vista del Pentágono se trata en primer lugar, por no decir en exclusiva, de Estados Unidos donde hay que prepararse para ese cambio. «Incluso aunque Estados Unidos se mantenga relativamente bien favorecido y dotado de una enorme capacidad de adaptación, los autores del informe concluyen con la afirmación de que el país se encontrará en un mundo en el que las olas de refugiados vendrán a estrellarse a sus costas (3); donde Europa se enfrentará a luchas internas; donde Asia se sumergirá en una grave crisis a causa del agua y los alimentos».
Por lo tanto las «estrategias de marcha» que se deberán elaborar y aplicar serán únicamente en beneficio de los ciudadanos estadounidenses (4). Sobre todo porque teniendo en cuenta sus avances científicos, técnicos y organizativos, y el hecho de tener «más recursos a su disposición en relación con el tamaño de la población, […] las naciones susceptibles de adaptarse con más facilidad a los cambios bruscos del clima [pueden] suscitar una sensación más aguda de la distinción entre ricos y pobres que conlleva un resentimiento hacia las naciones con mayor capacidad de acogida». Lo que, hablando claro, significa que los dos objetivos a los que las «estrategias de marcha» tendrán que responder sólo se podrán alcanzar a costa de las poblaciones de los demás países. «Garantizar el acceso a los recursos alimentarios», por una parte, equivale en realidad a dejar, sin escrúpulos, que el resto de la humanidad corra el riesgo de morir de hambre y de sed. Y por otra parte «garantizar la máxima seguridad nacional» hace prever, conociendo el sentido de la formulación (5), el establecimiento y despliegue de un arsenal represivo para uso externo, y también interno, del que sólo las novelas o películas más pesimistas pueden dar una idea. Todavía no está descartado un «happy end«: Los numerosos muertos causados por la guerra, el hambre y la enfermedad, reducirán el tamaño de la población total. Lo cual, con el tiempo [re-sic], equilibraría el número de personas en la tierra capacitada para el acogimiento (6).
A ese futuro poco halagüeño y todavía menos radiante para la mayoría de los habitantes de la tierra, se puede oponer un escenario más «suave», al menos para una parte de ellos. Durante una discreta reunión en el lujoso hotel Fairmont de San Francisco, celebrada en noviembre de 1995 bajo los auspicios de la Fundación Gorvachov -financiada por la aristocracia del capitalismo internacional-, «quinientos políticos, líderes económicos y científicos de primer orden» confrontaron sus puntos de vista sobre el futuro de la nueva civilización planetaria nacida del hundimiento de los regímenes pretendidamente «socialistas» (7).
Esa augusta asamblea tomaba como punto de partida de su reflexión el postulado, considerado por los participantes como una evidencia, según el cual «en el siglo que viene dos décimas de la población activa serán suficientes para mantener la actividad de la economía mundial» (8). La «revolución científica y técnica» que sólo puede seguir su curso imparable continuará, de forma efectiva, sustituyendo a las personas por máquinas. Entonces se plantea el problema que antes o después deberá afrontar la élite globalizada: ¿Cómo garantizar la gobernabilidad o el gobierno -es decir, la dominación- del ochenta por ciento de la humanidad restante de la que los desastres ecológicos futuros diezmará ciertos sectores pero, a pesar de todo, sin hacerla desaparecer por completo? En otras palabras, ¿qué hacer con los futuros «inútiles del mundo» capitalista?
Debemos a un experto, Zbignew Brzezinski, la solución adoptada al final del debate. Este ex asesor del presidente estadounidense Jimmy Carter, y fundador de la Conferencia Trilateral, ya se distinguió en los años 70 al predicar una «democracia limitada» para hacer frente a las reivindicaciones y las aspiraciones populares cada vez más difíciles de «manejar». Esta vez no encontró nada mejor que recuperar, en un lenguaje actualizado, la vieja receta del «Panem et circenses«. En la neolengua global: el tittytainment (de «entertaiment», entretenimiento, y «tits» tetas, en argot estadounidense). Ese neologismo en forma de puzzle designaba un «cóctel de entretenimiento embrutecedor y alimentación suficiente que permita mantener de buen humor a la población del planeta» (9).
Las almas piadosas no dudarían en adoptar esta solución cínica y despectiva de cara al pueblo. Pero no olvidemos al respecto que los burgueses, cuando conversan entre ellos de asuntos serios, no se entretienen con florilegios retóricos humanitarios. Y que los informes nacidos de sus reflexiones a puerta cerrada no están destinados al conocimiento del denominado pueblo soberano de nuestras «democracias». Pero volviendo al contenido y mirándolo de cerca, la solución avalada por el selecto Areópago reunido en San Francisco es precisamente la que ya está establecida desde hace mucho tiempo en las sociedades donde el espectáculo del consumo va de la mano con el consumo del espectáculo. Veamos, por ejemplo, la televisión y el supermercado. O Disneylandia y McDonalds. Pero con una diferencia: la ayuda del «desarrollo sostenible», que será la consigna para las masas de consumir menos para consumir mejor. Así, la distracción y la alimentación ya estarán ubicadas bajo el signo de un reverdecimiento generalizado. Las distracciones serán cada vez más «eco-responsables» y la alimentación cada vez más «bio».
En Estados Unidos se califica de greenwashing (lavado verde) del capitalismo, incluso en los círculos de la oligarquía, esta «persecución del diamante verde» unido a la búsqueda del beneficio. Incluso aunque van retrasados con respecto a sus homólogos del otro lado del Atlántico, los industriales franceses no son una excepción. Dos párrafos escogidos entre muchos otros sacados de la prosa patronal lo atestiguan:
Estas palabras son definitivas: «La introducción del concepto de ‘desarrollo sostenible’ también podría tener un efecto revolucionario como lo tuvo en su época la introducción del vapor, la electricidad y la electrónica. Se trata sobre todo de una revolución intelectual. Para conseguirla será necesario desplegar un intenso esfuerzo de educación y formación con el fin de introducir los problemas del medio ambiente en la estrategia de las empresas. Todos los actores de la empresa están implicados. Del primero al último de la jerarquía. Los programas de formación deben integrar el concepto de desarrollo sostenible y aplicarlo globalmente, tanto para los técnicos como para los gerentes. El medio universitario, más lento en reaccionar, también deberá ser movilizado rápida y eficazmente en el marco de programas de cooperación existentes parcialmente financiados por la industria» (Remodeler l’Europe, Mesa Redonda de los industriales europeos, septiembre de 2001).
«Lo importante es que ahora los fabricantes se han dado cuenta de que si no son buenos con respecto al medio ambiente no serán competitivos y en última instancia no podrían trabajar. No sólo se pueden reconciliar medio ambiente y crecimiento, sino que además se puede convertir el medio ambiente en un factor de crecimiento» (Bernard Collomb, director ejecutivo de Lafarge-Coppée, La Tribune de l’expansion, 1 de junio de 1992).
Notas
(1) Informe secreto del Pentágono sobre el cambio climático, Allia, 2006.
(2) Ibid.
(3) La cínica reacción de las autoridades maltesas dejando morir en el mar a los emigrantes subsaharianos en sus pateras, sin intentar siquiera socorrer a los supervivientes, es un aperitivo, a una escala muy reducida, de la suerte que espera a las decenas de miles de refugiados «climáticos».
(4) El informe no dice nada sobre la selección interna que se operará entre los beneficiarios. El ciclón Katrina dio una primera estimación: Los habitantes negros «desfavorecidos» de Nueva Orleans fueron las principales víctimas.
(5) Sacando las enseñanzas de las prácticas de los regímenes represivos instalados por todo el mundo con la aprobación y el apoyo de Estados Unidos, el lingüista Noam Chomsky concluyó que «seguridad nacional significa simplemente «guerra contra la población» (Class warfare, Pluto Press, Londres 1996).
(6) Informe secreto del Pentágono…, op. Cit.
(7) Hans Peter Martin y Harald Schuman, Le Piège de la mondialisation, Solin-Actes Sud, 1977.
(8) Ibid.
(9) Ibid.
Jean-Pierre Garnier ha publicado en la editorial Agone: Une violence éminemment contemporaine. Essais sur la ville, la petite-bourgeoisie intellectuelle et l’effacement des classes populaires (2010).
Fuente: http://blog.agone.org/post/