Tanto tiempo hablando de él, tantos avisos, tanto miedo, y resulta que para cuando queramos darnos cuenta habrá terminado el fin del mundo. «En realidad, ya está ocurriendo», proclama el cuentero argentino Raúl Brasca. «El cielo cada vez más descolorido, los mares más transparentes, los objetos menos diferenciables. Es la película que se vela lenta […]
Tanto tiempo hablando de él, tantos avisos, tanto miedo, y resulta que para cuando queramos darnos cuenta habrá terminado el fin del mundo. «En realidad, ya está ocurriendo», proclama el cuentero argentino Raúl Brasca. «El cielo cada vez más descolorido, los mares más transparentes, los objetos menos diferenciables. Es la película que se vela lenta pero sostenidamente». El fin del mundo. Sin pena ni gloria. Aquí. Ahora.
«Está pasando. Lo estás viendo», pregona un canal de televisión para promocionar sus programas. «Y no haces nada», debería añadir. Nunca antes tantos han construido tan poco bueno. Y la película se acaba. A estas alturas, arruinado el ser humano, todavía hay, por suerte, quien sueña con salvar los muebles, los árboles, las raíces…
El Gobierno noruego, el Fondo Mundial para la Diversidad y el Banco Genético Nórdico han inaugurado esta semana la Bóveda Global de Semillas, un depósito inexpugnable con capacidad para albergar millones de simientes de todo el planeta. El arca de Noé, en el siglo XXI, se transforma en un búnker enterrado en el Círculo Polar Ártico. El complejo, excavado en una montaña a 130 metros de profundidad, está preparado para sobrevivir a una guerra nuclear, un ataque directo con misiles o a cualquier catástrofe natural. Pase lo que pase, sus tres cámaras de almacenamiento se mantendrán a una temperatura de 18 grados bajo cero, lo que permitirá conservar las semillas durante mil años.
«Caen pajitas del cielo. Caen con suavidad hasta el césped del jardín. Es un regalo que nos hace la cosecha de trigo. ¿Las dejan caer los pájaros? No, las arrastra el viento. Esta caída transmite una insólita sensación de paz agraria». Manu Leguineche rememora en su último libro el mundo que se nos va. De la paz agraria al búnker sólo hay un paso… de gigante. Nuestro paso. Devastador. Mortal. Cuatro paredes a prueba de explosiones y millones de semillas dentro. Es todo. La vida congelada. El fin de una aventura. La quimera de un nuevo mundo.