El ensimismamiento es un desentendimiento del mundo exterior y de lo que en él acontece. En este sentido, las Españas que coexisten, se ignoran o simplemente se descalifican con bélica actitud, están ensimismadas y totalmente despreocupadas del futuro de la España resultante de todas ellas. El Gobierno y con él el discurso oficial, sin proyecto […]
El ensimismamiento es un desentendimiento del mundo exterior y de lo que en él acontece. En este sentido, las Españas que coexisten, se ignoran o simplemente se descalifican con bélica actitud, están ensimismadas y totalmente despreocupadas del futuro de la España resultante de todas ellas.
El Gobierno y con él el discurso oficial, sin proyecto para el porvenir más cercano, se limitan a ir tirando, parcheando mal aquí y allá con la pobre esperanza de que cuando se toque fondo sean otros los que afronten la tragedia. Cercados por su propia e inacabable corrupción y carentes de iniciativa, se limitan a elevar a categoría de talla política el dontancredismo de Mariano Rajoy.
Pero la variopinta oposición no sale tampoco de su total ensimismamiento. Para ella, el horizonte casi único es el electoral más inmediato. Pactos, frentes, plataformas y posibles ententes solamente parecen cobrar visos de corporeidad cuando el insinuado y difuso objetivo es desalojar al inquilino que habita en el Palacio de la Moncloa. ¿Para qué? ¿Con qué objeto? ¿Al servicio de qué programa electoral, siquiera mínimo?
Independentistas catalanes y nacionalistas españoles se ensimisman en la autoafirmación permanente. Para unos, el palo y además sin zanahoria, es el único camino; para otros, una de las dos mitades de Cataluña es la que únicamente cuenta. La otra, no interesa.
Magistrados, periodistas e intelectuales orgánicos del estatus se limitan, en su absoluto ensimismamiento, a recitar y enumerar, cual cuentas de un rosario, los mantras, lugares comunes, frases y palabras, hoy totalmente vacías de contenido práctico y útil para la mayoría de la sociedad española: Constitución, Estado de Derecho, Democracia, Derechos Humanos, Monarquía, etc.
El español medio, instalado en el desencanto con respecto a los encantadores que él mismo aupó con sus votos, prefiere generalizar, refugiarse en el chiste fácil o en las ocurrencias ingeniosas que, a modo de metadona, el Twitter, el Facebook o la Red nos obsequian profusamente durante todos los días. Sin olvidar tampoco y desde la comprensión, el desentendimiento de ese elevado porcentaje de la población de este país para quien cada nueva jornada es una titánica tarea de supervivencia y, obviamente pasa de todo lo demás.
Solamente un proyecto de futuro, concreto, sin la anestesia del lenguaje edulcorado y sobre bases éticas y sociales indubitables puede galvanizar a este enfermo ensimismado.
Fuente: http://www.eleconomista.es/firmas/noticias/8976078/03/18/Las-Espanas-ensimismadas.html