Entrevista a Nicholas Hendershot, autor de la mayor investigación hasta la fecha sobre los beneficios para la vida salvaje de sistemas agrícolas menos intensivos.
La crisis del clima y la de la biodiversidad están íntimamente ligadas. Conforme el ser humano coloniza más y más zonas prístinas del planeta, los bosques caen para dar paso a explotaciones agrícolas y ganaderas, arrastrando consigo el hábitat de innumerables especies y eliminando sumideros de carbono. Además, el avance agrícola deja desprotegidos a suelos y especies animales ante las inclemencias, cada vez más frecuentes, del clima. Y, sin embargo, no todas las explotaciones agrícolas son iguales.
Por primera vez, un equipo de investigación ha realizado un estudio a gran escala del efecto de la diversidad agrícola sobre la biodiversidad. Los resultados son rotundos: las explotaciones intensivas dañan especialmente la biodiversidad y nos dejan desprotegidos (a los humanos y a los animales) frente a la crisis del clima. La investigación, cuyos resultados se publicaron en Nature el pasado 18 de marzo, se ha llevado a cabo durante 18 años en Costa Rica. Hablamos con el investigador principal, Nicholas Hendershot, de la Universidad de Stanford (Estados Unidos).
En su investigación se centra en estudiar los efectos de distintos modelos agrícolas sobre las comunidades de aves en Costa Rica. ¿Se pueden extrapolar sus resultados al resto del planeta y a otro tipo de especies?
Sí. Creo que la principal conclusión que hemos alcanzado es que en zonas agrícolas diversificadas se encuentran muchos tipos de vegetación, un poco imitando lo que vemos en los bosques. En cualquier parte del mundo en que estés, si aumentas la variedad de vida vegetal, vas a aumentar la cantidad de hábitat de la que disponen las especies salvajes. Si estudiamos aves es porque son indicadores muy buenos de otros tipos de vida salvaje, pero la conclusión, creemos, es escalable a la mayor parte de grupos de organismos, porque sabemos que la mayoría de grupos huyen de áreas degradadas y aparecen en zonas en las que hay vegetación natural.
Otro de los hallazgos de su estudio es que las especies que viven en zonas agrícolas son más resistentes a las subidas de temperaturas que trae consigo el cambio climático. ¿Por qué ocurre esto?
De nuevo, creo que aquí lo importante es la vegetación. En sistemas agrícolas diversificados te vas a encontrar con muchos recursos para supervivencia de la vida salvaje y, por lo tanto, esta goza de poblaciones relativamente estables y saludables. Sin embargo, en explotaciones intensivas, las poblaciones tienden a tener peor salud. Son poblaciones más pequeñas y proclives a enfermar. Así que cuando llega una sequía, o cuando viene un año más tórrido de lo normal, esos grupos están más expuestos.
Podríamos decir que esto pasa por dos razones. Una es que, sin vegetación, esas especies están expuestas directamente a los cambios ambientales, pero en un bosque los árboles amortiguan esos impactos. En explotaciones diversificadas tenemos un escenario intermedio. No se pueden comparar con los bosques, pero al aumentar la vegetación hay más posibilidad de refugio para las especies salvajes.
Y eso ¿cómo nos ayuda a las personas? ¿también nos ayuda a adaptarnos a la crisis del clima?
Los humanos estamos inextricablemente unidos a la biodiversidad. Ya sea a través de los servicios que nos proporcionan o a otros beneficios, vamos a aprovechar que sea mayor. Las aves, por ejemplo, proporcionan un excelente servicio de control de plagas para los agricultores. Esa es una manera de reducir la cantidad de pesticidas que tienen que usar, lo cual invita a más vida salvaje. También son cruciales para la polinización.
Hay muchos otros beneficios relacionados con la salud humana, la salud mental, la sociedad y la cultura. A menudo es muy difícil asignar un valor económico a estos servicios, pero son muy importantes y dan sentido a lo que significa ser humano.
Por eso cuando perdemos biodiversidad nos quedamos sin estos servicios que nos proporciona. En la Historia hay muchísimos ejemplos de situaciones en las que la degradación de la biodiversidad producida por los humanos ha resultado en terribles consecuencias económicas y sociales.
En su investigación dice que los sistemas agrícolas dominan la superficie arable del planeta. En una economía globalizada como la actual, esos sistemas están muy especializados, lo que a menudo se traduce en sistemas agrícolas intensivos. ¿Cómo podemos avanzar hacia un modelo más diversificado? ¿Puede una agricultura diversificada alimentar al mundo?
Esa es la gran pregunta que nos hacemos en nuestro campo. ¿Cómo podemos diseñar paisajes agrícolas que beneficien tanto a las personas como a la biodiversidad? Los estudios, por ahora, dicen que depende de dónde estés, pero en muchas partes del mundo se pueden maximizar ambos beneficios. Hay que entender qué características exactas necesita cada paisaje para maximizar la productividad de las cosechas, pero también la biodiversidad. Por eso creo que es importante realizar estas investigaciones a gran escala, porque nos permite entender mucho mejor muchas de estas característica y las contrapartidas de añadir o no diferentes partes al sistema agrícola.
Creo que, efectivamente, depende mucho de dónde estés. En Costa Rica, por ejemplo la propiedad de la tierra está muy repartida. Hay muchos pequeños agricultores, así que para ellos tiene sentido incluir muchos tipos de vegetación, porque los protege a su tierra de los cambios y les proporciona distintas vías de ingreso.
¿Qué prácticas positivas ha encontrado en Costa Rica que puedan exportarse al resto del mundo?
Cualquier cambio que incremente la heterogeneidad o la complejidad de la vegetación de un paisaje al final va a beneficiar a la vida salvaje, y por lo tanto, a la biodiversidad. Hay cosas sorprendentemente simples. Una, por ejemplo, son los setos para separar campos. Durante siglos, la ciencia y las personas interesadas en el medio ambiente han conocido la capacidad de los setos para proporcionar hábitat a las especies salvajes, pero es que también ayudan a crear sistemas agrícolas resilientes. También hemos visto otras cosas, como el uso de árboles fijadores de nitrógeno, que ayudan a mejorar la calidad del suelo, o la inclusión de diferentes tipo de cultivos en el mismo espacio. Eso hace que se creen sistemas ecológicos complejos en lugar de un solo tipo de planta a lo largo de cientos de hectáreas.
¿Encontró algo que le sorprendiera en su investigación?
Creo que la mayor sorpresa fue constatar cuánto ha impactado ya el cambio climático a esas comunidades. A menudo pensamos en los efectos de la crisis del clima como si fueran algo futuro, pero llevan años dando forma al mundo. Hemos visto que en las explotaciones más intensivas, las comunidades ecológicas cambian muy rápidamente bajo condiciones de sequía o en años realmente tórridos. Los efectos del cambio climático son extremadamente importantes para explicar patrones actuales en los cambios de la biodiversidad. Es realmente algo inesperado, pero no menos importante. Si el cambio climático ya está ocurriendo, no tenemos tiempo que perder para entender cómo mitigar sus impactos.
Por lo que me comenta, pareciera que la agricultura diversificada no tiene inconvenientes, que son todo ventajas.
No, por supuesto que tiene inconvenientes. Una explotación agrícola tiene muchas dimensiones: la dimensión social, la económica, la medioambiental… Para que un sistema agrícola diversificado funcione, o para que que lo haga cualquier sistema, tiene que beneficiar de verdad a la biodiversidad y al bienestar humano. Cuando no es así, no podemos hablar de beneficios.
Si tienes un bosque y lo talas para poner una explotación agrícola, puede que sea más conveniente que sea una que favorezca la biodiversidad. Desde luego, eso es lo que más beneficiaría a un pequeño propietario. Pero si hablamos de una gran corporación, seguramente lo que más te convenga sea instalar un sistema intensivo.
¿Podemos decir entonces que mientras las corporaciones controlen los sistemas agrícolas de las grandes economías va a ser complicado introducir esos cambios?
Eso es lo que se suele pensar, sí. Estamos empezando a ver a corporaciones introducir ciertos elementos de diversificación en el sistema agrícola. Sin embargo, esos cambios no ocurren a la velocidad que necesitamos para tratar de frenar la crisis de la biodiversidad. Por eso, sería un paso enorme encontrar la manera de hacer que estas ideas y estas prácticas agrícolas tradicionales se conviertan en las dominantes.