Las manifestaciones contra el autoritarismo y los regímenes militares no son nuevas en Sudán. Incluso la revolución que derribó el régimen de Omar al Bashir en 2019 estuvo gestándose durante décadas. Hoy, poco más de dos años después, un golpe militar llevado a cabo el 25 de octubre amenaza con anular los avances conseguidos en la revolución de 2019. ¿Qué podemos aprender de la historia de luchas contra el régimen anterior en Sudán? ¿Y cómo responden al golpe los grupos que hicieron posible la revolución hace dos años, especialmente los grupos de mujeres?
La oposición sudanesa contra el régimen de Al Bashir se remonta al primer día de su acceso al poder en 1989. Durante 30 años, el régimen respondió a la disidencia con una brutal represión, tratando de desbaratar toda resistencia organizada. Atacó a sindicatos obreros y profesionales e hizo todo lo posible por debilitar y dividir a los partidos políticos.
Como feminista que formó parte desde el principio de la lucha contra el régimen de Al Bashir, recuerdo que las mujeres fueron conscientes desde muy temprano de la naturaleza del mismo. Fueron su unidad de propósito y su experiencia adquirida durante la larga confrontación con el régimen las que les ayudaron a prepararse para constituir una de las secciones más importantes que encabezaron la revolución de 2019. Si en 2019 las mujeres ya estaban más organizadas y capacitadas para derribar el régimen que muchos hombres, hoy, ante el golpe militar y la amenaza que este supone para los avances revolucionarios en Sudán, podemos decir que los últimos dos años de transición han ayudado a todos los sectores revolucionarios, incluidos los grupos de mujeres, a estar mejor organizados y ser capaces de formar redes.
A la cabeza de las masas
El camino que condujo a la revolución de 2019 fue largo. Para comprenderlo, tenemos que retroceder unas décadas. En 2007, tras el fracaso del acuerdo de paz de 2005 entre el régimen de Al Bashir y el Movimiento de Liberación Popular de Sudán, con base en el sur del país, el Partido Comunista Sudanés (PCS) comenzó a movilizar a sus aliados en el seno de las Fuerzas del Consenso Nacional, una coalición de partidos políticos contrarios al régimen. El PCS impulsó la creación de comités de resistencia en los barrios y, durante su Quinta Conferencia General, en enero de 2009, llamó públicamente a derrocar el régimen. Los y las comunistas comenzaron a construir grupos de resistencia, incluidos unos grupos de presión feministas, entre las masas.
Las mujeres protagonizaron el lanzamiento de varias iniciativas, como No a la opresión de las mujeres, un grupo formado días después de que una serie de mujeres, entre ellas la periodista Lubna Ahmed Hussein, fueran detenidas el 3 de julio de 2009 por llevar pantalón. No a la opresión de las mujeres comenzó con una concentración de solidaridad con las mujeres detenidas, algunas de las cuales fueron condenadas más tarde bajo la acusación de llevar ropa “indecente”, y contra las normas de vestimenta impuestas por el régimen de Al Bashir.
Además de los grupos de presión, empezaron a formarse redes profesionales alternativas a los sindicatos controlados por el régimen. En 2008, una serie de periodistas, inclusive quienes trabajaban en el periódico del PCS Al-Medan, formaron la Red de Periodistas para oponerse a la constante violación de la libertad de prensa. Poco después se formaron asimismo el Comité de Médicos y la Alianza Democrática de la Abogacía. En 2012 se constituyó extraoficialmente una alianza de sindicatos opuestos a la autoridad de Al Bashir, que se llamó Tajamu, que significa confluencia en árabe. En 2016, el grupo se registró oficialmente con el nombre de Asociación Sudanesa de Profesionales (SPA), a la que se sumó también el Comité de Enseñantes.
Para diciembre de 2018, la alianza estaba integrada por 17 entidades sindicales no oficiales. La SPA dirigió el movimiento revolucionario en 2019 y la sentada masiva frente al Mando General de las Fuerzas Armadas de Sudán en abril de ese año. Sin embargo, la SPA no era la única red de coordinación. También se formaron comités de resistencia en diferentes barrios tras la revuelta de septiembre de 2013, cuando estallaron protestas populares en Uad Madani, Jartún, Omdurman y otras ciudades de toda Sudán, después de que Al Bashir anunciara la supresión de los subsidios al combustible y la implantación de otras medidas de austeridad. Las fuerzas de seguridad respondieron a las protestas con violencia, incluso con fuego real.
Se informó de que hubo más de 170 personas muertas, inclusive niñas y niños, y cientos de heridas, detenidas y encarceladas, algunas durante semanas y meses sin juicio, sin acceso a asistencia letrada y sin visitas de familiares. Las personas encarceladas, especialmente las de Darfur, consideradas enemigas del régimen desde la guerra de 2003 en la región, sufrieron torturas. Esos comités fueron capaces de dirigir a las masas cuando la revolución alcanzó su apogeo pocos años después. Desde entonces se han formado muchos más comités y apareció un nuevo liderazgo que fue capaz de coordinarlos y organizarlos para convertirlos en una fuerza revolucionaria viva.
Treinta años de agravios
No es exagerado decir que las mujeres fueron una de las fuerzas revolucionarias más importantes sobre el terreno en 2019. No solo las manifestantes marcaron una diferencia cualitativa en la lucha, sino que también fueron cruciales a la hora de crear la imagen de la revolución, tanto en Sudán como en el extranjero. Estas mujeres, de diferentes procedencias políticas, sociales y étnicas, eran víctimas de agravios cristalizados a lo largo de los 30 años que duró el régimen de Al Bashir. La maquinaria represiva del régimen se cebó en ellas, utilizando la violación como arma de guerra y deteniendo, matando y humillando a numerosas mujeres. El régimen, que cometió crímenes de guerra contra sendas comunidades en Darfur, Nilo Azul, Kordofan del Sur/Montes Nuba y Sudán del Sur, se opuso sin tregua a la liberación de las mujeres.
El régimen anuló los avances que habían conseguido las mujeres en dura lucha desde la independencia del país en 1956, mediante la promulgación de leyes como la del Estatuto Personal de 1991, que permitía el matrimonio con niñas de 10 años de edad, y del Código Penal ese mismo año. Este último, que criminalizaba a las mujeres en seis de sus artículos, atribuía un peso importante a los castigos físicos por los delitos de adulterio (100 latigazos), “actos intolerables” (40 latigazos), incumplimiento del código de vestimenta (40 latigazos), atentado contra la “moral pública” (60 latigazos), estar implicadas en actos de prostitución, que en su interpretación incluían la reunión de cualquier número de hombres y mujeres en un espacio privado o cerrado, o en la gestión de un burdel (100 latigazos en ambos casos). La “seducción” también se castigaba con 100 latigazos. El régimen islamista radical utilizó estas leyes para oprimir a las mujeres, especialmente las activistas, y liquidar los movimientos feministas reduciendo la presencia de mujeres en la esfera pública.
Algunas mujeres ya se unieron para resistir los ataques del régimen en 1993, organizando la resistencia y creando grupos de presión como la Asociación Nuwieda, formada por mujeres de los Montes Nuba, y la Asociación de Mujeres Asma, que trabaja abiertamente para capacitar a las mujeres y erradicar el analfabetismo en zonas marginales. Estos grupos fomentaron la toma de conciencia de sus derechos por parte de las mujeres y de la necesidad de luchar contra el régimen y otros sectores. Hoy, los objetivos y demandas de la revolución son todavía más claras: el rechazo de la cooperación con el ejército, de la constitución vigente y del acuerdo de paz de Juba incompleto, y la apertura de un periodo de transición dirigida por civiles.
Gracias a la larga experiencia de lucha contra el autoritarismo en Sudán, las organizaciones revolucionarias y las manifestaciones en las calles son capaces de enfrentarse al golpe del 25 de octubre y de imponer sus condiciones: democracia y gobierno civil.
Artículo original: Open Democracy
Traducción: viento sur
Fuente: https://vientosur.info/las-mujeres-siempre-han-estado-en-primera-fila-de-la-resistencia-sudanesa/