En mayo de 2003, Maria Joao Pires hizo unas declaraciones que fueron recogidas por J. Ruiz Mantilla, del entonces «diario independiente» de las mañanas. Un fragmento de sus reflexiones: «[…] No me siento vencedora en nada, no quiero vencer a nadie, sólo quiero encontrar mi lugar en el mundo y en la música sin que […]
En mayo de 2003, Maria Joao Pires hizo unas declaraciones que fueron recogidas por J. Ruiz Mantilla, del entonces «diario independiente» de las mañanas. Un fragmento de sus reflexiones: «[…] No me siento vencedora en nada, no quiero vencer a nadie, sólo quiero encontrar mi lugar en el mundo y en la música sin que ello suponga una competición. La palabra vencedora no va conmigo. Pretendo ser verdadera, no engañar […] ¿Por qué nuestras manos son más importantes que las de alguien que trabaja la tierra? Nosotros sólo hacemos pasar el rato a 2.000 personas en una sala y ellos nos dan de comer. ¿Por qué nos tienen que asegurar la manos a los pianistas y no a un agricultor? No debemos guardar nuestras manos, tenemos que ponerlas en acción».
¡La palabra vencedora no va conmigo! ¡Poner nuestras manos en acción! Nuestras manos, nuestras palabras y nuestros sentimientos; intentar lo mejor de nosotros.
Eulàlia Lluch lo consiguió (y nos enseñó a hacerlo) en la noche del 21 de octubre. No era fácil, en absoluto.
En un programa de la televisión pública catalana en el que también intervinieron August Gil Matemala, ex dirigente universitario del PSUC [1], el sociólogo Javier Elzo y un analista vasco cuyo nombre no puedo precisar [2], Lluch habló -y se congratuló- del importantísimo paso adelante dado el jueves 20 de octubre, animó a la sociedad vasca -sin referirse a políticos profesionales, a la clase política en bloque o a las fuerzas políticas institucionalizas- para hablar y dialogar sin deseos de venganza sobre el futuro abierto, insistió en que personas como ella sólo podían desear lo mejor para todos en el tiempo que se abría y que quería transmitir toda su energía positiva para recorrer el camino pendiente. Quería ayudar, no presionar ni dirigir hacia ninguna parte.
Ninguna palabra de más, ninguna manifestación de odio, ninguna descalificación innecesaria, nada de que nadie se pudriera en ninguna cárcel. Dijo en algún momento, y lo apuntó con la máxima humildad y prudencia, que, desde su punto de vista, lo que ahora parecía abonarse y apoyarse por casi todos -o cuanto menos por muchos- era lo que su padre defendió con tenacidad y coraje, y con mucha incomprensión. No le faltaba razón.
Eulàlia Lluch, innecesario es decirlo, es hija de Ernest Lluch, asesinado por ETA hace más de diez años en una de sus acciones más cobardes e infames.
Notas:
[1] Pueden verse sus reflexiones, sus imprescindibles reflexiones sobre aquel período en «Integral Sacristán» de Xavier Juncosa (El Viejo Topo, Mataró (Barcelona), 2006).
[2] El analista en cuestión intervino en un excelente catalán.
Salvador López Arnal es colaborador de rebelión y El Viejo Topo.
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