La profesora feminista destacó el trabajo en red que se desarrolla en el país, tanto el vinculado al aborto (Socorristas en Red) como el de los sindicatos (Intersindical Ni Una Menos). Analizó las experiencias comunitarias, colectivas e internacionales como alternativas de resistencia ante el sistema capitalista, patriarcal y global. Silvia Federici, autora de El Calibán […]
La profesora feminista destacó el trabajo en red que se desarrolla en el país, tanto el vinculado al aborto (Socorristas en Red) como el de los sindicatos (Intersindical Ni Una Menos). Analizó las experiencias comunitarias, colectivas e internacionales como alternativas de resistencia ante el sistema capitalista, patriarcal y global.
Silvia Federici, autora de El Calibán y la Bruja, llegó a Neuquén (Argentina) por primera vez para participar de una serie de actividades, invitada por la colectiva feminista La Revuelta y la fundación Rosa Luxemburgo. El lunes 30 al mediodía se desarrolló un encuentro con periodistas, docentes y estudiantes en el IFD 12.
«Yo creo que Argentina es el país donde el feminismo está en el punto más alto del mundo que yo conozco. No solamente por la gran masa de mujeres, por las millones de mujeres en la calle, también porque en Argentina se han creado redes de mujeres, espacios de mujeres que no he visto en ningún otro lugar. Como la intersindical feminista, espacios de los sindicatos que se encuentran», apuntó Federici.
«Lo que he visto en las villas también es único, compañeras que han construido nuevas formas de reproducción colectiva, los comedores, merenderos, huertos urbanos, se está creando un mundo nuevo que es muy inspirador. Mi último libro es sobre las nuevas formas comunitarias de reproducir la vida cotidiana, y la gran parte de los ejemplos llegan de la Argentina», agregó.
Federici realiza una crítica al marxismo por no visibilizar el rol del trabajo doméstico en la consolidación y permanencia del capitalismo.
«Eso que llaman amor es trabajo no pago», se lee en el mural que pintó Ailin Tornatore en uno de los pasillos del Instituto de Formación Docente, y que se le entregó a la profesora en forma de regalo simbólico. Federici recordó que, a este concepto, que en los últimos años se ha convertido en un lema de la lucha feminista, llegó gracias a un ensayo de la italiana María Rosa de la Costa, en el que planteaba que el trabajo doméstico no produce mercancías, sino seres humanos, capacidad de trabajo. «Juntas hemos profundizado qué implica el trabajo doméstico, cómo no se debe ver las tareas separadas, sino en su totalidad. Y ahí vemos que sí hay un producto.
Producimos seres humanos que van a ser explotados. Producimos su capacidad de trabajar cada día, con la reproducción, con la comida, con la ropa limpia, con el sexo, el sexo es parte del trabajo doméstico. El trabajo doméstico siempre se ha desconocido, se ha desvalorizado e invisibilizado«, puntualizó Federici.
En ese sentido, la profesora sostuvo que «la familia, es una pequeña fábrica, es cómo la sociedad capitalista ha organizado la reproducción de los trabajadores. Antes estos trabajos las mujeres también los hacían, pero colectivamente, no separadas en sus casas. Hasta el siglo XVI limpiaban la ropa juntas, bordaban, cuidaban los niños».
La propuesta de Federici ante el trabajo doméstico no pago, ante el avance del ajuste neoliberal, es volver a las formas comunitarias de reproducción de la vida cotidiana. «Es central la capacidad de crear redes más grandes, el llamamiento a hacer un 8 de marzo internacional, a la huelga, generó un debate y una nueva forma de organización. Hubo un crecimiento de poder, de conocimiento, de entramados, incluso afectivo. Hay un internacionalismo que me recuerda al internacionalismo feminista de los 70″, indicó.
En cuanto al #8M Federici sostuvo que «lo importante no es tanto el día de la huelga, sino el proceso que se está desarrollando en tres direcciones: la primera, hay nuevas coaliciones; la segunda, nuevos espacios comunes apropiados, nuevas actividades, nuevas formas de subversión, la capacidad y creatividad de pensar una huelga diferente a la de los trabajadores de coches; la tercera, la llamada a la huelga ha empezado a articular un programa no como una cosa formal, pero en el que digamos qué queremos y qué no, empezar a dar voz, a decidir nosotras».