Es posible que sea una medida imprescindible a cortísimo plazo, pero la noticia de que la respuesta del gobierno ante la avalancha de inmigrantes en Ceuta y Melilla es la construcción de una nueva valla resulta patética. Es cierto que cualquier Estado soberano tiene el derecho a preservar sus fronteras y a regular la entrada […]
Es posible que sea una medida imprescindible a cortísimo plazo, pero la noticia de que la respuesta del gobierno ante la avalancha de inmigrantes en Ceuta y Melilla es la construcción de una nueva valla resulta patética.
Es cierto que cualquier Estado soberano tiene el derecho a preservar sus fronteras y a regular la entrada de personas de la manera que más convenga a sus ciudadanos. Lo que ocurre es que la situación de Ceuta y Melilla no es solamente una cuestión de policía o de regulación administrativa.
En Africa se está generando desde hace años una situación explosiva que más tarde o más temprano provocará una hecatombe social. Las vallas manchadas de sangre, los cuerpos rasgados y los muertos a tiros no son sino una parte minúscula del problema. Todos los sabemos, aunque parece que demasiados están dispuestos a disimular la naturaleza real del problema.
Hace ya siglos que los europeos tomamos Africa como la fuente donde obtener riquezas y privilegios. Fue la católica Europa quién difundió la esclavitud, en lugar de contribuir a erradicarla, y más tarde las burguesías ilustradas quienes tomaron al asalto el suelo africano para llevarse el oro, el marfil y todas las riquezas naturales que allí se encuentran. La conferencia de Berlín de 1884-85 creo 48 nuevos estados trazando líneas que satisfacían los intereses coloniales a pesar de que descuartizaban comunidades, tribus o espacios comunes ancestrales. Cuando la rebeldía de los pueblos clamaba por la independencia procuraron, con éxito, que sus sustitutos fueran de su cuerda, corruptos y serviles, para seguir conservando solapadamente el poder y las riquezas. A principios de los noventa no había más de tres o cuatro países con instituciones democráticas en el Africa post-colonial: esa fue la herencia que dejamos quienes nos calificamos como civilizadores.
El colonialismo y más tarde las políticas neoliberales han destrozado casi por completo las economías de subsistencia de todo el continente. Han introducido falsamente la modernidad porque lo que en realidad han perseguido y logrado ha sido poner la riqueza al servicio de empresas y capitales extranjeros. Hoy día, más de la mitad de la población africana tiene alguna enfermedad provocada por la falta de agua. En naciones que son mucho más que ricas en petróleo, oro, diamantes o cualquier otro recurso, la pobreza alcanza a seis o siete de cada diez personas. Nigeria es el sexto país productor de petróleo pero la mayoría de los ingresos que generan los casi 2,5 millones de barriles diarios que produce se los apropian las multinacionales europeas y estadounidenses y los gobernantes corruptos que estas sostienen, hasta el punto de que tiene que importar gasolina del extranjero.
Es una evidencia histórica que Estados Unidos y los países europeos coloniales han impuesto y protegido a dictadores criminales y que han incitado al asesinato de los líderes democráticos y de dirigentes sociales. Esas potencias han sido las que han sembrado pobreza y muerte y los que han matado quizá ya para siempre la esperanza de todo un continente.
Debajo del Sáhara vive más o menos una de cada diez de las personas que vivimos en el planeta pero allí se va solamente el 1% de la inversión en educación que se realiza en el mundo. El gasto medio educativo por cada niño escolarizado en todo el sistema educativo es de unos 2 dólares anuales casi dos mil veces menos que en los países industrializaldos. La mitad de las mujeres no saben leer ni escribir y uno de cada tres niños no va nunca a la escuela.
Se sabe que sólo terminar la escuela primaria permite aumentar la productividad en un 8% pero los organismos internacionales han obligado a esos países a reducir el gasto social y educativo.
La participación de Africa en el comercio mundial bajó del 4% al 2% en la década de los 90, aunque si se quita a Egipto, Sudáfrica y Nigeria ese porcentaje es casi del 0% .
La situación económica y social del continente y especialmente la del Africa subsahariana es sencillamente dantesca.
Es cierto que una parte importante de culpa la tienen los gobiernos corruptos africanos y los pueblos que no se han levantado con valor frente a las tiranías, pero es completamente injusto dejar ahí la cuestión. Como lo es decir ahora que lo que ocurre en Ceuta y Melilla es culpa tan solo de Marruecos.
Los tiranos han sido impuestos por los grandes poderes del mundo y los pueblos han sido silenciados a tiros cuando han querido levantar su voz, la inmensa mayoria de las veces, por cierto, con las armas que europeos y norteamericanos les vendemos con ese fin.
Los miles de personas que ahora saltan las fronteras huyen de todo eso, de la miseria y del hambre, de la falta de esperanza, del horror y de la muerte. Se calcula que en Africa hay unos 35 millones de niños huérfanos y que unos 150.000 niños son reclutados como soldados a partir de los siete años. 13 millones de personas pàsan hambre, mucha hambre. La esperanza de vida es de 49 años. ¿No es estúpido creer que todos ellos se quedarán allí cruzados de brazos esperando la muerte? ¿qué van a perder intentando saltar vallas o cruzando unos kilómetros de mar?
Dada su situación geográfica, a España le toca el peor papel porque recibe ahora directamente la presión cuando ni siquiera tiene ya grandes intereses económicos estratégicos en Africa, ni se llevó tanto como otros. Es triste que quien propone la alianza entre civilizaciones tenga que ordenar la construcción de más vallas y fronteras entre pueblos mientras que quienes más directamente los empobrecen guardan silencio.
Hay que dar una solución a Africa pero no basta con los planes de las grandes potencias que parten de mantener sus privilegios de siempre. El único principio que puede alumbrar soluciones reales es el de la restitución. Quienes saquearon Africa tienen ahora la obligación de ser generosos y, sobre todo, justos. Hay recursos suficientes en el mundo y lo que fallan son las prioridades, no pueden ir todos al mismo lado por mucho que sea el poder de los que más tienen. Se dedica a armamento más de 13 veces lo que va a ayuda internacional y una gran parte de esta última es gasto militar soterrado. Europa y Estados Unidos siguen impidiendo materialmente que los países africanos se incorporen al comercio. Sus políticas de subsidios y apoyo a las grandes empresas y a los gobiernos corruptos son una losa fatal para las economía africanas. Hay remedios de sobra pero los poderosos no quieren renunciar a nada. Ellos son los culpables de las muertes y del sufrimiento y no habrá vallas que frenen a quienes huyen de tanta desesperación.