Una breve nota. El insulto civilizado, educado, cortés, guardando cuidadosamente las formas, pero con navajas afiladas escondidas, no merece otro tratamiento. Público recordaba el miércoles 30 de diciembre de 2009 unas recientes declaraciones que la señora Elena Espinosa había hecho al propio diario. ¿Qué razones subyacen a las posiciones críticas de Hugo Chávez y Evo […]
Una breve nota. El insulto civilizado, educado, cortés, guardando cuidadosamente las formas, pero con navajas afiladas escondidas, no merece otro tratamiento.
Público recordaba el miércoles 30 de diciembre de 2009 unas recientes declaraciones que la señora Elena Espinosa había hecho al propio diario. ¿Qué razones subyacen a las posiciones críticas de Hugo Chávez y Evo Morales en la cumbre del clima de Copenhague según la ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino del gobierno Zapatero, posiciones y compromisos que han contado, y siguen contando, con la admiración y apoyo de centenares de miles de activistas y de gobiernos críticos con una declaración cocinada, sin luz ni taquígrafos, por Chimérica, acuerdo que insta, básicamente, a evitar una subida de la temperatura en el planeta de más de dos grados pero sin especificar ninguna medida concreta que sirva para alcanzar esa finalidad?
Tomen nota, e inscriban la declaración ministerial en la historia universal de la infamia. Lo merece, es toda una ministra «socialista» la que habla: el rechazo de los gobiernos de Venezuela y Bolivia tiene nombres y apellidos, según la señora Elena Espinosa, y esos nombres y apellidos son (¡tachín, tachán!) petróleo y gas.
¡Qué lucidez!
No sólo eso. La ministra de Medio Ambiente añadió que los presidentes bolivarianos quizá pensaron «que sus expectativas de crecimiento económico se verían mermadas con un acuerdo de reducción de emisiones».
¡Qué rigor! ¡Qué sabiduría! ¡Qué lúcida mirada tras el escaparate!
¿Merece en verdad la ciudadanía una Ministra de Medio Ambiente que esgrime razonamientos tan sofisticados? No parece probable.
No es su único movimiento. Desde 2007, el prestigioso biólogo Ginés Morata, premio Príncipe de Asturias de la Investigación, ocupaba la presidencia del Consejo de Participación del Parque. La Junta de Andalucía, finales de diciembre de 2009, ha decidido su destitución. ¿Se imaginen el nuevo nombramiento al que seguramente no es ajeno la señora ministra ni tampoco la consejera de medio ambiente del gobierno andaluz? Efectivamente, el pronuclear asesor de Carlos Slim, el excelentísimo señor Felipe González.
¿Y en qué momento se produce la nueva designación? Cuando el gobierno central, y el Ministerio de Medio Ambiente, tiene pendiente la aprobación de nuevos proyectos como la refinería Balboa que prevé un oleoducto que rozará el parque de Doñana.
La posición del ahora ex presidente Ginés Morata fue nítida: rechazo de la infraestructura, votó en contra de los representantes de la Junta, se opuso radicalmente al oleoducto. Los peligros eran evidentes, estaban documentados por técnicos… de la propia consejera andaluza de Medio Ambiente. Por el contrario, ¿qué declaraciones hizo el ex presidente otánico en mayo de 2009? «¿La refinería de Extremadura? Hay que hacer la evaluación. ¿Qué seria mejor en Murcia o Castilla-La Mancha? No lo discuto». Lo de siempre, ¿se acuerdan? Sí pero no, no pero sí, ambigüedad calculada, senderos abiertos para cuando sea oportuna la aprobación que es el fondo la decisión ya tomada.
La posición de la consejera andaluza de Medio Ambiente, la señora Cinta Castillo, pese, a como decíamos, el informe negativo de sus propios técnicos, cuadra en el tablero «ambiental!: nunca ha rechazado frontalmente el proyecto, sin expresar desde luego su apoyo abierto. No toca por ahora, ya tocará, ya madurarán las condiciones. Se excusa la señora consejera en que la autorización depende del gobierno central, decisión ésta en la que el papel de la señora Espinosa es básico.
Pues bien, esa misma ministra que juega a tres o cuatro bandas da lecciones de ecologismo a presidentes firme y sinceramente preocupados por estas cuestiones y se atreve a insinuar -de hecho, lo formula explícitamente- que no hay honestidad en las posiciones de Chávez y Morales sino simples y sesgados intereses económicos ligados a riquezas nacionales y explotaciones fósiles.
¡Qué cara más dura! ¡Tan dura como el ladrillo y el cemento que suelen favorecer!
Notas:
[1] Público, 30 de diciembre de 2009, p. 30.
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