Cuatro millones de km2 se han convertido en territorio reseco por el calentamiento global en los últimos 30 años: la cuenca mediterránea es uno de los puntos con mayor expansión, lo que abre las puertas a los suelos infértiles
Una desecación global avanza sin mucho freno por el mundo. Las tierras áridas y resecas que van camino a la desertificación no dejan de ganar terreno por todo el planeta. Cuatro millones de km2 en los últimos 30 años, según la ONU. Y uno de los puntos donde se observa “una expansión significativa” es “toda la cuenca mediterránea” en la que se incrusta España.
De hecho, en España, el clima árido se ha extendido por el país a razón de 1.500 km2 al año desde 1950 en detrimento de los climas más templados, según el estudio de evolución climática de la Aemet. Esos datos “sintetizan los efectos del calentamiento global observado en las últimas décadas en la distribución de los climas y de la vegetación en España”, remacha la Agencia.
“Mucho del reciente aumento de la aridez puede ser atribuido al cambio climático inducido por los humanos”, coincide y remata el informe específico de la ONU conocido este lunes. El proceso implica la subida de temperaturas generada por el efecto invernadero –que evapora más y hace que las plantas se vuelvan más sedientas– unida al descenso de las precipitaciones.
La desertificación, la contaminación por plásticos, el cambio climático responden a lo mismo: es necesario cambiar el modelo de consumo y eso exige muchos sacrificios o más bien adentrarse en modo de vida radicalmente distinto (Jaime Martínez Valderrama — Investigador del Instituto Ramón Margalef de la Universidad de Alicante)
Las tierras áridas, en general, son aquellas donde las lluvias no cubren, al menos, el 65% de la demanda de agua que hacen la atmósfera y las plantas. Se trata del agua que, tras llover, vuelve a la atmósfera en forma de vapor desde un suelo cubierto de vegetación. Cuando un terreno no consigue alcanzar ese porcentaje es susceptible de sufrir desertificación.
Y ese fenómeno es el que avanza sin parar por el planeta impulsado por el calentamiento global: ya supone el 40% de la tierra emergida (si se descuenta la Antártida). En España, el 75% del territorio cae en alguna de las categorías de suelo árido.
Este proceso de desecación planetaria muestra una tendencia pronunciada desde 1950 y una aceleración desde la década de los 90 del siglo XX, constatan los científicos. “Las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por los humanos han jugado un papel clave en la expansión de las tierras áridas, especialmente en las últimas tres décadas”, concluye el estudio de la Convención para Combatir la Desertificación.
Además, el riesgo de desertificación debido a la aridez va a incrementarse sobre todo en Europa, oeste de Asia, norte de China, el Sahel y México, según las proyecciones del trabajo. Y señala entre las zonas damnificadas “grandes extensiones de España o el sur de Italia”.
Degradación de los suelos
Porque la aridez, en definitiva, es la puerta abierta a la desertificación del territorio. Y desertificación quiere decir “degradación de las tierras”. El suelo fértil se convierte en árido y conlleva una caída de la productividad, o lo que es lo mismo, de la capacidad del suelo para que crezcan plantas o cosechas. Una “disminución irreversible a escala temporal humana”, señala el Ministerio de Transición Ecológica.
“La aridez está considerada el principal causante de la degradación de sistemas agrícolas”, explica la ONU. La desaparición de cubierta verde que provoca hace que se pierda suelo –más vulnerable a la erosión– y eso termina por perjudicar a las cosechas, porque esos suelos degradados son menos fértiles.
De hecho, esta degradación del suelo puede considerarse un problema “de especial importancia en España”, explica este análisis conjunto de las universidades de Múnich, Almería, Quintana Roo y Castilla-La Mancha. Esa relevancia viene dada, argumenta, debido a las “particularidades climáticas, geográficas y socioeconómicas” del país y a que “una gran parte del territorio está ocupado por actividades agrícolas” lo que las convierte en el “principal uso del suelo”.
Sin embargo, esta amenaza está “lejísimos” de conmover a alguien porque, “si el cambio climático, que es más perceptible y un problema más fácil de comunicar, no logra que la población cambie sus hábitos o reclame a los políticos cambios de modelo, menos un proceso mucho más confuso”, reflexiona el ingeniero agrónomo Jaime Martínez Valderrama, que lleva años estudiando los procesos de desertificación en España.
El investigador remata: “La desertificación, la contaminación por plásticos, el cambio climático… todo responde a lo mismo. Es necesario cambiar el modelo de consumo que prevalece y eso exige muchos sacrificios o más bien adentrarse en un modo de vida radicalmente distinto”.