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Las energías renovables reciben seis veces menos ayudas que las convencionales

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Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), los combustibles fósiles se han llevado el grueso de las ayudas de la UE entre 1995 y 2001. La eólica ha recibido en sus primeros quince años de vida 30 veces menos ayudas que la atómica en idéntico período. Los detractores de las fuentes de energía renovables […]

Según la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA), los combustibles fósiles se han llevado el grueso de las ayudas de la UE entre 1995 y 2001. La eólica ha recibido en sus primeros quince años de vida 30 veces menos ayudas que la atómica en idéntico período.

Los detractores de las fuentes de energía renovables suelen acusarlas de ser caras y de existir sólo gracias a las subvenciones que reciben por parte de Papá Estado, porque de otro modo no podrían competir en los mercados con las fuentes de energía fósiles o con la nuclear. Los partidarios de las renovables suelen responder, exagerando la irritación que produce la bofetada recibida, que eso es así porque las fuentes de energía convencionales no trasladan todos sus costes a ese bajo precio del que tanto alardean, y que si lo hiciesen, otro gallo cantaría.

En realidad, ambos tienen razón. Las renovables son caras porque las demás no incluyen en sus precios las emisiones de gases contaminantes que elevan la temperatura del planeta (aunque esto puede cambiar con el Protocolo de Kioto), ni los daños a la salud pública y los consecuentes gastos sanitarios, la acidificación del suelo y su afección a las cosechas, la contaminación acústica, ni otros costes dificilísimos de calcular que la Unión Europea lleva una década tratando de identificar con éxito relativo por lo colosal de la empresa.

Los subsidios de las convencionales

Ahora bien, las energías convencionales también reciben subsidios. Y un reciente informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente se adentra de lleno en el asunto, desvelando que, globalmente, los hasta hace poco 15 países de la UE destinaron entre 1995 y 2001 nada menos que 125.000 millones de euros en subsidiar la generación de energía. En 2001, último año del que se tienen datos comparables, los Quince destinaron 29.200 millones de euros, de los que 13.000 fueron a parar al carbón, 8.700 al fuel y al gas natural, 2.200 a la nuclear y 5.300 a las renovables.

Atendiendo a estos números, podemos decir que las renovables reciben seis veces menos subvenciones que las energías convencionales. Pero debemos aclarar que el porcentaje de subsidio que reciben las renovables por unidad energética producida (como el kilovatio) es muchísimo más alto que el recibido por la unidad energética convencional. En 2001 las renovables se llevaron un 17 por ciento de la tarta de las subvenciones y aportaron, sin contar la hidráulica, menos del 8 por ciento de la producción total de energía.

O sea, que es indiscutible que en la actualidad las renovables reciben más ayudas públicas que las convencionales, pero ello no es extraordinario en absoluto, porque la tecnología que utilizan las renovables está en pañales y todas las fuentes de energía han disfrutado del apoyo estatal en las primeras fases de su desarrollo. Sin estas ayudas, la producción energética no resulta rentable, con lo que no se invierte en I+D y la tecnología no puede madurar hasta alcanzar un nivel que le permita bajar sus costes y competir en el mercado. Las ayudas, al principio, son indispensables para el éxito posterior.

Es más, las renovables están recibiendo menos ayudas públicas que las que recibieron las convencionales en sus primeros estadios de desarrollo. El caso de la nuclear es paradigmático: durante los primeros 15 años de existencia de la energía atómica, recibió 30 veces más ayudas que la eólica en sus primeros 15 años, que se están cumpliendo en estos momentos.

Tampoco hay que olvidar, apuntan los defensores de las renovables, que buena parte de las infraestructuras energéticas de las fuentes convencionales que funcionan en la actualidad fueron construidas en una época en que la producción de energía estaba en manos públicas. Todavía hoy EDF, el monopolio eléctrico de Francia, pertenece al Estado, mientras en España los Costes de Transición a la Competencia -el famoso billón de las eléctricas- constituyen prueba irrefutable de que el sector energético sigue teniendo un componente regulado fundamental. Pero hay más aún. Porque organismos intenacionales como el Banco Mundial destinan alrededor del 95 por ciento de sus ‘ayudas al sector energético’ exclusivamente a los combustibles fósiles, es decir, a los que emiten gases de efecto invernadero.

Y un apunte para acabar. La Unión Europea había fijado el horizonte de 2010 para que las renovables, las energías más limpias, produjesen el 22% de su electricidad (12% del consumo primario) y ya ha anunciado que no se va a poder cumplir.