Recomiendo:
0

Las empresas y la agricultura «sustentable»

Fuentes: Ecoportal.net

Ante todo, quiero agradecer esta oportunidad de contar nuestro caso. Esta es una de las pocas oportunidades que hemos tenido, además de nuestra contra-conferencia contra la Mesa Redonda de Soja Sustentable en Brasil, este marzo último. Trataré de explicar aquí, en forma muy corta cómo las transnacionales están cooptando los términos: sustentable y orgánico referidos […]

Ante todo, quiero agradecer esta oportunidad de contar nuestro caso. Esta es una de las pocas oportunidades que hemos tenido, además de nuestra contra-conferencia contra la Mesa Redonda de Soja Sustentable en Brasil, este marzo último. Trataré de explicar aquí, en forma muy corta cómo las transnacionales están cooptando los términos: sustentable y orgánico referidos a la producción en Sudamérica, para emprolijar su imagen pública.

Al principio, la producción industrial de los alimentos fue vendida como la forma de combatir el hambre y la pobreza. Lo mismo se hizo con los transgénicos. Pero pocas décadas después de comenzada la revolución verde, las consecuencias fueron, no sólo mas pobreza y hambre, pero la deforestación, desertificación, desempleo, desalojos, contaminación, problemas de salud, junto con la pérdida de soberanía alimentaria y la privatización de las semillas, así como la dependencia de agroquímicos y maquinaria.

Las compañías transnacionales detrás del modelo de la revolución verde, en vez de reconocer los daños causados a las sociedades y al medio ambiente y ofrecer reparación, ahora inventan lo que llaman:

Responsabilidad Social Empresarial (RSE). La RSE es una técnica de mercado de las compañías para obtener una mejor imagen para vender sus productos. Es un mero instrumento de propaganda de sus productos hacia un público que ha adquirido más conciencia de los temas ecológicos y sociales y se ha vuelto crítico con respecto a los métodos industriales de producción agropecuaria en el tercer mundo.

Para mantener la fachada de RSE, las compañías transnacionales apoyan programas de la Sociedad Civil y de los Gobiernos. Apoyan acciones de voluntarismo de sus propios empleados y directivos. Desarrollan programas de mercadeo que involucran causas aparentemente sociales. Para modificar la imagen que el público tiene de las empresas, éstas últimas no llevan a cabo los programas por ellas mismas, pero «colaboran» con las ONGs .

De acuerdo a la RSE, esta colaboración tiene 3 fases, basado esto en una clase de Administración de la Universidad de San Andrés de la Pcia. de Buenos Aires, Argentina.

Durante la fase 1, la empresa hace donaciones a una ONG.
Durante la fase 2, la empresa moviliza sus recursos, contribuyendo a que sus clientes hagan donaciones también. Mientras tanto la ONG provee Valor de Marca, por ejemplo permitiendo que la empresa utilice su logo, reconocido fácilmente por el público. De esta forma, la ONGs que han adquirido prestigio público puede legitimar los negocios de la empresa. Las ONGs se vuelven instrumentos de mercado de las transnacionales.
Finalmente, la fase 3 es cuando las relaciones entre el sector de los negocios y las ONGs se tornan profundas e intensas. Esta es la fase denominada «Intregrativa».
Para validad la RSE, «expertos» del mundo industrializado, con fondos de las agencias de desarrollos correspondientes, los bancos y las empresas transnacionales, consultan a «expertos» de las ONGs de los países del tercer mundo que mejor se amoldan a los intereses del sistema neoliberal.

Se producen reportes que son mejorados continuamente con respecto al idioma para parecer más «progresivos» y democráticos. Las características comunes de estos reportes, son la aseveración de que el Mercado Libre llegó para quedarse a que el crecimiento industrial y la demanda de materias primas provistas por el tercer mundo van a aumentar un tanto determinado durante los próximos 15 años hasta el 2020 (por ejemplo). Las cosas andan mal, pero uno no puede combatir al poder económico. La industria se ha portado mal, pero dado que el crecimiento continuará indefectiblemente un tanto por ciento determinado, se consideran y comparan escenarios peores y mejores imaginados. Se recomiendan mesas redondas entre las ONGs, la industria y representantes de las instituciones gubernamentales del sur y del norte. Hablan de la necesidad de la «certificación» de los productos como provenientes de recursos «sustentables y responsables», así como el manejo y los servicios de los recursos naturales.

Todo esto, por supuesto, en el nombre de los pobres y los hambrientos. Y es aquí, donde varias de las ONGs del norte se están equivocando completamente.

Es en este contexto, que las filosofías originales detrás de la producción orgánica se han puesto en peligro por la colaboración de determinadas ONGs con los agronegocios. Por definición, la producción orgánica debería ser dirigida hacia la producción y el consumo locales y se refiere a parcelas pequeñas donde las extensiones tienen «dimensiones humanas». Además la confianza esta basada y sostenida sobre condiciones y procesos éticos.

La Certificación o «el testimonio de tercera parte» si un fenómeno parásito y proviene de la distorsión del concepto de la producción orgánica, cuando ésta comienza a producir para el «mercado» y especialmente para los «mercados transoceánicos». En este caso, el origen de la producción esta alejada del consumidor. Entonces los costos adicionales de certificación entran en el sistema. La certificación no agrega valor al producto, pero agrega costos. Y si los productos no están certificados, no son legales para la venta. Luego se agregan también los costos de transporte, de depósito y de manipulación de bienes. Las consecuencias de todo esto, es que la producción orgánica termina estando sólo al alcance de las elites y de los que pueden pagar por ella. La certificación burocratiza también los procesos de producción y comercialización tomando el poder de los pequeños agricultores y dándoselo a las agroempresas.

En el cono sur de América Latina, la soja se produce para alimentar animales en Europa y China. La soja transgénica se introdujo legalmente en la Argentina sin previa discusión pública o de las instituciones democráticas del gobierno. Hoy día más del 95% de la soja en el país es transgénica. En Brasil, Bolivia y Paraguay, la soja transgénica fue introducida ilegalmente y hoy día, más de la mitad de la soja en Brasil y Paraguay es transgénica. Algunas ONGs del norte creen que para salvar a Brasil de la soja transgénica, es importante promover la «certificación» de la soja convencional y la orgánica.
Some NGOs in the North. Por ello, mantienen mesas redondas con agronegocios y agronegocinhos, creyendo que van a convencerlos de no pasarse a la soja transgénica. Están preocupadas de que para el año 2020, 22 millones de hectáreas de bosques y savanas se perderán en Sudamérica por la soja. Por ello proponen mecanismos inviables de rotación entre soja y ganado para reducir la deforestación a 3,7 millones de hectáreas. Esta idea de salvar parches de naturaleza, es lo que se dan en llamar: «producción sustentable de soja».

Por otro lado, Lynn Clarkson, de Clarkson Grain, el mayor proveedor de soja orgánica para la producción de leche de dijo durante su visita en la Argentina, hacia el fin del 2004, que la Argentina tiene un buen potencial para tornarse en una gran proveedora de soja orgánica. Cómo puede ser esto, cuando la Argentina se ha convertido ya completamente hacia la soja transgénica? Simplemente, porque tenemos tanta tierra virgen que será fácil obtener la certificación para la soja orgánica rápidamente. Esta idea implica la destrucción de tierras vírgenes para producir aún más soja para los mercados orgánicos.

Todo esto se dice, sin tener en cuenta el reporte de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, presentado ante la Conferencia de Partes sobre Cambio Climático en Buenos Aires, en diciembre del 2004. En este informe se concluye que la soja es el cultivo principalmente responsable de la emisión de gases de invernadero en nuestro país.

La certificación para exportación de soja orgánica necesita también puertos especiales. En la Argentina, Cargill es la única compañía que tiene esas facilidades en la zona de Timbúesen el Río Paraná.

El mismo concepto de reforma agraria será cooptado por la RSE en el marco de las certificaciones. En él, la propiedad de la tierra deja de tener importancia la propiedad de la tierra, siempre y cuando la agroindustria pueda decidir qué y dónde producir. La agricultura de subsistencia está en peligro.

Por otro lado, la industria y algunas ONGs están hablando seriamente sobre producir biocombustibles. Este es otra de las amenazas, dado que significa más monocultivos de soja transgénica y de caña de azúcar, con la consecuente contaminación ambiental y el desalojo de campesinos y pueblos indígenas.

Mientras tanto, en Paraguay los desalojos violentos y las masacres de campesinos e indígenas organizados, para abrir paso a nuevos campos de soja, suceden con el apoyo de la policía y las fuerzas militares. Paraguay ha otorgado inmunidad a soldados de los Estados Unidos de Norteamérica y sus tropas se están instalando en este país estratégico que limita con otros países ricos en recursos naturales en Bolivia, Argentina, Uruguay y Brasil. Esto es parte de la llamada «Guerra de baja intensidad». Y por supuesto, se aducen razones de seguridad. En este contexto, es importante mencionar, otro informe sobre América Latina producido para el Gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica «América Latina 2020: Discutiendo escenarios de largo plazo». En él, los movimientos indígenas de varios países se consideran una amenaza para los intereses de EEUU, dado que «podrían converger, eventualmente, con algunos movimientos no indígenas, pero radicalizados, como los Sin Tierra de Brasil, los campesinos paraguayos y ecuatorianos y los piqueteros argentinos».

De esta forma se están protegiendo la agroindustria y otras «Empresas Socialmente Responsables», para asegurar su acceso a nuestros recursos naturales, como la tierra para la soja y otros cultivos de exportación, el agua y el gas natural que están siendo defendidos valiente y seriamente por los indígenas y campesinos de los países que lilimtan con Paraguay, del Paraguay también, por supuesto, y de toda América Latina, desde México hasta la Patagonia.

En Brasil, el socio de la WWF en la mesa redonda de Soja Sustentable, el Gobernador del Matto Grosso y el mayor productor unitario de soja, Blairo Maggi, dijo al Financial Times el pasado 23 de junio (2005) que: «Las propiedades pequeñas en el Matto Grosso no son económicamente viables. Esto debe tratarse de una economía de escala, como la automotriz. Uno no puede plantar trigo, soja o algodón sin propiedades extensas que sean competitivas en el mercado mundial». Además hace hincapié en las vastas extensiones que todavía están «disponibles para la producción (agropecuaria) sin destruir el Amazonas».

La Nature Conservancy, financiada por la Embajada Británica y con el apoyo de Cargill inauguró el 25 de abril de 2005 un proyecto para certificar soja en Brasil.

Estos son algunos ejemplos que demuestran la falacia de los proyectos y las mesas redondas de colaboración entre las ONGs y la industria. These are some examples to show the fallacy of the NGOs-Industries Sustainable Roundtables and projects.

El Cono Sur de América Latina no debe ser condenado a ser meros productores de forrajes para alimentar los animales en Europa y China.

Contrario a la preocupación que han expresado algunas ONGs europeas, los pueblos Latinoamericanos están haciendo y han estado haciendo por un largo tiempo, un esfuerzo de lucha serio para proteger nuestro medio ambiente y nuestra producción orgánica auténtica, contra el poder corporativo empresarial. Los movimientos campesinos, indígenas y de los Sin Tierra deben ser apoyados en su lucha activa por la defensa de la tierra donde viven. Las ONGs no deberían discutir con las empresas de los agronegocios y otras compañías sobre la certificación y el manejos de los recursos naturales. Las ONGs no deben tornarse en instrumentos de mercadeo de las Transnacionales. Las ONGs no deben comprometerse con el mundo empresarial y promover sus ideas.

Las ONGs deben poner todos sus esfuerzos en defender a las comunidades campesinas en su lugar, para que no sean desalojadas, ni siquiera con el llamado «consenso previo, libre e informado» como se promueve desde la Mesa Redonda de Aceite de Palma Sustentable. Es, por lo menos, sumamente inocente el no darse cuenta que para la agroindustria, el «consenso previo, libre y informado» simplemente significa nuevos espejitos de colores para liberar la tierra de sus propios pueblos para mayor explotación industrial y turística, amenazando la soberanía alimentaria y los hábitats de los pueblos originarios y campesinos.

Se debe defender la verdadera producción orgánica y el desarrollo local. Y esto no puede realizarse acordando con los términos condescendientes neoliberales representados por la «Responsabilidad Social Empresaria».

Quiero agradecer al Ingeniero Agrónomo Adolfo Boy y a Jorge Rulli, también del Grupo de Reflexión Rural, por sus consejos y guía para mi participación en esta conferencia.

* Lilian Joensen
Grupo de Reflexion Rural
Nota: Ponencia presentada por Lilian Joensen del Grupo de Reflexión Rural del Argentina, que presentó en la Conferencia para un Mundo Sustentable, que tuvo lugar en Londres el15 de julio de 2005.