La abogada desarrolla su trabajo de derechos humanos en la defensa del pueblo saharaui.
Yugoslavia, Líbano, Palestina, Sahara, Irak, Chiapas, Colombia, Centroamérica… las mujeres protagonizan de forma especial los conflictos armados abiertos en los últimos cuarenta años, en los que la modalidad de la guerra se ha transformado para desatar la violencia y la capacidad de destrucción sobre la población civil. La guerra es uno de los escenarios preferidos para la violación de los Derechos Humanos y ofrece oportunidades para recaer sobre las mujeres con una forma de agresión específica. La abogada Inés Miranda, directora de la escuela de Práctica Jurídica de Las Palmas, coordinadora de la Misión de Observación del Sahara Occidental de la Comisión de Derechos Humanos del Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) del que es vocal, habló con LA VERDAD sobre la manera silenciosa en que las mujeres son víctimas de la guerra junto a sus familias. El trabajo que desarrolla le ha valido la concesión del Premio de Derechos Humanos que otorga la International Bar Association (IBA), que agrupa a más de 160.000 abogados individuales y 190 Colegios y Asociaciones de Abogados. El premio, que se recogerá en septiembre en Chicago, fue concedido a propuesta del CGAE, que reúne a todos los colegios de España y todos los Consejos de Abogados y órgano máximo de representación de la Abogacía. Su defensa de los derechos humanos la lleva al Sahara Occidental.
La también presidenta de la Comisión de Relaciones Institucionales y Solidaridad Internacional y vocal de la Asociación Pro Derechos Humanos de Canarias relata historias que revelan cómo la guerra y los conflictos armados afectan especialmente a las mujeres. Es el caso de las saharauis en los territorios ocupados, que, cuando son agredidas por la Policía o el Ejército marroquí, además de ser golpeadas, como los hombres de la familia, también son despojadas de sus ropas. O el caso de las tres jóvenes y un chico saharaui que huyeron de los territorios ocupados con la esperanza de llegar a los campamentos de refugiados de Tinduf y aparecieron después de años de silencio en cárceles clandestinas… excepto una de las mujeres, que, según Miranda, «seguramente fue convertida en esclava sexual de sus verdugos».
«La esclavitud y las vejaciones sexuales son comunes en el catálogo de agresiones que sufren las mujeres enlas guerras», dice pero junto a estos ataques específicos contra su integridad física y su dignidad, las mujeres son atacadas por su papel como «articuladoras de las familias, por ser el eje sobre el que giran las unidades familiares», como es tradicional. Así, una forma de atacar o de intentar doblegar a una mujer puede ser agredir a uno de sus hijos o a los mayores de la familia en su presencia.
LA VERDAD.- ¿Cómo se siente tras obtener el premio de Derechos Humanos de la IBA?
INÉS MIRANDA.- «Muy agradecida por el apoyo de los compañeros del Consejo General de la Abogacía, que me propusieron para el premio. Les agradezco la solidaridad que han mostrado en apoyo a la defensa de los Derechos Humanos de la población saharaui en los territorios ccupados del Sahara Occidental, a cada uno les corresponde una parte del reconocimiento».
L. V.- La condición de mujer, ¿afecta de manera distinta ante una situación de conflicto armado o de violación de los Derechos Humanos?
I. M.- «En una situación de conflicto la violación de los derechos humanos se aplica a toda la población del territorio por parte de los agresores, hombre, mujeres niños ancianos… Pero con respecto a la mujer existe un recrudecimiento en el trato, si cabe, al emplear como instrumento de agresión y sometimiento la agresión física, las violaciones, las desapariciones de mujeres durante largos periodos de tiempo, e incluso para siempre, destinándolas a ser esclavas sexuales de los verdugos. En múltiples de ocasiones produciéndose embarazos indeseados, sometiendo a la mujer al más vil de los tratos intentando despojarla de su dignidad».
L. V.- ¿No sería necesario incluir el enfoque de género en la legislación internacional sobre conflicto armado y a los Derechos Humanos?
I. M.- «Lo deseable es la inexistencia de conflictos, y la exigencia efectiva del respeto a los Derechos Humanos. Pero contemplando la crudeza de la realidad en los conflictos armados internos, yo no hablaría de una incorporación del enfoque de género a la legalidad internacional, pero sí de una mayor firmeza en la persecución de los delitos que se producen y la necesidad de que no quede impune ninguna agresión, dando a cada hecho punible el tratamiento adecuado conforme al perfil de las víctimas. Esto innegablemente conlleva a tratamientos diferentes, sean quienes sean los autores. Es decir, el resarcimiento del daño causado. El respeto a la dignidad de que debe impregnar la legislación en todos los ámbitos».
L. V.- ¿Se proponen los organismos internacionales encargados de supervisar y resolver las violaciones a los Derechos Humanos afrontar específicamente la situación de la mujer?
I. M.- «No existe en la legislación un tratamiento diferente, pero sí muchas voces y corrientes que apuntan a la necesidad de un tratamiento específico, por la crudeza de los hechos y por sus secuelas».
L. V.- ¿Existe una estrategia propia de las mujeres para dar una respuesta a esta forma especial de sufrir las consecuencias de los conflictos armados?
I. M.- «Lamentablemente, la situación de las mujeres en las zonas de conflicto no les permite disponer de medios extraordinarios, igual que al resto de la población agredida, que las ayuden a hacer frente al horror que implica situaciones como estar en cárceles secretas siendo violadas 5, 6, 8, 10 veces al día por los verdugos, ser obligadas a abortar, políticas de esterilización, desapariciones forzadas en primera persona o en la de sus seres queridos, ser privadas de sus hijos al nacer matándolos a golpes ante ellas, despareciéndolos. Y tampoco llegan en su momento técnicas, ni personal del mundo exterior que pueda ayudarlas a recuperarse. Evidentemente la ocupación por invasores externos, la actitud de los verdugos, prohíbe todo auxilio y ayuda, por lo que a las mujeres no les queda más opción que utilizar como instrumento la fortaleza interior, y según el testimonio de muchas mujeres `la obligación de soportar´».