TEPCO, el operador-propietario de la planta nuclear de Fukushima, ha sido criticada ampliamente, y desde diversas perspectivas y ubicaciones, por sus respuestas técnicas inadecuadas y arriesgadas, sus prácticas laborales salvajes y explotadoras y sus cálculos costes-beneficios siempre en el puesto de mando tras el desastre-hecatombe de marzo de 2011. Es ejemplo destacado del capitalismo neoliberal-atómico […]
TEPCO, el operador-propietario de la planta nuclear de Fukushima, ha sido criticada ampliamente, y desde diversas perspectivas y ubicaciones, por sus respuestas técnicas inadecuadas y arriesgadas, sus prácticas laborales salvajes y explotadoras y sus cálculos costes-beneficios siempre en el puesto de mando tras el desastre-hecatombe de marzo de 2011. Es ejemplo destacado del capitalismo neoliberal-atómico realmente existente.
Un ejemplo reciente de esas «malas prácticas».
El regulador nuclear de Japón, nada sospechoso de ningún radicalismo y tradicionalmente servil a los intereses de la industria atómica, ha criticado a la corporación nipona. ¿Por qué? «Por medir incorrectamente los niveles de radiación del agua subterránea contaminada en el lugar» [1]. Tres años después de las fisiones en el reactor en la planta, Tepco «no cuenta con una noción básica de las mediciones y el manejo de la radiación». Son palabras del presidente de la Autoridad de Regulación Nuclear (ARN), Shunichi Tanaka.
Tepco señaló que el agua subterránea obtenida de un pozo de vigilancia en julio de 2013 «contenía un récord de 5 millones de becquerelios/litro de la peligrosa sustancia radiactiva estroncio 90, más de cinco veces el total de lectura de radiación beta de 900.000 becquerelios/litro registrado en el pozo» (que está al lado del Pacífico, a unos 25 m del océano, de ahí las alarmas usamericanas). Había, señaló, un error de calibración en «una máquina que mide los niveles de estroncio del agua del pozo en la planta». Hay más nudos: también halló un error en los dispositivos que descifran la radiación total beta. Aunque el error no supone un riesgo grave por el momento, señaló Tanaka, «algo como esto no puede ocurrir (…) Estos datos son los que se vuelven la base de varias decisiones, así que deben hacer todo lo posible para evitar errores en la medición de radiaciones». El límite legal para liberar estroncio 90 al mar -el estroncio tiene una vida media en torno a 29 años- es de 30 becquerelios/litro.
Algunas observaciones para situarnos que tomo del libro de conversaciones con el gran científico franco-barcelonés (y republicano) Eduard Rodríguez Farré [2].
Sobre el estroncio: «El estroncio 90, por ejemplo, que es uno de los elementos más importantes de la contaminación de Chernóbil, o el cesio 137, son radionúclidos que se incorporan al organismo. El primero actúa como el calcio y se incorpora a los huesos; el cesio 137 se incorpora a los músculos, como el potasio; el iodo radiactivo se incorpora al tiroides. Todos estos elementos consiguen incorporarse al cuerpo humano porque son equivalentes o iguales, como en el caso del iodo, a elementos no radiactivos que existen en la naturaleza y que son necesarios para la vida. El ininterrumpido aumento del uso industrial, militar, científico y médico de la energía atómica, de los radionúclidos y las ondas electromagnéticas de alta frecuencia, rayos X y gamma, está incrementando fuertemente, y de forma continua, el nivel de exposición que sufre la especie humana a las radiaciones ionizantes».
En cuanto a los becquerelios, señala ERF: a unque la actividad radiactiva físicamente se expresa en unidades de desintegración por segundo, en becquerelios [3], «el efecto biológico no depende sólo del número de desintegraciones, lo que llamamos actividad, sino que depende también de la naturaleza de la desintegración. No es lo mismo una radiación gamma que, por no tener masa ni carga eléctrica, por ser muy energética, es muy penetrante, pudiendo atravesar grandes cantidades de materia como hacen los rayos X y en mayor extensión los gamma, y que, por tanto, es más peligrosa desde el exterior, que una radiación beta -que es un electrón negativo- o una radiación alfa, como la del uranio o la del plutonio, que es un núcleo de helio -dos protones y dos neutrones-, que tiene, pues, dos cargas positivas y una gran masa».
La radiación alfa, aunque muy energética, es poco penetrante ciertamente. Ésta es una de las cuestiones que también se tergiversa. «Puedes parar una radiación alfa con una hoja de papel. Si aquí hubiera una fuente de uranio, pones un papel, media cuartilla del DIN A4 por ejemplo, y un contador no detectaría prácticamente nada. Acaso una débil radiación gamma secundaria. La cuartilla la ha parado, la partícula no la ha podido penetrar. Una radiación beta, sin duda, tiene más penetrabilidad pero no debe pasar de unos pocos milímetros, dependiendo de su energía». En cambio, una radiación gamma tiene una penetrabilidad de metros. «Esta radiación, similar a una radiografía, es la que se usa en las fuentes de cobalto para mirar, por ejemplo, la textura interna de las vigas de acero, o en metalurgia para comprobar si están bien construidas las estructuras». De este modo, concluye, «el efecto biológico va a variar enormemente según la naturaleza de esta radiación, no sólo por el número de desintegraciones.»
En cuanto a la desintegración beta, señala el investigador del CSIC: «es un proceso por el que un núclido inestable se transforma en otros núclidos mediante la emisión de una partícula beta que puede ser un electrón con carga negativa (b – o negatrón) o bien positiva (b + o positrón), integrante este último de la antimateria». La diferencia básica entre un electrón o un positrón común y la partícula de radiación beta correspondiente «es su origen nuclear, puesto que una partícula beta no es un electrón ordinario arrancado de algún orbital del átomo».
El proceso general de la desintegración b – es el siguiente: «un neutrón da lugar a un protón, que permanece en el núcleo, y emite un electrón negativo y un antineutrino. El elemento resultante es un número atómico superior al originario y de masa similar. Ejemplo de ello es la transmutación del carbono 14 (número atómico 6) en nitrógeno 14 (número atómico 7) con emisión de una partícula b – y un antineutrino». El proceso general de la desintegración b + obraría así: «un protón da lugar a un neutrón, que sigue en el núcleo, emitiéndose un positrón y un neutrino. El elemento resultante es un número atómico inferior y masa similar. Este proceso es bastante exótico, cual es la transformación del carbono-11 (radionúclido artificial usado en medicina) en boro-11 (número atómico 5) y emisión de un positrón y un neutrino.»
Volvamos a la corporación. Un portavoz de Tepco dijo que, por supuesto, incluso por supuestísimo, «la firma volverá a comprobar la radiación total beta de aguas subterránea a la luz de los niveles récord de estroncio». Veremos en qué queda y de qué se informa y cuando.
En 2013, la radiación, los apagones, los errores, la alarma social, otros numerosos contratiempos, desataron la preocupación nacional e internacional y llevaron al gobierno nipón a destinar más fondos y apoyo a las operaciones. Pero la apuesta atómica, el disparate fáustico no cesa. Dentro del nuevo plan nuclear aprobado por el ejecutivo japonés, Tepco espera volver a reiniciar su mayor planta, Kashiwazaki Kariwa, en el verano de 2014.
Tepco, recuérdese, comenzó en noviembre de 2013 el arduo y nunca realizado proceso de retirar cientos y cientos de frágiles barras de combustible del más que dañado reactor 4 de Fukushima. A principios de marzo, tal es la complejidad de la operación, informó que había retirado un 9% de las más de 1.500 unidades de combustible no usado o gastado, unas 140 barras, en la piscina de almacenamiento del reactor 4. La tarea restante y es posible que se prolongue hasta más allá de mediados de 2015.
Toda precaución es necesaria. La opinión pública, nipona e internacional, informada y crítica, no debe bajar la guardia. «¿Nuclear? No gracias» sigue siendo uno de los lemas más corteses, urgentes, necesarios, prudentes y humanistas que se han formulado nunca.
Notas:
[1] Mari Saito, » El regulador critica al operador de Fukushima por la lectura de radiación.» http://es.reuters.com/article/idESMAEA1B01X20140212
[2] Eduard Rodríguez Farré y SLA, Casi todo lo que usted deseaba saber algún día sobre los efectos de la energía nuclear en la salud y el medio ambiente , Barcelona, El Viejo Topo, 2008.
[3] E l Bq mide la cantidad de radiactividad contenida en una muestra dada de materia, correspondiendo «un becquerelio a aquella cantidad de elemento radiactivo en la que ocurre una desintegración atómica por segundo.»