Alemania va más allá de Kioto y aboga por reducir las emisiones de CO2 en la UE un 30% 2 en el 2020, mientras que EE.UU. ve prioritario combatir la pobreza. Antonio Cerrillo – Buenos Aires. Enviado especial La cumbre de Buenos Aires está ahondando las diferencias entre la UE y Estados Unidos en […]
Alemania va más allá de Kioto y aboga por reducir las emisiones de CO2 en la UE un 30% 2 en el 2020, mientras que EE.UU. ve prioritario combatir la pobreza.
Antonio Cerrillo – Buenos Aires. Enviado especial
La cumbre de Buenos Aires está ahondando las diferencias entre la UE y Estados Unidos en relación con las políticas futuras para reducir los gases invernadero, causantes del cambio climático. La UE y EE.UU. sigue líneas opuestas que amenazan con no converger nunca.
Ya estaba más que claro que Estados Unidos no iba a ratificar el protocolo de Kioto -que le reservaba una reducción de emisiones invernadero del 7%-. Por eso, el mayor éxito que puede cosechar la conferencia es concretar en qué condiciones se sigue hablando con EE.UU. sobre cambio climático a partir de la entrada en vigor del protocolo -el día 16 de febrero-, cuando este país ya esté fuera de la sala internacional de reuniones.
Asegurar un cordón umbilical de comunicación a través de la celebración el año próximo de uno o dos seminarios (eufemismo usado para dar al encuentro el menor rango posible) es la propuesta de pacto que seguía ayer sobre la mesa de negociación, que acabara hoy coincidiendo con el final de la cumbre.
Estados Unidos no ha parado de dar calabazas a quienes anhelan una flexibilización de su postura. Ha elegido su propio camino para afrontar el cambio climático. Su postura es que es demasiado caro combatirlo. Paula Dobriansky, responsable de la delegación estadounidense, declaró el miércoles que la prioridad debe ser el combate contra la pobreza en el Tercer Mundo mientras relató los acuerdos bilaterales alcanzados con otros países al margen de las reglas de Kioto, para demostrar que la Administración Bush no está cruzada de brazos.
Sin cuestionar el cambio climático, los norteamericanos se aferran a que no se sabe a partir de qué nivel se alcanza un «calentamiento peligroso» del planeta (lo que sí han venido señalando con insistencia los informes científicos desde 1997). La clave es su modelo energético basado en los combustibles fósiles (carbón y petróleo, sobre todo). «Los combustibles fósiles seguirán siendo la fuente energética dominante en décadas. Los países en desarrollo no pueden esperar a reducir su consumo energético ante un futuro previsible, dado que su prioridad capital es reducir la pobreza», enfatizó Dobriansky.
La paradoja es que mientras Estados Unidos mantiene una posición pétrea a aceptar nuevos compromisos, Alemania desea ir mucho más lejos del protocolo de Kioto. Su ministro de Medio Ambiente, Jurgen Tritin, ha venido sosteniendo que «las emisiones de los países industrializados deberán reducirse aún más», aunque contando con una participación de los países en desarrollo. «Es la única manera de estabilizar el clima global a largo plazo», ha asegurado en varias comparecencias, donde ha informado de que el umbral de peligro de incremento de temperaturas son dos grados con relación al periodo preindustrial. La temperatura aumentó un promedio de 0,6 grados el pasado siglo. Alemania alega que los científicos reclaman reducciones de gases de hasta el 50% para mitad del siglo. Y dado que ahora estas emisiones aumentan en los países en desarrollo, la consecuencia deberá ser que los ricos arrimen más el hombro, como pidió anteayer el presidente argentino Néstor Carlos Kichner. Alemania se muestra dispuesta a pactar en la UE un 30% menos de gases invernadero para el 2020 con relación a 1990 e, incluso, aceptaría una cuota nacional mayor: una reducción del 40%.
Ante este panorama, ¿qué camino le queda a la UE? ¿Seguir insistiendo para que EE.UU. negocie; lo que parece algo así como darse cabezazos contra la pared?, ¿esperar cuatro años a una nueva Administración de EE.UU? La UE pretende simplemente seguir hablando, pero EE.UU. quiere que esas reuniones traten sólo los programas en vigor y no los compromisos a partir del 2012 (como prevé Kioto). La solución que se abre es pensando en el futuro. Los ecologistas proponen estrechar los lazos con empresas y ciudadanos norteamericanos que se toman en serio la amenaza climática (gobernantes, senadores, alcaldes), alimentando una base crítica interna que dé sus frutos para el anhelado cambio de posición en EE.UU.
En cualquier caso, los avances para frenar el cambio climático serán complicados. Visto el comportamiento de EE.UU., será difícil convencer a los países en desarrollo (G-7 más China) de que deben contener sus emisiones. Además aparece el riesgo de división en la UE, la potencia económica más activa en la prevención del cambio.