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Entrevista a María Pardo, autora del documental “Las caras de la dignidad”

«Las grandes historias olvidan muchas veces la realidad de la calle»

Fuentes: Diagonal

Para poner rostro a la pobreza no son necesarios trabajos monumentales. En el documental «Las caras de la dignidad» la autora, María Pardo, toma como material las manifestaciones a pie de calle y el papel de esos activistas anónimos que la crisis ha movilizado. «Es impresionante cuando hablas con la gente y te descubre su […]

Para poner rostro a la pobreza no son necesarios trabajos monumentales. En el documental «Las caras de la dignidad» la autora, María Pardo, toma como material las manifestaciones a pie de calle y el papel de esos activistas anónimos que la crisis ha movilizado. «Es impresionante cuando hablas con la gente y te descubre su vida», afirma. Además, «hay muchas veces que con las grandes historias y los relatos grandilocuentes te pierdes, y no tocas la realidad de la calle». No aparece en el audiovisual, pero la autora podría incluirse como otro de los personajes. Participa en el área Internacionalista de la Red de Solidaridad Popular (RSP), donde lleva las redes sociales y desde hace poco se ha iniciado la colaboración con el Frente Polisario. También milita en las Juventudes Comunistas del País Valenciano. María Pardo, de 28 años, trabaja de camarera. Mientras se licenció en Comunicación Audiovisual, ya conoció la precariedad en diferentes empleos: monitora de comedor escolar, animadora en comuniones, promotora en centros comerciales o camarera (en «negro»). «Las caras de la dignidad» es una llamada a la acción.

-¿Cómo surge la idea de hacer el documental?

Es una idea de tres compañeros de la Red de Solidaridad Popular (RSP), las Sillas contra el Hambre y las Marchas de la Dignidad, Pep, Toni y Arturo. Pensamos que había que hacer algo para llamar a la movilización de la gente y explicar los proyectos que tenemos. Entonces nos pusimos manos a la obra.

-«Las caras de la dignidad» es un audiovisual de diez minutos sin voz en off de la autora que narre situaciones. ¿Es por algo en particular?

Penamos que la voz en off tenía que ser la de la gente que vamos entrevistando y que participa en la calle. Todo documental tiene un punto de vista. El mío podía ser también el del documental, porque yo pienso igual que los entrevistados. Y ese punto de vista tenía que estar en las voces de la gente, que es la protagonista. Es la gente la que representa las caras de la dignidad.

-Llaman la atención los planos cortos y rápidos. ¿Es esto forma pero también contenido?

Queríamos hacer un documental ligero, también para la difusión por Internet y las redes sociales. Que no fuera una cosa larga. Intentamos en poco tiempo captar la esencia, esa era la idea. Lo importante es que cualquier colectivo, barrio, asamblea o plataforma de parados que quiera hacer difusión del vídeo, contacte con nosotros.

-¿Qué experiencias te llamaron especialmente la atención durante el proceso de grabación?

Me gustó mucho la experiencia de Merche, una chica que está en la PAH de la comarca del Camp de Morvedre (Valencia). Era una persona con problemas con la hipoteca, pero no especialmente. Aunque más adelante sí, como consecuencia de la crisis. Ella veía las movilizaciones de la PAH en la televisión y le parecían interesantes, aunque nunca había dado el paso de ir a una asamblea. Un día iba por su pueblo con el coche cuando vio que había gente de la PAH en un portal, que intentaba parar un desahucio. Pensó que ése era su momento. Paró el coche, se bajó y se juntó con los que estaban allí. Empezó a participar activamente en la movilización.

-¿Te encontraste con casos parecidos de toma de conciencia política a partir del látigo de la crisis?

Cada persona te cuenta un poco su historia, lo que te permite ver cómo les afecta la crisis. Ana María, que sale también en el documental, es una niña de 9 años con cáncer pero con mucha alegría y vitalidad. Es una inmigrante con tres hermanos e hija de madre soltera. Cuando no está recibiendo tratamiento en el hospital, Ana María viene con su madre a la Red de Solidaridad Popular. Tiene tal fuerza… Quiero decir que son historias que pasan a nuestro lado y muchas veces no somos capaces de ver. Cuando la gente activista decimos que estamos cansados porque hacemos cosas y no funcionan, después ves a esta niña enferma que sonríe y tira hacia adelante…

-¿Esta gente es la protagonista de la Historia?

Si, la movilización es colectiva pero, como comentaba Merche, una a una vamos haciendo red y contribuimos a que la protesta sea cada vez más grande. Pero siempre tiene que ser a partir de la aportación de cada una…

-¿Por qué te parece importante rescatar estas historias anónimas?

Estamos muy acostumbrados a que se nos hable de porcentajes de paro o de personas que van a Cáritas, pero no nos paramos a pensar en las historias que hay detrás. Cada una tiene su particularidad. Es impresionante cuando hablas con la gente y te descubre su vida.

-Podías haber realizado un trabajo de archivo, hemeroteca, contexto previo, antecedentes históricos… ¿Por qué has elegido un formato tan directo y breve para mostrar las caras de la dignidad?

Hay muchas veces que con las grandes historias y los relatos grandilocuentes te pierdes un poco y no tocas la realidad de la calle. Sí, se podía haber hecho un trabajo de documentación más exhaustivo y utilizar imágenes de archivo, pero lo que queríamos era estar con la gente a pie de manifestación. Y que cada uno nos contara su pequeña historia. Cómo a partir de una vida normal y corriente, con unos problemas concretos, estas personas han dado un paso para cambiar la sociedad. Hay que ponerles cara, hablar de esas historias… Todo el mundo es capaz, con lo que tiene y su disponibilidad, de ayudar a cambiar las cosas.

-Hacer un documental no es parar un desahucio, ni ocupar una plaza, ni «encerrarse» para pedir alimentos. ¿Qué puede aportar un audiovisual?

Creo que es muy importante documentar todas las cosas que pasan y hacer pedagogía a través del audiovisual. Sería genial que fuéramos conociendo las realidades de más sitios, y que todos juntos nos pusiéramos a cambiar las cosas. Nosotros, por ejemplo, no tenemos grandes medios. De hecho el documental se ha realizado con medios muy escasos. Por eso lo hemos de «mover» sobre todo en Internet. Tú dices lo mismo en una concentración de las Sillas del Hambre y seguramente no pasa tanta gente por delante, pero un vídeo en la red que se vuelva «viral» tiene una gran difusión. Estaríamos satisfechos solo con que en un pueblo o en un barrio la gente empezara a «moverse» y organizar asambleas gracias a este documental.

-Eres una joven militante de 28 años, que se gana la vida como camarera en una empresa de catering. ¿Por qué no has salido del país? El discurso oficial establece que es una forma dinámica y emprendedora de abrirse a nuevas oportunidades y potenciar la formación.

No me creo para nada ese discurso. Los jóvenes estamos en una situación de precariedad absoluta que no hemos elegido. No es que yo elija irme a Inglaterra para mejorar mi inglés, lo que ocurre es que no tengo trabajo aquí. Es una opción impuesta. Además de irnos a trabajar fuera en empleos precarios o de esclavitud, las personas que se quedan porque tienen cargas familiares o porque consideramos que hemos de batallar aquí, tenemos que aceptar empleos en condiciones horribles o tener varios trabajos. Sobre todo, no sabemos qué nos va a deparar el futuro. En cualquier momento te pueden despedir, reducir la jornada o hacerte la empresa algún «chantajillo». Toda esa precariedad nos impide planificar la vida. Vamos a golpe y porrazo, sobreviviendo como podemos, estudiando a la vez que trabajamos en condiciones penosas. Y en ocasiones teniendo que abandonar a nuestra familia y amigos por tener el pan con el que llenarnos la boca.

-¿Cómo te afecta esa precariedad y esas situaciones de explotación laboral que describes en general?

Como pasas por una empresa por un corto periodo de tiempo, te implicas menos. En mi caso, tengo un trabajo fijo-discontinuo en el que me llaman para trabajar un día y me dan de alta por unas horas. No me llaman todos los días de la semana, sino según la faena que haya. Mientras, si me pongo enferma, la seguridad social no me va a cubrir porque no cuento como trabajadora. Además, no sólo es que cambien los compañeros, sino que si alzas la voz por algo no te llaman otra vez para trabajar. El otro día uno de los jefes nos quitó una hora de sueldo por cenar sin pedir permiso. Y si llamo a «recursos humanos», me «fichan» y seguramente ya no cuenten conmigo. La hora me la pagan a 6,50 euros brutos.

-¿Qué conclusión sacas?

El trabajo se va precarizando cada vez más. Antes te llamaban a trabajar a las 8 si el evento empezaba a las 10, ahora te llaman a las 9 y en una hora tienes que hacer lo mismo que antes en dos. Además, los jefes nos explotan cada vez más en las horas de trabajo.

-Comentarás estas situaciones en tu círculo de amistades…

Claro, y uno de los problemas es que la gente de clase trabajadora nos hemos creído mucho ese discurso de la «clase media». Por ejemplo yo vengo de una familia humilde, y como he estudiado en la universidad ya podía creerme que tengo las cosas garantizadas. Pues no es así. Nos hemos creído que por tener formación universitaria nos iban a regalar las cosas. No nos regalan nada. Somos gente trabajadora. Que la situación en un momento dado nos haya permitido estudiar, vale. Pero nuestros intereses son comunes y están enfrentados a los de los grandes empresarios.

-Por último, ¿es fácil conciliar estos intereses teóricamente comunes? ¿Habitan el mismo mundo un joven doctorando y otro sin estudios, que haya tenido que trabajar sin posibilidad de formarse?

Muchas veces lo hablamos en los colectivos en los que participo. Es el elitismo de decir que uno es licenciado y no «pinta» nada con una persona que trabaja limpiando escaleras. Pues no. Eres lo mismo. Sólo que tú has nacido en un periodo en que se te ha permitido estudiar. Además yo he estudiado y continúo trabajando de «limpiona» igual. Hay que hacer pedagogía. El que ha estudiado es el mismo «pringado» que ha de irse a trabajar fuera de lo que sea, y que no podrá trabajar en su vida de lo que ha estudiado. Por mucha carrera que un tenga, va a terminar igualmente explotado. Lo único importante aquí son los intereses de las empresas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.