Traducido del francés para Rebelión por Caty R.
Igual que en muchos países emergentes, el ecosistema de Mongolia sufre de forma violenta los efectos de sus progresos económicos debidos especialmente a la explotación «anárquica» de los numerosos yacimientos de minerales dispersos en un territorio equivalente a dos veces y media la superficie de Francia.
El desarrollo de la actividad minera, desde hace 20 años, representa al mismo tiempo un considerable potencial económico y una gran amenaza medioambiental. Esta metamorfosis conlleva tantas promesas como peligros. El crecimiento es muy elevado, lo que permite al país esperar una relajación de la fuerte influencia que ejercen sobre él sus dos potencias vecinas, China y Rusia, y una mayor «visibilidad» en el escenario internacional.
En dos decenios Mongolia ha conseguido fortalecer su posición geopolítica a pesar de su aislamiento. ¿Cómo explicar las causas de este cambio y los conflictos que suscita?
El legado soviético
La influencia soviética ejercida ampliamente sobre el país durante 70 años (de 1921 a 1990) contribuyó mucho al gran movimiento de sedentarización de esa sociedad tradicionalmente nómada. Las infraestructuras administrativas del régimen comunista establecieron diversas asociaciones profesionales que llamaron a numerosas familias a las ciudades. Se proclamó la escolaridad obligatoria y los niños escolarizados no podían acompañar a sus padres en los desplazamientos. La juventud de Mongolia se acomoda en el nuevo sedentarismo y progresivamente se abandona la ancestral «tradición nómada».
Bayankhongor, centro de la ciudad (Foto L’eau-tarit, 2011)
Bayankhongor, barrio de yurtas (Foto L’eau-tarit, 2009)
La estrategia de Moscú, que pretendía reforzar su influencia más allá de las fronteras de la URSS, consistía en atraer poco a poco a Mongolia «a su esfera». A pesar de las cargas políticas, económicas y administrativas, la Unión Soviética al menos permitió al país pasar de un Estado de tipo feudal a un Estado moderno. Además de la ayuda técnica, la URSS también aportó una ayuda financiera importante concentrada principalmente en el desarrollo de la industria.
Los años de transición
A principios de los años 90, tras la caída de la URSS, el gobierno mongol estableció un programa de transición destinado a llevar al país a la democracia y a la economía de mercado. El paso de Mongolia al capitalismo no fue indoloro. Fue una transición violenta para los mongoles, poco acostumbrados a las imposiciones de una economía que se basa en la competitividad, y tuvo consecuencias dramáticas para el país. La finalización de la ayuda de los países del COMECON (Consejo de Ayuda Económica Mutua, una organización de ayuda entre los países del bloque soviético) y las nuevas reformas económicas que se pusieron en marcha precipitaron al país a una crisis profunda.
Además, durante el período comunista, el ganado pertenecía a las cooperativas del Estado para las que trabajaban los ganaderos. El paso al sistema de la explotación privada transformó profundamente la estructura y la forma de trabajar, algunos «nuevos propietarios» se lanzaron entonces a la carrera del beneficio y no dudaron en manejar sus rebaños contra la naturaleza ignorando deliberadamente los frágiles equilibrios impuestos por esos ecosistemas vulnerables. Aumentaron considerablemente los rebaños, los cuales se volvieron más difíciles de proteger en caso de fenómenos climatológicos extremos como los «dzuuds» (1).
«Dzuud», provincia de Khövsgöl (Foto L’eau-tarit, 2010)
«Dzuud», lago de Khövsgöl (Foto L’eau-tarit, 2010)
Entonces los mongoles descubrieron el desempleo y los precios exorbitantes de la calefacción y la electricidad. La industria minera estaba mermada: sin ayudas ya no podía aprovisionarse de combustible y piezas de repuesto. Las centrales térmicas que hasta entonces producían electricidad tomando «prestado» el carbón se vieron obligadas a pagar a las empresas mineras, incapaces a su vez de pagar a sus empleados. Así, la actividad de las grandes minas como las de Borundur y Erdenet se ralentizó mucho. Y como las desgracias nunca vienen solas Rusia decidió en aquel momento exigir a Mongolia que «reembolsase» su deuda.
Dos formas de explotación minera
Entonces se desencadenó una doble mecánica. A pesar de la crisis la población, ya muy sedentaria, parece dispuesta a trabajar en las minas industriales o a lanzarse a la actividad minera artesanal.
En 1992, el gobierno inició su programa «alt khutulbur» (literalmente programa oro) para atraer a los inversores extranjeros que fracasó cruelmente. Un año antes, en el pueblo de Bornuur (en el norte del país) algunas decenas de personas habían empezado a reciclar los sedimentos para extraer oro. A raíz del cierre de la mina de carbón de Nalaikh, los trabajadores desempleados decidieron trabajar por su cuenta en las galerías abandonadas.
Pequeña mina de oro industrial, valle de Tsenkher (Foto L’eau-tarit, 2011)
En 1997 se aprobó la ley de los minerales y poco después y poco después el gobierno abolió la tasa del 10% sobre el oro. A mediados de los años 90 miles de exempleados de minas públicas, la mayoría muy cualificados, empezaron a trabajar por su cuenta (es decir, de forma artesanal) en la búsqueda de oro.
Tres años consecutivos de «dzuuds» diezmaron los rebaños (murieron varios millones de cabezas de ganado). Cuando no emigraron hacia Ulán Bator, los ganaderos sin trabajo se abalanzaron sobre las regiones mineras adonde llegaron a engrosar las filas de los «mineros artesanos» ilegales. Según las estimaciones oficiales fueron alrededor de 100.000 en 2003, es decir, cinco veces más que los mineros contabilizados oficialmente…
Extracción de oro en el Valle de Ult (Foto L’eau-tarit, 2009)
Zona colonizada por los buscadores de oro, Valle de Uyanga (Foto L’eau-tarit, 2009)
Los linderos de las zonas mineras literalmente fueron colonizados por esos nuevos «buscadores de oro» a los que apodaron «ninjas» en la época en que eran ilegales en referencia a las bateas que llevaban a la espalda (2) las cuales recuerdan los caparazones de las famosas tortugas. Trabajan cerca de las minas, en las zonas de los yacimientos desocupados por las empresas o en antiguas zonas dejadas en el abandono.
De hecho las minas industriales coexisten con la actividad artesanal en una especie de «complementariedad»; en efecto, los residuos que producen las minas industriales son una auténtica bendición para los artesanos, que pueden extraer el oro en forma de pequeñas escamas y polvo. Esos residuos son relativamente simples de trabajar, no necesitan grandes medios financieros o materiales (los mineros artesanales tienen una ventaja tecnológica con sus procedimientos manuales, menos rentables pero más precisos).
Buscadores de oro en el Valle de Uyanga (Foto L’eau-tarit, 2009)
Esta actividad artesanal ofrece una gran variedad de beneficios: algunos trabajan en los yacimientos primarios, en la roca, otros en los yacimientos aluviales, en los sedimentos; algunos trabajan permanentemente, otros de forma estacional. Por otra parte, se desplazan muy a menudo. Finalmente y éste es un fenómeno nuevo, no es raro que los buscadores recuperen, paralelamente, la actividad ganadera.
Los mineros artesanales, hombres, mujeres y niños, viven y trabajan en condiciones difíciles: excesivas horas de trabajo, peligros inherentes al hundimiento de pozos y galerías, condiciones sanitarias lamentables. Parece que ese sector informal, cuyas consecuencias medioambientales son desastrosas para los nómadas, está llamado a durar decenios.
Buscador de oro en una galería a 20 metros de profundidad, provincia de Bayankhongor (Foto L’eau-tarit, 2013)
Una economía dependiente de la actividad extractora
En un artículo de 2008, el autor mongol Uradyn E. Bulag imaginaba rebautizar Mongolia como «Mina-golia» por el enorme potencial minero del país (3). A profusión: oro, plata, cobre, zinc, flúor, hierro, plomo, uranio, molibdeno, tungsteno…
Se han contabilizado más de 6.000 yacimientos de 80 minerales distintos (4). Actualmente el sector puede presumir de ser responsable de alrededor de un tercio del PIB mientras que solo representaba el 4% de los activos en la época del cenit del boom de los años 2000 (5). En una decena de años se ha convertido, por delante del turismo y el comercio del cachemir, en el pilar de una economía que hasta entonces se basaba casi exclusivamente en la ganadería. Entre 1997 y 2008, el crecimiento anual fue en promedio el 6% (6). Entre 2000 y 2010 los inversores extranjeros, por su parte, se multiplicaron por 16 y el mercado bursátil local marcó los rendimientos más elevados del mundo con una subida del 10.000% (7).
Mina de oro de Boroo Gold, al norte de Ulán Bator (Foto L’eau-tarit, 2009)
Además la explotación de dos zonas gigantes, Tavan Tolgoi («las cinco colinas», el mayor yacimiento del mundo de carbón de alta calidad) y Oyu Tolgoi («la colina turquesa», que guarda las mayores reservas del mundo, todavía sin explotar, de cobre y oro) debería permitir, en los próximos años, el desarrollo de un extraordinario «boom minero».
A pesar de esas colosales riquezas subterráneas, el país no fue una excepción y sufrió la crisis financiera, entrando en recesión en 2009 (8). La economía superespecializada de Mongolia -que se basa en recursos finitos y por lo tanto agotables- la convierten en un país vulnerable muy dependiente de los precios de los minerales.
Desorden social, desigualdades económicas
Esta rápida metamorfosis ha creado un cierto desorden social y político. El enriquecimiento global de país está muy lejos de haber repercutido en el conjunto de la población y la brecha entre los más ricos y los más pobres se ensancha peligrosamente. Emerge una poderosa burguesía constituida en parte por la antigua clase media que tenía los medios para invertir en el prolífico sector minero. Por otro lado, una gran parte de los habitantes «sedentarizados» se han empobrecido.
El crecimiento de las desigualdades y el empobrecimiento de una gran parte de la población, que ha visto confiscar los frutos del crecimiento, van acompañados de otros síntomas: alcoholismo, criminalidad, prostitución. Así el país cambia progresivamente de cara y adquiere unos rasgos que contrastan ampliamente con la idea de paraíso turístico de la que todavía disfruta entre los occidentales.
Lugar de búsqueda a -30ªC, provincia de Bayankhongot (Foto L’eau-tarit, 2012)
Entre enero de 2011 y junio de 2012, el gobierno propuso dar una ayuda mensual de 21.000 tugrik (alrededor de 12,50 euros) a todos los ciudadanos, a modo de reparto de los dividendos producidos por el desarrollo minero. Pero la iniciativa recibió críticas. Aunque ayude un poco a la población (en particular a las madres solteras o a los jubilados), no cubre las necesidades básicas. Muchas personas consideras que sería mejor utilizar el importe total para financiar infraestructuras comunitarias (hospitales, escuelas, etc.)
En Ulán Bator, la capital, que en la actualidad alberga a un tercio de la población, abundan boutiques de lujo, discotecas y restaurantes turísticos en los barrios ricos, que limitan con comunidades mucho más pobres. Una franja intermedia de la población vive modestamente en la periferia de la ciudad en un hábitat tradicional: las yurtas no conectada a las redes de agua y saneamiento de la ciudad.
Transporte de agua de los pozos a la yurta, pueblo de Khongor (Foto L’eau-tarit, 2010)
Sería precipitado imputar toda la responsabilidad de esas metamorfosis sociales a la industria minera, pero sigue siendo el principal vector por el cual se producen esos cambios.
Una amenaza para el medio ambiente
El impacto de las minas en el ecosistema amenaza peligrosamente la ganadería, las actividades agrícolas y la salud de la población.
Se desvían los cursos de los ríos, lo que provoca el secado parcial, y a veces total, de las capas de agua superficiales. En 2007, las autoridades estimaban que 852 ríos y 1.181 lagos se habían secado por la acción de las industrias. Los ganaderos, que se desplazan varias veces al año para asegurar agua y pasto al ganado (9), están obligados a ir cada vez más lejos.
Manada de caballos abrevando en la orilla del Tuul (Foto L’eau-tarit, 2009)
La extracción del oro implica a menudo la utilización de cianuro o mercurio. Hacen falta, por ejemplo, 1,3 kilos de mercurio para sacar 1 kilo de oro. Además la extracción de minerales también a menudo. Se han hallado grandes concentraciones de metales pesados como el mercurio, el arsénico, el cadmio y el plomo en las aguas y en los suelos de diversas regiones (10). Los distintos procesos también contaminan los ríos por corrimiento y las capas freáticas por infiltración. Esta contaminación pasa a la cadena alimentaria y afecta a la agricultura, a la ganadería y a la propia población.
Lago de retención de una pequeña mina industrial, Valle de Booroljut (Foto L’eau-tarit, 2009)
Y para rematar, las enormes excavaciones de las minas industriales, así como los agujeros de los mineros industriales, pocas veces se rellenan. Una vez extraído el oro, valles enteros se dejan al abandono sin ninguna rehabilitación. Esta situación no solo plantea problemas de seguridad, sino que además contribuye a la desaparición de las antiguas zonas de pastos y muchos animales mueren al caer en las fosas.
Pozos excavados por los mineros y no rellenados, provincia del Omnogobi (Foto Léau-tarit, 2011)
Los movimientos de resistencia
Un sector minero que se desboca, graves problemas sociales, perturbaciones medioambientales que afectan a los ecosistemas, muchas razones que justifican la cólera de aquellos que intentan, bien que mal, sobrevivir. Algunos nómadas acaban arrojando la toalla y se unen a la vida ciudadana, otros intentan conciliar, paradójicamente, el pastoreo y la búsqueda de oro, otros eligen el campo de la resistencia.
Así, poco a poco los ganaderos se federan en diversas asociaciones ciudadanas para llevar a cabo acciones regionales. Los organismos centrales, por su parte, coordinan esas asociaciones y simultáneamente inician procedimientos a escala nacional.
Uno de los más importantes, el «United Movement of Mongolian Rivers and Lakes» (UMMRL) más conocido por el nombre de «River Movements», se formó oficialmente en junio de 2009 por iniciativa de Tsetsegee Munkhbayar, un activista emblemático (11). Esos movimientos consiguen que cambie -un poco- la legislación medioambiental. En julio de 2009 su huelga de hambre obligó al Parlamento a promulgar una ley prohibiendo las prospecciones y explotaciones mineras en los alrededores de algunas fuentes, reservorios de agua y zonas forestales (12).
Tsetsegee Munkhbayar (Foto Goldman Environmental Prize/William Foerderer Infante)
Huelga de hambre del UMMRL en julio de 2009, Ulán Bator (Foto L’eau-tarit, 2009)
Desde entonces el Estado ha retrasado su aplicación porque no tiene medios para indemnizar a los propietarios mineros de esas zonas sensibles como prevé la ley. En 2010, al comprobar que no se había tomado todavía ninguna medida concreta, el UMMRL reaccionó enérgicamente: las campañas mediáticas y las manifestaciones por lo menos consiguieron la suspensión de 1.800 licencias de explotación (pero no revocaciones definitivas).
Sin embargo muchas minas siguieron funcionando en las zonas prohibidas. Entonces la gravedad de la situación radicalizó a una parte de los movimientos que exigió el cierre inmediato de algunas explotaciones. Después de varios recursos ante los tribunales, los dirigentes de la asociación estimaron que no conseguirían mejoras concretas con la lucha pacífica. Entonces lanzaron una serie de acciones mucho más duras, esperando conseguir la atención de los medios de comunicación: en septiembre de 2010 «atacaron» una mina del norte de Mongolia cuyo cierre reclamaban desde hacía meses. No hubo ninguna víctima pero sí grandes daños materiales: esa acción costó a Tsetsegee Munkhbayar varios meses de prisión. Las intervenciones «espectaculares» continuaron, pero sin resultados….
Esta situación testimonia el papel ambiguo desempeñado por un gobierno apresado entre la necesidad económica y la protección ecológica.
Manifestación del UMMRL en la plaza del Parlamento, Ulán Bator (Foto L’eau-tarit, 2010)
Discurso de un dirigente del UMMRL durante una manifestación, Ulán Bator (Foto L’eau-tarit, 2010)
Las autoridades locales entre dos fuegos
Las autoridades locales también están apresadas entre dos fuegos frente el fenómeno de las «ninjas».
Durante la década de 2000 el gobierno mongol, responsable en primera y última instancia de esta situación, ha mantenido una actitud voluntariamente expectante. La dispersión de las 100.000 víctimas de la terapia de choque de los años 90 por un territorio inmenso impidió la saturación de la capital, Ulán Bator, y además creó una especie de «reserva de empresarios» experimentados en las prácticas del mercado. Las autoridades locales a escala de provincias y ciudades resultaron directamente afectadas por ese fenómeno. Tuvieron muchas dificultades para manejar a los mineros y en general intentaron impedirles trabajar (redadas periódicas, confiscación del material, detenciones, etc.)
Mineros ilegales trabajando en un lugar abandonado. Provincia del Arkhangaï (Foto L’eau-tarit, 2009)
Mineros ilegales trabajando en un sitio secreto. Provincia del Arkhangaï (Foto L’eau-tarit, 2009)
Desde 2010 ha cambiado la actitud y se han adoptado medidas legislativas dirigidas a formalizar y encuadrar la actividad de los mineros artesanales (13). Esas medidas estipulan en particular que los mineros artesanales pueden adquirir licencias de forma colectiva, trabajar en el marco de cooperativas e incluso firmar contratos con empresas en las cuales explotan los residuos. Es un progreso innegable.
Pero sobre el terreno no es tan sencillo. Esos trámites siguen siendo complicados para los mineros, que solo ven el interés de registrarse ante las autoridades por el derecho a trabajar. Y aunque la actividad esté teóricamente «enmarcada», las prácticas sociales y medioambientales en realidad no han mejorado mucho.
Además se ha aprobado una ley que prohíbe la utilización de mercurio, pero todavía se usa mucho. Por otra parte, dicha ley ha tenido un efecto perverso, ahora los mineros lo utilizan de tapadillo en las yurtas, lo que aumenta los riesgos de intoxicación por inhalación.
Recuperación del oro, provincia de Bayankhongor (Foto L’eau-tarit, 2013)
Obtención de pepitas de oro, provincia de Bayankhongor (Foto L’eau-tarit, 2013)
Pesada del oro extraído por un grupo de mineros, provincia de Bayankhongor (Foto L’eau-tarit, 2013)
Una sociedad civil que quiere influir en las decisiones
El desarrollo del sector minero ha permitido realizar al país marcados progresos económicos, pero al precio de daños considerables a la naturaleza y revueltas sociales que han debilitado a todo un sector de la sociedad. Ulán Bator se transformó a una velocidad impresionante y todo el equilibrio de las estepas está patas arriba.
El hecho de que el país tenga la menor densidad de población del mundo hace que la situación sea difícil de gestionar por parte del gobierno mongol, tanto en el ámbito de las minas industriales como en el de las artesanales. La muy especializada economía de Mongolia vuelve vulnerable al país y muy dependiente de los precios de los minerales. Finalmente el margen de maniobra del gobierno continúa siendo débil, sin la ayuda extranjera, que se cifra en miles de millones de dólares, las minas seguirían sin explotar. Así, el país permanece sometido al casi monopolio de Pekín para sus exportaciones mientras sus principales socios económicos son grandes consumidores de energía.
Para el gobierno mongol los retos del nuevo «maná minero» todavía son legión. Falta mucho por hacer en un contexto de fractura muy fuerte: las ciudades que se oponen a las estepas, el trabajo informal al trabajo formal, los flujos transnacionales a la soberanía nacional…
La situación está lejos de ser fácil, pero esos aspectos preocupantes no deben ocultar las promesas que conlleva este crecimiento.
Además, una inversión más importante de los fondos adquiridos por la industria minera en los sectores alternativos consolidaría esta economía creciente y desarrollaría los sectores capaces de prolongar los progresos realizados. El principal reto social es una repartición más justa de los recursos.
Son muchos los que se interesan y escriben sobre las minas industriales de Mongolia, sin embargo es un sector que solo emplea a 50.000 personas de casi tres millones de habitantes. La brecha entre la oferta y la demanda es enorme. Las minas artesanales, por su parte, generan casi 100.000 empleos directos y alrededor de 300.000 indirectos, es decir, una cuarta parte de la población que no vive en Ulán Bator.
Los problemas sociales, económicos y medioambientales que afectan a esos mineros artesanales son bastante preocupantes. A falta de que se desarrollen para ayudarlos, es probable que su número aumente sin que sus condiciones de vida mejoren.
Las agrupaciones ciudadanas que intentan afianzarse para tomar parte en las decisiones políticas testimonian las esperanzas de la población, la cual es consciente de la necesidad de un rápido desarrollo económico y sueña con acceder a un mejor nivel de vida. Nómadas o sedentarios, tradicionalmente los mongoles perciben el medio ambiente como un bien colectivo que hay que conservar a cualquier precio. Ambos elementos son incompatibles.
Notas
(1) El «dzuud» es un fenómeno climático característico de los inviernos especialmente nevados en los que el ganado no puede conseguir su alimento debido a la nieve (muchos animales mueren de hambre). El término se utiliza, más generalmente, para designar otras condiciones: escasez de alimentos en verano, inviernos glaciales en los que numerosos animales mueren de frío e incluso las aguanieves que dificultan el pasto.
(2) Batea, herramienta principal de la búsqueda de oro aluvial.
(3) UE Bulag, «Mongolia in 2008: from Mongolia to Mine-golia«, Asian Survey, Vol. 49, 1, pp. 129-134.
(4) Mongolia Mineral and Mining Sector Investment and Business Guide, volume 1 , International infomation and regulation, International Business Publications, Washington, 2007.
(5) Mongolia outlook 2011 (PDF), Eurasia capital, Global Outperformer Surging Higher.
(6) Datos del Banco Mundial.
(7) World federation of exchanges.
(8) El crecimiento negativo (-1,6% anual) motivó el lanzamiento de un plan de reactivación de 980 millones de dólares del gobierno que subió al 8,5% en 2010 (estimación del Banco Mundial).
(9) Precisamente en ese sentido son «nómadas». El clima del país es extremo y tiene variaciones térmicas muy importantes (la temperatura llega fácilmente a 40 grados bajo cero en invierno y a 30 grados en verano), por eso buscan continuamente territorios que les permitan proseguir su actividad.
(10) Como demuestran los estudios llevados a cabo de 2009 a 2011 por la asociación francesa «L’eau tarit», en colaboración con el Ministerio de Medio Ambiente mongol y diversas ONG locales.
(11) Galardonado con el «Goldman Environmental Prize» en 2007 y coronado con el «Emergine Explorers» por National Geographic en 2008 por una actuación de 2002 que condujo al Parlamento a ordenar el cierre de 35 de las 37 explotaciones responsables del secado del río Ongii.
(12) Esta ley, denominada «To Prohibit Mineral Exploration And Mining Operations At Headwaters Of Rivers, Protected Zones Of Water Reservoirs And Forested Areas», es el fruto de un trabajo realizado en colaboración con la Water Authority, equivalente mongol del departamento del agua del Ministerio del Medio Ambiente, fundada en marzo de 2005 y encargada de llevar a cabo la política nacional del gobierno con respecto a la gestión del agua en el territorio (utilización, protección y restauración).
(13) Especialmente la ley de julio de 2010 «Regulation on extraction operation of minerals from small-scale mine», que define las condiciones de ejercicio de la minería artesanal y a péquela escala.
Coralie Griell y Marie-Alix Comerre son ingenieras especializadas en el agua y el medio ambiente y miembros fundadores de la ONG L’eau Tarit .
Fuente: http://blog.mondediplo.net/2013-04-19-Autour-des-mines-mongoles-croissance-pollution-et